21 octubre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Populismo y patrioterismo 

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Por Darío Ruiz Gómez (Foto).

Tuve la suerte de coincidir como invitado al Taller Internacional de Escritores de Iowa con el gran escritor mexicano Jorge Ibargüengoitia quien ya había publicado una notable novela “Los relámpagos de Agosto”, una burla dentro de la mejor tradición de Jonathan Swift, de la llamada revolución mexicana con sus héroes de cartón, sus políticos de pacotilla y una farsa histórica escenificada por los poderosos de siempre que tuvo de todo menos de revolución agraria para los campesinos pobres.

Invitado a Medellín a su conferencia en el Paraninfo de la Universidad de Antioquia acudieron algunos diplomáticos mexicanos que estaban en la ciudad para un evento deportivo. Cuando Ibargüengoitia comenzó a desmitificar esos “héroes del pueblo” mostrándolos como vulgares saqueadores que llenaron de violencia desmedida toda una época para que en el poder continuaran los poderosos de siempre, el gesto de desagrado de esos diplomáticos terminó con su furioso retiro del recinto.

Ningún país latinoamericano ha contado con una lista de ricos más poderosa que la de México, de manera que tenemos en este caso que referirnos a lo que supone un tema que nos interesa por su actualidad: la sustitución de la Historia por la manipulada “Memoria Histórica”. Se borraron de inmediato las atrocidades, las tropelías de estas guerras esperpénticas y se deformó con malevolencia la presencia redentora de España.

Esta leyenda negra ha sido cuestionada ampliamente por importantes historiadores, cineastas y muchos escritores que han desvelado la intención deformadora de estas adulteraciones. Carlos Monsiváis fue incansable en su más que lúcida burla de lo que ha supuesto la estética de la ramplonería, del melodrama, de la vulgaridad de la nueva sociedad creada por la revolución para la cual los pobres nunca han existido.  

El PRI (Partido Revolucionario Institucional) como ahora Morena, aparece como Partido Único que identifica la corrupción oficial, la mortal vigencia de “la mordida”, fenómenos de degradación política que se convierten en una enfermedad social crónica.

La propaganda política cumple la tarea de mostrar una Patria sin fisuras, sin fricciones para los cientos de etnias, una monumental arquitectura, una literatura oficialista imponiendo las imágenes de esta nueva patria de la supuesta redención de los pobres, del triunfo de la identidad indígena sobre “el colonialismo español”. Retórica de un poder al cual puede aplicarse la feliz sentencia del Gatopardo: “Es necesario cambiarlo todo para que no cambie nada”. El odio a España es parte de esta estrategia de buscar un enemigo para descargar sobre él todos los errores, los fracasos, las masacres de la Revolución y los desafueros que hoy cometen los tenebrosos nuevos poderes.

Cuando la nueva Presidenta Sheinbaum de familia judío lituana y heredera de una gran fortuna habla de “invasión española” señalando que el verdadero México es el de las culturas “ancestrales” ahora sumergidas, se le olvida recordar que esas culturas eran las de la matanza de 20.000 adolescentes al año sacándoles el corazón, la de las peores esclavitudes, lo cual conduce, al contraponer estos hechos de barbarie a los valores ecuménicos del cristianismo, a la protección que las Leyes de Indias les dieron a las distintas etnias, al mestizaje, la imposición de un pasado falsificado como imagen única de una Patria equóvoca.

Hoy cuando después del sexenio de López Obrador el balance es –no lo olvidemos- de 140.00 asesinatos,100.000 desaparecidos, un pertinaz feminicidio y en el último mes, 120 asesinatos en disputas internas de carteles, 37 periodistas asesinados.  

La tarea del populismo a través de este tipo de ultranacionalismo consiste en mantener en el conformismo a las masas de pobres. Evo Morales fue ungido sobre la Pacha Mama del Titicaca como el nuevo Tupac redentor. Chamanes y chamanas aireando alrededor de su cuerpo manojos de ramas debieron ungir a la Presidenta Sheinbaum contra el invasor español y los valores de la cultura de Occidente. Lo verdaderamente curioso es que la clase dirigente vestía a la última moda occidental.