14 octubre, 2025

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Política y humor: Anecdotario de Gerardo Emilio Duque

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Gerardo Duque

José Múnera León y Oscar Montoya Montoya, los máximos exponentes precursores del alvarismo en Antioquia y en el país, invitaban a miembros del comando de Juventudes de Conservadores de Antioquia del cual yo hacía parte, a salir de correría permanentemente. 

Múnera y Montoya cariñosos y amables eran más amarrados que la cabeza de Piedad Córdoba, que una encomienda pal Choco. No compraban un tamal en un derrumbe. En las correrías no existía ni hora de almuerzo ni hora de comida. Múnera le decía a Montoya: ¿Oscar almorzamos? Y Montoya contestaba: almorcemos José León. Nosotros nos babeábamos y abríamos los ojos con esa expresión, pasados de hambre. 

Montoya y Múnera se bajaban de los carros, se sentaban en las sillas a la entrada del restaurante, abrían el carriel pausadamente, sacaban de a cuchilla de afeitar, la desempacaban, extraían de a mango cada uno del carriel, se lo comían pausadamente por tajaditas, terminaban de comerse su mango, sacaban el pañuelo, se limpiaban las manos y la cara, luego extraían de a tarrito de agua se lo tomaban y decían: almorzado José León, almorzado Oscar, sí señor. Bueno, gracias a Dios, sigamos la correría y nosotros afuera babiados y deshidratados y exhaustos.

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En una discusión sobre metafísica y literatura con mis hermanos estábamos hablando sobre lo paranormal y lo subnormal, la superstición, la y la fetichería. Edgar Duque, mi hermano, totalmente causalista. Martín algo idealista, Jorge Iván, pragmático hablábamos sobre la buena o mala suerte, derivados de algunos acontecimientos o comportamientos humanos.

Entre tantas especulaciones y conceptos se habló de la supuesta buena suerte que genera el lanzamiento de espaldas de una herradura. Sigue la discusión termina como siempre sin ninguna conclusión.

Pasados los días, Edgar mi hermano dice: hay que ser racionalistas, voy a experimentar el caso de la herradura de pa atrás. Callaíto se fue pa’ un establo que había en Belencito Corazón y no sé cómo se consiguió una herradura. Siguiendo el fetiche se paró en la mitad de la cuadra y con las dos manos arrojó fuertemente la herradura hacia atrás, con tan mala suerte que le quebró el vidro a una volqueta que estaba parqueada.

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Mi hermano Roberto Heladio Duque Gutiérrez, dicharachero, querido Padre de Juan Duque el cantante de reggaetón, una vez se desapareció por cuatro días. Desenterramos muertos, sacamos gente de los calabozos, abrimos sepulturas, fuimos a todos los hospitales, centros de salud, hasta la casa de putas buscándolo. 

Cuando yo me enteré de la desaparición, me voy pa’ la casa de mi mamá donde ya había velorio: gente llorando, comadronas abrazando a mi mamá, tintico, aromática, caldito maggi pa’ todos, flores, gente vestida de negro. Mejor dicho, no faltaba sino el muerto. En medio de la desolación, la desesperanza, la angustia y el dolor fue apareciendo Roberto con una mochila en la espalda, con los ojos desorbitados del guayabo y empezó a mirar ese gentío. Dónde estabas Roberto, dónde estabas, nos íbamos a enloquecer, mira mi mamá como está, te hemos buscado por todas partes. Y voltea Roberto en tono copetón y dice: si me buscaron por todas partes por qué no me buscaron en donde estaba… 

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En una clase de anatomía en cuarto de bachillerato en el colegio San Luis en Yarumal, que dictaba el profesor Gilberto Muñoz, estábamos hablando de la obesidad y entre concepto y concepto, uno de los compañeros dijo: yo tengo una hermana media que pesa 130 kilos y voltea Kiko Vargas y dice entonces como será entera esa hijueputa…  

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En ese mismo grupo el profesor de deportes, el querido Rafel Araque, estaba organizando las ligas deportivas de ese curso y se hablaba entonces de la liga de tenis de mesa, el campeonato de tenis de mesa y la premiación pal’ campeón de tenis de mesa. Llego el momento en que un alumno de apellido Mesa de la vereda Chorros blancos se paró y dijo: que es la maricada con los tenis míos.  

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A Mesa le tenían mucha bronca los profesores por cansón. Y un día el maestro de trigonometría, a quien le decíamos Agapito, estaba escribiendo de espaldas en el tablero una de las fórmulas tediosas que corresponde a esa materia. De un momento a otro, un borradoraso le pegó al profe Agapito en la nuca. Y el profe sin mirar, dijo: Mesa se sale. Los alumnos le contestamos: profe Mesa no vino hoy y respondió el profe: cuando venga ese hijueputa, que se salga.