19 octubre, 2025

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Petro en su noche más oscura

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Por Iván de J. Guzmán López 

Petro no ha sido capaz de reconocer que, en virtud de la democracia colombiana, él es el presidente de Colombia. Y que lo será mientras no se le demuestre violación de topes electorales, entrada de negocios sucios a su campaña o sufra un golpe de Estado. No ha sido capaz, en casi tres años de gobierno, de quitarse el traje de miembro de un grupo de izquierda, para ponerse el tan ansiado que le otorgó el proceso electoral de Colombia: presidente de Colombia; de todos los colombianos. 

A esta altura de su gobierno, el gobierno del cambio, el gobierno de los pobres, el gobierno del pueblo o el gobierno de la izquierda, como quiera llamarse, podemos hablar de un proyecto fallido que está sumiendo a Colombia en una de sus peores encrucijadas, peor quizás que en la época de Pablo Escobar, donde el nombre de Colombia sonaba en todo el mundo a violencia, corrupción y narcotráfico.  

Aunque “el gobierno del cambio” ha hecho malabares en asuntos propagandísticos y de imagen, lo cierto es que las prácticas, costumbres y desplantes de su gobierno, de su equipo de gobierno, de su familia, de sus amigos consuetas (estos últimos extraídos de los partidos Conservador, Liberal, Verde y Cambio Radical, en especial), sólo han servido para mostrar el verdadero cuero de un gobierno que va en contravía del pueblo, cargando al ciudadano de impuestos, de abandono, de violencias, miseria y pobreza, mientras ellos (el gobierno) gozan de privilegios jamás vistos en Colombia como helicópteros personales, salarios millonarios, cargos burocráticos, viajes por el mundo, vestuario ostentoso, esquemas de seguridad de decenas de hombres a un costo de miles de millones y embajadas para proteger a individuos de cuestionados comportamientos sociales, morales y legales.    

“Aunque la mona se vista de seda, mona se queda”, es un refrán que se utiliza para indicar que no se puede ocultar la verdadera naturaleza de las personas. Estos personajes oscuros de gobierno, ahora con la voz levantada del presidente de la CUT, Fabio Arias, amenazando con otro estallido social, como si no supiera que ahora su patrón es Gustavo Petro -y el descontento es del 80% de la población-, se comportan como actores para la representación teatral de un gobierno que poco a poco pierde toda legitimidad y parece obligado a ponerse el camuflado del usurpador venezolano Nicolás Maduro. Da grima escuchar, por ejemplo, a individuos enajenados como Juan Fernando Cristo o a Luis Gilberto Murillo. Ni qué decir de Bolívar, la Pizarro y los otros de la casa. 

La noche más oscura de Petro, sin duda, es la que empieza a transitar ahora obligado al apoyo abierto a la dictadura de Maduro; ahora es a otro precio, con la caída de su máscara demócrata ante el nuevo gobierno del presidente Trump , sumado esto a los últimos acontecimientos del  Catatumbo, con su cifra macabra de muertos, desplazados y despojados, sin nada de dignidad, que, ahora se sabe, ocurre en medio de la disputa por cargamentos de coca en cabeza de facciones de las farc y el ELN, hechos criminales mediados por su declaración infantil y bufa, asegurando que no sabe por dónde llegaron las columnas de los elenos, cuando todos saben que entraron por Venezuela, la tierra de sus amigos Maduro, Padrino y Cabello, todos ellos con precio por sus cabezas, acusados de narcotráfico. 

“Nueve de cada diez colombianos están en desacuerdo con que el Gobierno colombiano reconozca a Nicolás Maduro como presidente de Venezuela”, es lo que arroja la encuesta Polimétrica hecha por la encuestadora Cifras y Conceptos, en alianza con la fundación Konrad Adenauer, la Universidad del Rosario y la Casa Editorial EL TIEMPO, en el mes de noviembre de 2024; sin embargo, esta semana, el cuestionado ministro de la defensa de Colombia Iván Velásquez, se apresuró a reunirse con su homólogo de Venezuela Vladimir Padrino, para “tratar la crisis en el Catatumbo”, reconociendo así, de facto, al gobierno de Maduro, y mostrando incapacidad militar manifiesta para resolver un asunto de orden público interno, ocasionado por dos grupos delincuenciales colombianos. A tiempo, Petro caía en el grave error de viajar a Haití, dando la espalda al conflicto interno y, desde allí, lanzar, en aparente estado de embriaguez, palabras irrespetuosas y acusadoras de “Nazi” al presidente Trump y, más tarde, para completar la faena contradictora a la nueva política norteamericana, negarse a recibir dos  aviones americanos con deportados colombianos. 

Las consecuencias de la irresponsabilidad y la incontinencia verborréica presidencial no se hicieron esperar: 

Hoy, domingo 26 de enero de 2025, el presidente Donald Trump, desde la red Truth Social, ordenó aranceles, restricciones de visa y otras medidas de represalia contra Colombia; añadió que la decisión del presidente colombiano Gustavo Petro “pone en peligro” la seguridad nacional estadounidense. “Estas medidas son solo el comienzo”, escribió Trump. “No permitiremos al Gobierno colombiano que viole sus obligaciones legales en cuanto a aceptar a criminales que trajeron a la fuerza a Estados Unidos”. 

La noche oscura para Petro, apenas empieza; esperemos que para Colombia, termine muy pronto.