Por José Hilario López
Antes que todo es necesario definir lo que se entiende por transición energética sustentable: Satisfacer la demanda creciente de energía de un país o región sin comprometer los ecosistemas ni la economía, en especial sin agudizar las inequidades existentes en la población más vulnerable.
El 67 % por ciento de la energía que consumen los colombianos proviene de la generación hidráulica; el 31% por ciento de plantas térmicas a gas natural, carbón y combustibles líquidos (los llamado combustibles fósiles) y sólo un 2% de parques eólicos y solares (las llamadas energías renovables no convencionales-ERNC). En diciembre de 2020, Colombia presentó a Naciones Unidas la nueva versión de sus compromisos para mitigar y adaptarse al cambio climático. Así quedó la hoja de ruta en acción climática para el país: Reemplazar por ERNC en un 51% los combustibles fósiles para el año 2030 y en 100% para 2050, la llamada carbono neutralidad. Un compromiso imposible de cumplir, ya que los combustibles fósiles, junto con los embalses, conforman la base de la energía firme con que cuenta el país, situación ésta que las ERNC, así de tajo y por si solas no pueden alterar.
Aunque me vuelva repetitivo, insistir es una manera de avanzar en toda pedagogía, a continuación se transcriben apartes de escritos anteriores donde destaco la importancia fundamental del gas como apoyo a la transición energética hacia las ERNC.
La transición es, por su misma naturaleza, un proceso integral y evolutivo de la matriz energética (energías renovables y no renovables) que progresa continuamente hacia un conjunto de fuentes de energía que proporcionan permanentemente un mayor valor a la sociedad (costos bajos y competitivos internacionalmente, mayor seguridad energética, menores emisiones de gases de efecto invernadero, mayor abundancia energética, flexibilidad en su producción, transporte y uso, etc.).
La transición energética hacia las ERNC tendrá que basarse en los combustibles fósiles, en especial en el gas natural, el combustible fósil que en la combustión produce las menores emisiones de CO2. Datos sobre el estado actual de la transición energética, así como las predicciones sobre su evolución en el corto plazo muestran que las energías solar y eólica junto con el gas natural están creciendo más rápidamente que todas las otras fuentes de energía, y que se perfilan como los futuros líderes de la transición energética. En este escenario Colombia cuenta con grandes fortalezas que es necesario aprovechar.
En primer lugar, el gran potencial de energías eólica y solar de nuestra Costa Caribe, en especial del Departamento de La Guajira, así como en otras regiones del interior del país, a lo cual se suma el potencial gasífero de nuestra región Caribe (áreas continental y costa afuera) y del valle medio del Magdalena, entre otras. A esto hay que sumar la institucionalidad representada por Ecopetrol, junto con Petrobras la empresa petrolera estatal más visionaria de América Latina en la planificación de la transición energética, que se ha estado diversificando durante los años recientes. Es así como durante el presente año casi una cuarta parte de sus inversiones se destinarán a la producción de hidrógeno, las energías renovables y a la transmisión de electricidad. El hidrógeno, la energía limpia del futuro generada con energías renovables es el gran potencial energético de nuestro país, y del mundo.
Cálculos de Promigas, soportados con información de Fedesarrollo, en su reciente informe sobre el sector gas en Colombia, indican que si se frena la exploración de hidrocarburos, tal como pretende el Presidente Petro, y por otro lado no se construye una nueva infraestructura para importación de gas, se desmantelan las plantas térmicas para reemplazarlas por parques eólicos y se impulsa la electrificación del consumo de gas natural en los hogares e industrias, el costo que debería asumir el país superaría los 112,7 billones de pesos (https://www.youtube.com/watch?v=NAH4HBJaOfw&t=817s).Nadie. En su sano juicio nadie puede concebir este despropósito y la catástrofe social que generaría en nuestro país.
Si no se conceden nuevos contratos para exploración y producción de hidrocarburos, pero se amplía la infraestructura para su importación y se mantienen las térmicas de gas natural y el consumo en la industria y los hogares, el costo que deberían asumir todos los colombianos sería de 5,14 billones de pesos para suministrar gas hasta el 2030 por medio de importaciones. Todo esto representaría un aumento del 25% en la tarifa final del servicio de gas natural que pagan los usuarios, ya que el gas importado es mucho más caro que el que se produce en el país.
Ahora paso a analizar lo que se ha dado en llamar La Triada Energética, clave para una política energética sustentable deseable para nuestro país. En el vértice superior del triángulo está la seguridad energética, que garantice confiabilidad en el suministro de energía a la población y a la industria, idealmente mediante un sistema de autosuficiencia, la bien llamada soberanía energética; en los otros dos vértices se tienen la sostenibilidad medio ambiental y la asequibilidad del servicio, base de la equidad, factor éste que muchos, entre los cuales me incluyo, es la clave de la sustentabilidad de la transición energética para un país como el nuestro, la segunda economía, después de Haití, más inequitativa de América Latina.
En resumen. Nuestro país reclama una bien estructurada política para la transición energética, orientada a satisfacer la creciente demanda de energía, sin comprometer los ecosistemas (mal llamados recursos medioambientales), ni la economía nacional, en especial sin que se agudicen las inequidades existentes en nuestra sociedad, para quienes el gas natural es, por ahora, el energético más barato y limpio disponible.
P.S: En próxima columna volveré sobre el proyecto de metano sintético, un combustible en todo comparable con el gas natural, producido a partir de carbones. Un proceso limpio que lidera la Facultad de Minas-Universidad Nacional Sede Medellín.
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