28 marzo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

¿Periodistas del espectador o magistradas?

 

¡Zapatero a tus zapatos!

Por José León Jaramillo Jaramillo (foto)

Una periodista de EL COLOMBIANO, al parecer, un mes después de haber acontecido unos hechos, para ella delictivos, denunció penalmente a un editor de ese diario por “Acceso carnal o acto sexual abusivo con incapaz de resistir.” (Art. 210 CP)

La periodista no publicó su denuncia, pero un canal de El Espectador denominado “Las igualadas”, creado dizque “para discutir con tranquilidad temas de género que parecen elementales, pero que suelen ser ignorados” sí lo hizo y de la manera más ordinaria (vulgar), revictimizante y ridiculizante posibles, para acabar, como acabó efectivamente, con el denunciado, a quien le destruyó su buen nombre y pisoteó su dignidad,  condenándolo así a la picota pública, para poder mantenerlo en el caos de la abyección y el deprecio, sin haberlo oído siquiera y de contera acabó con El Colombiano al que cuestionó, al afirmar que su oficina de personal no le debió haber preguntado nunca nada a la periodista, supuestamente abusada, dizque porque ello era revictimizarla, pues, según las palabras del cuestionado canal: “no se debe investigar a la mujer que denuncia, bajo el principio básico que al que se debe investigar y cuestionar es al denunciado por hacer las cosas mal.”. ¿Qué genio es el autor de ese principio, que establece la presunción de culpabilidad en el denunciado y que hace volar en mil pedazos el de la presunción de inocencia constitucional, patrimonio de del derecho penal liberal y que el suscrito no había escuchado jamás?

¡Qué peligro caer uno en las garras de una de estas periodistas el día en que, como están las cosas, las elijan fiscales!, pues el error judicial se forma en aquellos funcionarios judiciales, a quienes, como a aquellas, los perjuicios los hacen inclinar a la volandas y desde “ab initio” la balanza, con grave daño para el sindicado y para la administración de justicia. Es indiscutible que cuando quien debe investigar con serenidad elige el lado al que debe mirar únicamente, como es obvio, se vuelve ciego para ver las razones del lado opuesto. ¿Esos son los fiscales y jueces que necesita el país?

Adicionalmente ataca al diario antioqueño, por no haber conducido la investigación disciplinaria como ese canal cree que lo debió haber hecho, pues para ese medio de los Canos, El Colombiano, basándose en la palabra de la denunciante, debió haber despedido al editor a las patadas cuando conoció la denuncia, como asegura el canal, del diario capitalino, que lo hizo la Universidad Nacional con un profesor, sin parar mientes que en el caso que cita, esa casa de estudios contaba no solo con el testimonio de la estudiante sino con un vídeo que demostraba el acoso y con otros testimonios, que justificaban plenamente esa decisión, lo que no acontece en el caso del Editor de marras, cuya honra, buen nombre y dignidad pisotean a placer las ayatolás criollas.

Ana Cristina Restrepo, columnista simultánea de dos medios: El Colombiano y El Espectador, quien, si lo oyó, destruyó su buen nombre, lo condenó y lo lapidó, en los siguientes términos: “El verdugo de mi amiga continúa impune: la ley protege su “buen nombre” ya que él mismo no sabe hacerlo.”. Es decir, da el hecho criminal por absolutamente cierto y probado, asegura que el denunciado carece de buen nombre al ponerlo entre comillas y solamente espera que se le imponga la máxima condena. No le concede ni el beneficio de la duda siquiera. ¡Qué imparcialidad, qué objetividad!

Estas periodistas, como suelen hacerlo algunos fiscales, incurrieron en un error filosófico elemental, en la falacia denominada Petición de Principio, también conocida como Argumento Circular, consistente en dar por probado plenamente el hecho que les corresponde probar; principio recogido de la siguiente frase de Aristóteles “petere id quod demonstrandum in principio propositum est”, que significa afirmar que es cierto aquello que primero se debe demostrar. Con otras palabras, la Petición de Principio es un “…un argumento en el cual la conclusión…” que necesita ser probada sin estarlo “…ya está presente en alguna de las premisas… Estamos ante una falacia ya que la conclusión que se está probando se asume sin pruebas, por lo tanto, no existen garantías de que sea cierta.”, que es exactamente lo que sucede en este caso, en el de la presuntamente abusada periodista antioqueña: la periodista fue violentada sexualmente porque la periodista asegura que fue violentada sexualmente. El hecho que se da por demostrado es: La periodista fue violentada sexualmente por el editor y ese hecho es el que hay que probar, ese hecho es el que hay que demostrar que aconteció y ese hecho es el que no está probado plenamente, entonces ¿cómo darlo por cierto o por plenamente probado en unos artículos periodísticos con los que se forma opinión, se fomenta el odio en contra del denunciado y se destruye su buen nombre y su prestigio y de contera el del medio atacado, acusándolo de irresponsable y cómplice?

