19 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

¿Por qué esconden a Francia Márquez, Roy Barreras, Julián Bedoya y Piedad Córdoba?

Jairo Osorio

Por Jairo Osorio Gómez

Los expertos en publicidad y propaganda son perversos. Saben que un producto es malo y lo venden como excelso. Las características que harían que nadie lo comprara las disimulan con artificios incoloros, inodoros e inocuos. La mierda la venden como salsa de tamarindo. 

En el caso de la actual campaña electoral colombiana, quienes acompañan a Petro, con quienes ha hecho alianzas diabólicas, son delincuentes probados. Para no ensombrecer la imagen del candidato, la recomendación de los estrategas (¿cubanos? ¿españoles?) es desaparecerlos estos días hasta que se logre el triunfo. Después sí, que abran sus bocas, pues ya sus metidas de pata no afectarán para nada el objetivo de la campaña. Tendrán el poder, y con él, las maneras de bufonear a su antojo, de seguir robando a las instituciones del Estado, de acabar de corromper los entes de control y las empresas estatales, de apoyar a los clanes de la delincuencia y el narcotráfico, de acallar a la prensa ingenua que los apoya ahora con sus mudeces cómplices, de asesinar o comprar a los pocos periodistas que se les opongan, de reformar al ejército y poner allí hombres claves de los servicios de inteligencia de los países que los apoyan, de arreglar el software de la Registraduría para ganar hasta el infinito nuevas elecciones. Es decir, la debacle. Idéntica a los ejemplos lamentables que tenemos en América. Países empobrecidos por la nomenklatura rabiosa y brutal. 

Dejar hablar a Francia Márquez es exponerse al suplicio de sus embarradas y a los desatinos de su lenguaje inclusivo. Ya con una le perdió al candidato el apoyo de otro “corrupto” liberal que deseaba tener a su lado. Y mostrarle a diario, a los colombianos, el rostro de quienes se han lucrado descaradamente de sucesivos gobiernos de derecha, negociado con los bandidos y obtenido sus réditos económicos, y de quienes apoyan el negocio del narcotráfico, sería suicidarse en la recta final de su cruzada. 

Nada sabemos de las intenciones de esos personajes oscuros. De ninguna manera podemos creer en sus propósitos de mejorar las condiciones de millones de colombianos, respetando la libre empresa y las libertades individuales de quienes disienten de sus posturas acomodadas, y manejando con responsabilidad, eficacia y transparencia las finanzas y el banco de la república. Ya lo dijo el filósofo y escritor francés Edmond Thiaudière, “la política es el arte de disfrazar de interés general el interés particular”. 

Cayo Mario le enseñaba a su sobrino Julio César, en el 90 a. C.: “Cuando hay una crisis grave, no es momento de disputas políticas. Primero hay que resolver la crisis, luego ya habrá tiempo de política. Sólo los malvados o los imbéciles ponen la política por delante en tiempos de grave crisis”. Como ocurrió en Atenas en su enfrentamiento contra Esparta, en la época de la peste que les vino por el mar. Muerto el sabio Pericles, quienes le sucedieron no se abocaron a la lucha contra la peste, y, además, fueron derrotados por el enemigo, por pensar en sus beneficios personales. La historia que se repite, siempre como tragedia; en Colombia como sainete. 

Para ejercer a conciencia y con claridad el voto sería bueno que Petro o sus titiriteros dejaran hablar a sus marionetas. Si no logran cautivarnos con sus brillanteces, por lo menos nos reiríamos un buen rato, con sus bufonadas de ladrones honrados. Adelante. Los quiero escuchar en los debates que faltan. Demonios redimidos.