
Mi jefe y mecenas político, viejo querido Guillermo Vélez Urreta, salía a todas partes con nosotros donde quiera que fuese. El doctor Vélez tenía una dificultad para desplazarse en su pie izquierdo.
En una tarde soleada y tensa en los altos de Cestillal, corregimiento de Cañasgordas, se hizo una gran concentración conservadora y de un momento a otro el maestro de ceremonias dice: “un aplauso para el doctor Guillermo Vélez Urreta, quien arrimó a esta vereda a pesar de sus incapacidades físicas y mentales”. Carcajada colectiva.
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Gilberto Correa, a quien le decíamos cariñosamente “Merchán”, era nuestro mensajero. Me dijo un día: “dotor porque no me presta esa pistola que usted carga y me la entrega a mí p’a servirle de escolta”. Yo lo miré fijamente, y le dije: “Merchán”, p’a que se la meten por detrás… Y él me contestó: “por eso dotor, mientras me la meten, usted se vuela”.
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Recién posesionado como Secretario de Agricultura, y agobiado por la soledad y la angustia de ser jefe nuevo, todo mundo estaba lleno de terror por miedo a que los echaran. Nadie entraba a la oficina a conversar conmigo.
Solamente la negrita de los tintos llegó a llevarme el cafecito. Yo ansioso de hablar con alguien, le dije: siéntate y conversemos”. Y en medio de tantas cosas que me dijo, manifestó su inconformidad porque llevaba diez años y no la habían ascendido. Entonces yo le pregunté: “¿Tú cómo te llamas?” Ella me contestó: “Secundina, mi doctor”. Yo le manifesté de inmediato: “ahh, que bien, te voy a ascender, de aquí en delante te llamarás primerina”.
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En una oportunidad estando en la Secretaría de Minas nos debimos desplazar al municipio de Fredonia, porque había un problema muy serio con el oleoducto Caño Limón Coveñas. En dicha reunión, el encumbrado presidente de Ecopetrol me dijo: “usted sabía doctor que una estopa limpia el tramo del tubo Medellín Coveñas en 1 hora y 20 minutos”. Le respondí sin pensarlo dos veces: “No doctor, no sabía… pero la próxima vez que vaya a la costa, me voy en estopa”.
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En una fiesta de las frutas en el municipio de Sopetrán, en medio de la fiesta y la alegría de esa tierra tropical, el cantante famoso Alci Acosta fue contratado por la FLA para que se presentara en una de esas noches de las rumbas.
El artista y su músico ayudante tenía instrucciones de que mencionaran permanentemente el aguardiente antioqueño. Como pasaba la noche y los artistas hacían caso omiso a la mención del producto, el delegado de la Fábrica de Licores les recriminó por ello.
El viejito que tocaba las maracas, que en paz descanse, tenía por lo menos noventa años y en medio de la presentación, cumpliendo la orden del funcionario de la FLA, dijo: “si usted quiere dormir y amanecer como un niño, tome aguardiente antioqueño y al otro día amanece orinao, vomitao, cagao y llorando. ¡Aguardiente antioqueño, qué dicha!”.
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