No digo jueces sino magistradas de cierre, porque ellas siempre tienen la última palabra, pues son absolutamente dogmáticas y lo que ellas dicen es “palabra de Dios” y ello no es liberal, porque ser liberal es no aceptar dogmatismos y estar dispuesto a mudar de parecer.

No me detengo más en las columnas citadas y mucho menos en la de Cecilia Orozco cuyo afán, para mí, es únicamente el de perseguir a los Gómez Martínez y a su periódico, a quienes ella y los dueños de los medios, para los cuales trabaja, detestan, por no compartir aquellos, los Gómez Martínez, el odio visceral y enfermizo, de Orozco y sus patrones, contra Álvaro Uribe Vélez.

Lo que no entiendo es ¿qué hace Ana Cristina Restrepo, quien piensa igual, escribiendo en El Colombiano y hablando mal permanentemente del diario que le abrió generosamente las puertas y que la dio a conocer, si al mismo tiempo es columnista de El Espectador? Es como que Álvaro Uribe fuera columnista de Voz Proletaria y del Nuevo Siglo al mismo tiempo o ¿será que ésta se mantiene provocando a los Gómez Martínez a ver si la echan, para poder pegar su foto en algún martirologio de periodistas perseguidos por El Colombiano, a fin de que sus amigotes periodistas le dediquen prolijas columnas de solidaridad, atacando a las directivas del diario antiqueño por esa “censura” infame y monstruosa, que se derivaría de su despido?

No estoy ni condenando ni absolviendo al editor, ni le resto importancia alguna a la denuncia, pues los hechos denunciados, de ser ciertos, serían de la mayor gravedad y ameritarían sanciones (penas) condignas ejemplarizantes.

Creo que el hecho se debe investigar, pero de manera seria, serena e imparcial, como lo viene haciendo la dirección de El Colombiano, que nos ha demostrado a los antioqueños que la adorna la sabiduría de la prudencia y de esa prudencia vendrá la juris-prudencia. Sé que esa dirección es consciente de que de los casos graves hace la prensa, muchas veces, una verdadera especulación, con ingente peligro para quien debe responder como responsable de ellos y que, por lo tanto, es a la fiscalía, respetando el debido proceso y la reserva sumarial ─ “…que tiene por objeto asegurar condiciones que permitan la correcta investigación penal…” y “…preservar la presunción de inocencia…” …” ─ y a los señores jueces de la república,  a quienes les corresponde administrar justicia en Colombia y no a los columnistas, ni a ella, ni a la Junta Directiva, ni al jefe de personal de El Colombiano ni al diario El Espectador y mucho menos de manera alegre e irresponsable.

Los periodistas deben denunciar e informar veraz e imparcialmente (Art 20 C. Política), sin fabular y nunca juzgar y los jueces y fiscales deben investigar, precluir, acusar o condenar por medio de providencias, absteniéndose de brindar declaraciones adicionales a las consignadas en sus providencias (motivaciones). Hay que acabar con la vitrina judicial, pues como bien lo dijo el maestro Francesco Carnelluti “…la intervención de la prensa…ha destruido toda posibilidad de recogimiento para aquellos a los cuales incumbe el tremendo deber de acusar, de defender, de juzgar…”

Las apreciaciones de la prensa, se “consideran como una buena fuente de certeza, porque se las supone desinteresada, verídica y responsable. Así es en efecto, cuando las fuentes de donde nacen tienen el carácter de serenasimparciales y sabias…” y por ello “…nadie ha mantener tanta prudencia en sus conceptos como la prensa, especialmente si ha de tratar sobre cuestiones que luego han de ser decididas en fallos judiciales.”

 “Frecuentemente se da el caso en que existan dos o más versiones que expliquen la causa determinante del delito y la forma de su ejecución; y ordinariamente la prensa prefiere aceptar como más segura la más grave, la más novelesca, la que más atraiga la sensación popular y por consiguiente procura el mayor expendio de la hoja periódica”, como la siguiente de la youtuber de Las Igualadas de “El Espectador, en su amarillo, no probado e irresponsable comentario: “..El tipo estaba ahí, al lado, tocándole los senos y la vagina. Ella estaba en posición fetal. El man estaba empelota, le había bajado a ella el pantalón, además estaba intentando quitarle el body que ella llevaba puesto, bajarle los calzones y penetrarla…” Amable lector, ¿usted había leído algo más ordinario? ¿Es la anterior información veraz, responsable e imparcial? ¿Así se debe manejar públicamente un asunto tan delicado, un diario respetable?

“Nunca está la prensa más en su sitio como cuando aboga por las reivindicaciones; por ellas es mano que acaricia o azote que fustiga. Pero de su altísima condición de Poder, le resulta la necesidad de mostrarse imparcial, de que nunca se le vea en otro campo que en el de la verdad, porque está llamada a ser juez, y como tal debe huir del prejuicio, para librarse de las prevaricaciones. No conviene a su categoría el estar hoy en un sitio y mañana en otro, por lo cual la parsimonia y la ecuanimidad, son más que sus virtudes, sus deberes.” (Álvaro Agustín Jaramillo Arango)