
Por Darío Ruiz Gómez
Armando Benedetti ha sido a lo largo de su carrera política un personaje sin relieve alguno, eso sí un oportunista dotado del olfato necesario para saber hacia dónde se mueve la política y él moverse con quienes nunca pierden.
Acaba de decir, cito de memoria, con el desparpajo propio del vivo que “la derecha no da para nada ni siquiera para futbolistas”. De manera que según él cuando Lucho Días mete un gol en vez de gritar de júbilo levanta el puño en alto como un atleta comunista y sonríe al pueblo alborozado.
Esta falacia de una increíble bobería refleja sin embargo el nivel intelectual de un personaje mediocre que mediante sus habilidades para “guardar secretos” de fechorías de amigos importantes” piensa que seguirá para siempre en el poder. Pero no es cierto como ya lo dije una vez, que la política todo lo permita. Las supuestas complicidades en fiestonones, constituyen desde siempre el tema de una narrativa que se extiende desde la novela galante del siglo XVIII hasta los extravíos de un personaje tan interesante como Jeffrey Epstein dispensador de toda clase de compañía masculina o femenina, de juegos eróticos a algunos poderosos del mundo en una isla de la fantasía.
Epstein sabía manipular a su antojo en cada personaje su bajeza y en ese juego pasará a la historia como un verdadero maestro en el conocimiento de la maldad.
Pero así como en la España izquierdista cuya justicia tiene imputado a Benedetti por agresión a su esposa, el ex Ministro Ábalos al ser acusado de corrupción ha puesto a disposición de los creadores de folletines pornográficos a la par que sus negocios ocultos algo que ha dejado mudo a todos, su inaudita capacidad erótica.
Personajes de alcantarilla, desconocedores a conciencia de la ética política, de la finalidad de la vida política han desacreditado la política con su vulgaridad hasta hacer de ésta lo que hoy estamos viviendo en Colombia, un verdadero disparate con un sangriento telón de fondo. Solamente que los disparates de los gobernantes conducen siempre al atraso de las comunidades, a la muerte de la cultura y los disparates de la falsa clase política conducen a la corrupción.
Los disparates de alguien que como nuestro Ministro de Salud se ha comportado como un matón ha conducido a que millones de pobres gentes lleguen al sufrimiento y la muerte sin que nadie lo castigue.
También Quintero y sus rendidos admiradores comprueban la vigencia de estos disparates esperpénticos que no han contado con la crítica oportuna sin la cual el disparate continúa destruyendo los restos de racionalidad política con que es necesario contar para construir una propuesta electoral democrática. Caterina Meych Puyana es Magistrada de la JEP la cual “a nombre propio” acaba de solicitar el congelamiento de las cuentas de las empresas colombianas que han exportado carbón a Israel. La filiación política de la Magistrada no es difícil de adivinar, pero lo que uno se pregunta es por los años que lleva en la JEP y porqué en debida proporcionalidad como es que no ha denunciado en Colombia a los terroristas que continúan asesinando por miles de miles a ciudadanos olvidados sin que hayamos escuchado, insisto, su voz de protesta.
Mala conciencia burguesa llama Marx a estas conductas inmorales que suelen caracterizar a la pequeña burguesía que lejos de responsabilizarse por lo que sucede a su alrededor solamente protestan por aquello que su ideología progre le exige.
Al gran Gabriel Albiac acabo de leerle una sentencia que no quiero que olviden: “En política aplazar lo malo es precipitar lo peor”. Pasemos entonces a devolverle a la política su misión civilizadora, a sacarla del disparate a que el Gobierno la somete cada día.
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