21 junio, 2025

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Política y humor: La pelea con el gallo asesino

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Gerardo Duque

Por Gerardo Emilio Duque 

Elías Moreno, mi amigo concejal del municipio de Frontino, me invitó a una pelea de gallos en el encantador y rumbero barrio Manguruma de esa localidad.

Cuando estábamos en el evento llegaron con los dos gallos que iban a pelear, y yo le dije a mi concejal: Elías cuál es el bueno que voy a apostar. Elías me dijo: el bueno bien bueno es ese blanco espolón que está al lado del otro. Saqué mi platica, veinte mil pesitos en ese entonces, aposté al bueno y lo coge el saraviado y de una le pega una matada al blanquito al que yo le había apostado, que quedó rojo de los espuelazos que le pego el otro.

Extrañado miré a Elías y le increpé: no me dijiste que era el bueno pues y me contestó: si ese era el bueno, el otro es un asesino.

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En el concejo municipal de San Jerónimo, Antioquia, la tierra de mi amigo Eduardo Álvarez Suescun, una vez en sesión plenaria estaban aprobando un proyecto para comprar una nevera de diez pies con destino a la alcaldía. La discusión empezó con voto mayoritario, pero uno de los concejales levantó la mano y dijo: una nevera de diez pies, el problema no es la nevera, el problema está en tener que comprar zapatos cada seis meses pa’ esa hijuemadre.

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En el municipio de Olaya había un concejal godo muy borrachito llegaba a las sesiones caído de la perra, cargado por su hijo que lo acompañaba siempre. En una discusión de un proyecto pregunta el presidente del concejo: ¿aprueba la corporación el proyecto leído? Y el viejito profundo sobre la curul y el hijo le levanta la mano al borrachito: pega con ella en el escritorio y contesta apa, dice que sí.

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Un concejal indígena del municipio de Uramita, estuvo dos años sentado en la curul sin decir ni una sola, palabra hasta que en una oportunidad le pidió a la presidencia de la corporación permiso para intervenir en la sesión. Consiguió la venia de la presidencia y arrancó el indiecito a hablar en su lengua nativa. Una jerga totalmente enredada que dejó impávidos a los concejales, hasta que uno de ellos dijo: señor presidente, no le hemos entendido nada de nada a este concejal. Y el indiecito contestó: ustedes llevan dos años hablando aquí, y yo tampoco les he entendido ni un culo.

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Aroca era un policía legendario en Yarumal, todo el mundo le mamaba gallo, por donde pasaba lo saludaban efusiva y cariñosamente.

En una oportunidad Aroca pasaba por un sitio urbano de Yarumal llamado La Boca del Monte y dos amigos míos, Coyeyo y Pachito estaban en el techo de una casa recogiendo un globo que había caído.

Aroca los vio pitó y les dijo: bájense de allá, vengan aquí. Los dos pelaos inmediatamente se bajaron del techo con el globito en la mano y les dijo: ustedes quiénes son. Y pachito le contestó: somos los mismos que estábamos en el techo y usted nos llamó. 

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Veníamos de la costa todos los primos, llegamos a Yarumal a las 11 de la noche en un frío tremendo montados en un campero sin carpa y paramos a tanquiar.

En medio de esa soledad tan espantosa y ese frio tan terrible les dije yo a mis primos: cómo será de frío esto por aquí que los sapos son de ruana. Después de haber dicho esto, se apareció un señor de ruana, gorra de vigilante y machete desenvainado en la mano y dijo todo bravo: sapo con ruana, quién hijuemadre. Nosotros totalmente asustados le decíamos: no señor no era pa’ usted, es simplemente un dicho que hay por ahí, es que este Gerardo mi primo es muy chistoso, nosotros no lo estábamos insultando a usted. Y el viejo insistía: sapo con ruana quién y chirriaba el machete contra el suelo.

En ese momento el carro quedó tanquiado y Libardo el chofer arrancó. Cuando llevábamos por ahí 20 metros de recorrido, lejos del energúmeno vigilante, gritamos todos los primos a viva voz: hasta luego sapo con ruana hijueputa, desde ese momento todo el pueblo lo llama sapo con ruana.