Con el asunto de los percances en la mega obra Hidroeléctrica Ituango, ahora si cabe decir que, casi literalmente, se ha pescado en río revuelto.
Pecar por ignorancia es hasta perdonable. Se viene demostrando desde abril de 2018 que resultamos muchos colombianos creyéndonos ingenieros de alta calificaciones a la hora de lanzar hipótesis; pero mucho peor -y esto sí parece más bien mala leche- algunas figuras públicas aparecieron exigiendo que de inmediato se dieran nombres de los culpables cuyas decisiones ocasionaron la contingencia el 28 de abril de 2018, cuando se produjo un taponamiento en la Galería Auxiliar de Desviación (GAD).
Tal atrevimiento llegó hasta el punto de mencionar nombres precisos y fechas de momentos administrativos, con una ligereza pasmosa. Luego, y para completar el escenario de desconcierto, al que se le fue sumando desconfianza, se lazaron voces destempladas exigiendo “la verdad”, como si se tratara así no mas de una cañería que se tapó y la causa se pudiera descubrir con explorar un poco y sacar basura.
No faltaron entonces los “vivos” de todos los estratos que se dieron a la tarea de capitalizar la situación tirando la cuerda a su favor, sin contemplación alguna, para objetivos puramente personales. Y esto persiste. (Lea la columna).
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