29 octubre, 2025

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Política y humor: Anecdotario de Gerardo Emilio Duque

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Gerardo Duque

En el municipio de Barbosa, Antioquia, tierra cálida, amable y acogedora, en una heladería del parque se encontraban el alto comisionado para la paz de Colombia, Antonio Duque Álvarez y el prestigioso galeno Alfonso Duque Álvarez director de la Clínica León XIII.

De un momento a otro aparecieron dos sujetos armados, amenazando y gritando: quieto todo mundo que esto es un atraco, entreguen todo lo que tengan cada uno de ustedes, ricos Hijueputas, oligarcas, tumba pobres. Los tipos cometieron su delito y se fueron. Los Duque Álvarez quedaron aterrados y pálidos. Y el médico Alfonso dijo: lo malo no es solamente el atraco, sino la forma como nos trataron esos groseros delincuentes. 

De un momento a otro aparecen en la heladería dos tipos parecidos a los atracadores. Apenas los doctores Duque los vieron, confundidos creyeron que eran los mismos maleantes y empezaron a decir, muertos de miedo: vea hombre que atracadores tan queridos, tan decentes los señores, así si es bueno que lo atraquen a uno.

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En la cabaña que tenía en el municipio del Peñol, mi televisor se averió y para arreglarlo contraté a un técnico campesino. Nosotros nos encontrábamos en el corredor tomando aguardientico y escuchando la canción Tierra Labrantía, mientras el campesino cuadraba el aparato.

De un momento a otro el técnico salió despavorido de la pieza donde estaba el televisor y me miraba fijamente a la cara y luego regresaba de inmediato al cuarto del televisor. Repitió la misma escena como tres veces, hasta que le pregunté qué fue, qué pasó.

En ese momento estaban pasando una entrevista por televisión en el programa La tierra, Los animales y El hombre. O sea que estaban mostrando mi imagen y dijo el técnico campesino: sabe doctor, qué pasa, yo no he podido con ese aparato. En el televisor usted aparece de cachaco tomando tinto y aquí afuera aparece de sombrero tomando aguardiente.  

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Cantando vallenatos y cerveceando en un día caluroso y tropical, salimos en barra para el Occidente Antioqueño, escuchando Mi novia y Mi pueblo del Binomio de Oro. Cervecita donde Pedro, choricito a la entrada de San Jerónimo para mantener el equilibrio y la alegría.

Cuando llegamos al sitio El Paso, en la recta hasta Santa Fe de Antioquia se atravesó un perro en la mitad de la vía de manera imprevista, el carro en que yo iba lo pisó. Nosotros oímos un ruido, pero no vimos nada y seguimos el camino.

Nos encontrábamos sentados en la heladería El Tamarindo cuando se apareció un señor furioso, y dijo: quién es el dueño de este carro que me mataron mi perro y el conductor dijo: señor fui yo, pero fue sin culpa. Y gritó el señor energúmeno: cómo vamos a arreglar el perro. Y el conductor que estaba más prendido que nosotros, le contestó: arréglelo con papita y yuca, pero se lo come usted que yo perro no como.