29 marzo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Qué está leyendo Gardeazábal: “Controversia del dodo” de Pablo Emilio Obando

Pasto ha sido singular en la historia de Colombia. Allá se han escrito diversos y muy interesantes libros sobre la vida y la muerte o espectaculares como el de Ignacio Rodríguez Guerrero sobre los tipos delincuentes del Quijote.  

Muy pocos empero han pasado las fronteras (ahora más imaginarias que reales) que el país le puso a los pastusos para cobrarles eternamente no haber apoyado a Bolívar sino a los españoles y por honrar a Agualongo y no al Mariscal Sucre. Tradicionalmente los escritores de Nariño publican sus libros en editoriales provincianas y circulan más en Quito y Tulcán que en Colombia.  

Uno de ellos, el aguerrido periodista Pablo Emilio Obando, acaba de poner en circulación un libro que para muchos podría ser muy extraño y para otros un compendio interpretativo filosófico de los cuentos de Pinocho o de Alicia en el País de las Maravillas.  

“La controversia de Dodo” se titula esta narración sobre el imaginario hemiciclo donde los seres humanos reciben juicio de residencia de los animales. Es un verdadero juicio al viejo estilo del foro romano. La gata que defiende a los animales y acusa a los humanos enamora al lector, aunque nos saca de la realidad por momentos para recordarnos que es una invención. El gran Dodo es la representación de las consecuencias del acontecer humano frente a los animales, por supuesto insensato, irracional y poco dado a entender lo que significa la convivencia entre humanos y animales. Los testigos animales que echan sus discursos en el gran foro, no estaban lejos de Dodo. Prefieren echarle la culpa a Dios por haber llenado el mundo de esas bestias sin entrañas, de esos bípedos humanos que todo lo destruyen y arruinan. Las discusiones entonces van y vienen por sus páginas negando la realidad o apabullando con el racionalismo.  

Termina siendo hasta divertido leerlo aunque en el fondo lo que se logra es más un examen de conciencia al estilo decimonónico que una radiografía como las que consigue Orwel en “La Granja” con su marranito metafórico burlándose de Stalin o como la que en cada giro revive Quiroga en sus cuentos con los animales que hablan.  

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal. 

Es quizás un libro que debe aplaudirse por ser muy especial, y como diríamos antaño: un libro muy pastuso pero que debe leerse para seguir aprendiendo de cómo piensan los colombianos de esa región.