
Por Gerardo Emilio Duque
En el municipio del Peñol había una emisora parroquial que no se sintonizaba sino en la zona urbana y el locutor un bohemio, excéntrico y alegre decía por las mañanas en la emisora: buenos días Peñol, buenos días Colombia, saludos América, un abrazo a la gente del mundo que nos escucha. Y empezaba el servicio social: al señor Carlos Mario Atehortúa en la vereda hojas anchas que mande por su hija o se la mandan. Atención, llega un telegrama de la hija de Casimiro Flórez diciéndole a su papá que le mande plata pal’ mosaico. Atención contesta el señor Casimiro a su hija que le diga al mosaico que mande la plata él. Ferretería el amigo, se venden clavos de este tamaño y de este otro.
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Hernando Echeverri Mejía, hermano de Gilberto, gobernador de Antioquia, nos invitó una vez a su finca en el oriente antioqueño. La hacienda quedaba lejitos, escondida en un paraje algo oculto, en medio del ágape. Por la tarde me pregunta el doctor Hernando Echeverri: doctor Gerardo, ¿le gusta mi finca? Yo le contesté: muy buena doctor, muy bonita, cuándo me la presta pa’ guardar un secuestrado.
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El senador Nicolas Albeiro Echeverri Alborán, hombre sencillo y muy querido, cuenta que en una ocasión se fue a hacer política a un pueblo donde el discurso que él se echó, igual que el de su compañero, estaba plagado de alegorías y evocaciones a la paz, a la familia, respeto por la ley, por las buenas costumbres y por los amigos. Hablaron de pulcritud y decencia. Ese discurso fue una cátedra sublime de axiología.
Terminada la concentración se fueron por la noche a tomar aguardientico, cuente historias y dele y dele al guaro. Se metieron una rasca histórica. A las cinco de la mañana que salían los viejitos y la gente sana del pueblo para misa vieron a Nicolás Albeiro con su otro amigo sentados en el atrio de la iglesia con una botella de aguardiente, con el radio a todo taco, y todos despelucados. Entonces dijo una de las viejitas: ¿estos no son los mismos guevones que nos hablaron tan bonito anoche? ¡Noooo… qué esperanzas…!
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Merchán de quien ya hemos hablado en nuestras notas, y quien era nuestro mensajero, vio cuando en Dabeiba me regalaron una guagua cruda para traérmela para Medellín y me dijo Merchán: yo cocino una guagua muy rica si quiere se la preparo. Y yo le dije: listo hágale. Y nos vinimos pa’ la ciudad.
A los cuatro días siguientes estaba yo dictando mi cátedra de derecho penal especial a las seis de la mañana, cuando abren la puerta del salón y entra Merchán como un mesero con la guagua en una bandeja. Entra, llega donde yo estoy y me la pone sobre el escritorio y me dice: cómasela doctor que eso frio no es bueno.
Yo asombrado y pasmado con esa guagua ahí me quedé mirando a los alumnos, quienes estaban desconcertados y Merchán aprovecha pa’ mirarme y dice: doctor está muy mal de zapatos, esta semana le compro unos y salió y se fue.
En otra oportunidad estando en la oficina de abogados donde litigábamos mis hermanos Edgar, Jorge y yo, Merchán nos dijo: dotores regálenme ese televisor. Se trataba de un televisor viejo de tubos, inmenso, a blanco y negro. Nosotros nos miramos y nos dijimos: sí, que se lo lleve y salió Merchán feliz con su televisor terciado. A los 15 minutos Merchán entró nuevamente a la oficina con tres policías detrás y dijo: ciertos dotores que ustedes me lo regalaron…
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En mi gestión como asesor del consultorio jurídico de la Remington llegó a consultar una señora, quien me contó que la iban a enloquecer las deudas, que a ese celular la llamaban todo el día a cobrarle, que sumando todo debía 20 millones de pesos y no tenía con qué responder. Yo la miré, le pregunte: ¿usted tiene fiador? Me dijo: no doctor. Le dije: le una tengo la salida jurídica muy interesante. Abrió los ojos y me dijo: cómo así doctor, explíqueme, cual es. Y le contesté en tono pausado: cambie de celular mijita.
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