19 marzo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Poder obsesivo y abstinencia burocrática

Claudia Posada

Por Claudia Posada

Medellín es una linda ciudad que ha recibido mucha gente de todos los pueblos antioqueños, de otras ciudades colombianas, y “una delicia para vivir” según los extranjeros que vinieron a ver cómo era aquello de un valle rodeado de montañas, clima agradable todo el año y gente “muy querida”. Se amañaron tanto que se quedaron. También es la ciudad, dicen, de línea muy conservadora si de moral e ideología política se trata. Un par de cuestiones tan controversiales como la vida de Diego Armando Maradona.

En vísperas de Navidad y plena pandemia sin control masivo pues, por ahora, depende de lo que individualmente hagamos, miles de argentinos se sometieron a largas filas para ver a su ídolo en las honras fúnebres del palacio de gobierno en la Plaza de Mayo; y luego se amontonaron para despedirlo en su camino al cementerio. Así que el virus no les importó. En Medellín o en Buenos Aires, somos de contradicciones como la vida “del Diez”.

A veces lloramos arrodillados, arrepentidos; en otros momentos estamos muy eufóricos por banalidades, y en muchas ocasiones arrogantes, u ordinarios. Somos humanos, no tenemos las características de la raza animal, con sus asombrosos comportamientos que siempre responden de igual manera según la especie; pero como son predecibles, tal vez por eso, hemos abusado de ellos arrasando por igual los ecosistemas. ¡Que contradicciones! Ignoramos el valor de la vida según quién sea el seleccionado para morir; privilegiamos inmensas extensiones de ganado, aunque influyan en la contaminación atmosférica y degraden la biodiversidad sin hacer algo técnica y políticamente para mitigar los daños; interferimos con la construcción de paz; mentimos y al mismo tiempo nos estamos santiguando. Aquel que predicó Amor como la energía creadora que llamamos Dios, no es instrumento para odiar en nombre del Padre. ¡Sí que están confundidos!

Dicen los comentarios en las columnas deportivas, que luego de la cirugía a la que sometieron a Maradona días antes de su muerte “Tuvo algunos episodios de confusión que los médicos asociaron a un cuadro de abstinencia”. Sabemos a qué tipo de abstinencia se referían. Las renuncias a los vicios son difíciles de lograr, sean cuales sean: Abstenerse del licor, del cigarrillo, de la comida restringida, de las drogas, del deporte y la gimnasia en exceso, del sexo compulsivo, del juego; caemos, nos levantamos, recaemos, lo logramos o no. Pero si se trata de la obsesión por el PODER, otros son los propósitos, privarse de él no es el objetivo.

Los síntomas son similares en todas esas luchas entre la voluntad y el deseo obsesivo, tales periodos fluctúan entre la depresión profunda y la ira contra nosotros mismos por las debilidades. Pero toda regla se confirma con la excepción y es evidente que obstinarse con el PODER no causa ningún arrepentimiento, por el contrario, los síntomas de abstinencia en este caso son bien distintos: Rabia con quienes los sacan de su zona de confort; rencor corrosivo por los contrarios que los superaron en votos; súplicas al Altísimo, con veneno – orar intoxicados no es fe, es temor aciago- y finalmente arrastrar consigo a los fanáticos que les secundan en sus campañas retorcidas.

Sea como sea, Maradona se perdió en el vicio por periodos muy dolorosos para sus seres queridos auténticamente deseosos de su recuperación definitiva, porque los suyos, verdaderamente suyos, sabían de sus penas en la intimidad y conocían su alma soñadora, pecadora y virtuosa a la vez. Un rebelde con causa propia. “El Diego” fue de una sola pieza, congruente con la felicidad o el dolor de cada momento, inmenso en el deporte que lo creció, y que él creció. Nunca ocultó sus debilidades morales con rosarios e invocaciones, mostró sus caras sin doble faz.

Nada que se parezca a quienes en Medellín convocan a orar para rogar a Dios por la recuperación de las tradiciones antioqueñas, mientras esconden sus obsesivos deseos de poder; sin episodios de confusión, más bien para confundir, apelan al llamado por la integridad moral del paisa dizque porque está siendo atropellada por “foráneos endemoniados”. ¿Así mejoran las crisis de poder, en medio de la abstinencia burocrática?