16 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Partió Carolo

Por Amylkar D. Acosta 

Queremos despedir a nuestro amigo y condiscípulo Gonzalo Caro, más conocido como Carolo, con una estrofa de la canción de Huber Ambario, que le viene bien a la hora de su partida para siempre:  

Y que sigan esos gustos  

No se escamen,  

no se espanten  

Solo recuerden, el verde es vida  

Dios lo puso en tierra para disfrutar  

Para fumar Para llenar esos papelitos  

De hierba medicinal 

Conocimos a Carolo en la Facultad de Economía de nuestra Alma Mater, la Universidad de Antioquia. Herético, rebelde, excéntrico e iconoclasta, se puede considerar a Carolo como el pionero en Colombia del consumo recreacional de la marihuana en Colombia. 

Nadie, antes de él, se había ni se habría atrevido a promover y a realizar un Festival con fumarola incluida por cuenta de su consumo masivo, animado y estimulado por 15 bandas de rock, como él lo logró. Y menos en Medellín, en medio de una sociedad pacata y de un país en donde el prohibicionismo del consumo de marihuana tuvo que esperar hasta que la Corte Constitucional acogiera la ponencia del también herético Magistrado Carlos Gaviria Díaz para su permisividad, muchos años después.  

En efecto, mediante la Sentencia C – 221 de 1994 la alta Corte despenalizó el consumo en Colombia de la denominada dosis personal, en defensa del libre desarrollo de la personalidad, dejando al libre albedrío de cada quien su decisión con respecto al consumo de la maracachafa.  

Pues bien, desafiando la 1 Miembro de Número de la ACCE 2 prohibición legal de su consumo, así fuera recreacional, la amenaza de excomunión desde los púlpitos, la execración del puritanismo y la mirada complaciente del entonces Alcalde de Medellín Álvaro Villegas Moreno, Carolo se adelantó 23 años a dicha decisión promoviendo la realización del Festival de Ancom, entre el 18 y el 20 de junio de 1971, en inmediaciones del Área Metropolitana de Medellín, en el cual se dio rienda suelta al desenfreno y al sibaritismo que por aquel entonces estaba reservado al hipismo.  

Huelga decir, que dicho Festival coincidió con el clímax de la gran gesta del movimiento estudiantil universitario en el cual participamos activamente2.  

Yo creo que los primeros sorprendidos con el permiso y el apoyo dado para la realización del “Festival de música pop”, publicitado como el 1er Festival Rock Latino en Medellín, una especie de “Woodstock colombiano”, en el Parque Ancom Sur (La Estrella), por parte del Alcalde Villegas, fueron sus propios organizadores.  

No lo podían creer y menos que lo inaugurara oficialmente y les diera la bienvenida a los concurrentes la primera autoridad de la capital de la montaña, que era como se le conocía. Pero, al Alcalde le tocaría pagar un alto precio por su osadía.  

El Colombiano de Medellín lo catalogó como “el Alcalde hippie” y las invectivas del reconocido sacerdote Fernando Gómez Mejía a través de La hora católica, programa radial de gran sintonía, no se hicieron esperar. En sus diatribas y anatemas, calificó como pecado mortal la asistencia al mismo y en una dura reprimenda contra el Alcalde espetó: “con usted Medellín irá más lejos, pero hacia la degradación, hacia el abismo, hacia la derrota, hacia el descrédito, hacia la corrupción, hacia la oscuridad. En una palabra: la ciudad ha sido víctima de la más humillante de las alcaldadas”.  

A ello ripostó Carolo, con la irreverencia que le caracterizaba, que “como la gente no era tan mala, la mínima oportunidad de pecar la aprovechaban y el pecado mortal”, que es aquel que, según el Catecismo Astete, se comete como plena advertencia y pleno consentimiento “era una oferta muy tentadora”.  

El desenlace de toda esta furrusca no podía ser otro: el Alcalde Villegas fue destituido fulminantemente, por parte del Gobernador de Antioquia Diego Calle Restrepo, había ido demasiado lejos al auspiciar el que calificó o mejor descalificó como “aquelarre… agresor de las buenas costumbres”, el arzobispo de Medellín Tulio Botero Salazar.  

Según Carolo, la inspiración y aspiración de este Festival “nació en medio de un viaje, de una alucinación” compartida con sus amigos, los profetas del Nadaísmo, Gonzalo Arango y sus esposa Angelita, Eduardo Escobar y Jotamario Arbeláez, en el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, llamada por el ex gobernador Simón González, discípulo del gran pensador antioqueño, rebelde irreductible, Fernando González, nadaísta también y contertulio de ellos, la barracuda de los ojos azules. El nombre del sitio escogido para este parche no podía ser más insinuante y sugerente: el hoyo soplador.  

Genio y figura hasta la sepultura, Carolo se inició entonces y siguió siéndolo un gran gestor, promotor y emprendedor cultural.  

La Caverna de Carolo, su tienda de discos de vinilo, que entre otras cosas están de vuelta, de vestimenta estrafalaria y extravagante, afiches y abalorios propios de la tribu se convirtió, al igual que su Festival de Ancom, en un referente.  

Desde 1994 y hasta el momento de su deceso dirigió la revista El pellizco, la cual circula mensualmente. Su partida coincide, sorpresas que da la vida, con la expedición por parte del Presidente de la República Iván Duque del Decreto 811 de 2021, que termina de desmitificar no sólo el consumo, cuya dosis personal está reglada en Colombia, sino la producción y comercialización de la maldita yerba.  

Con este acto administrativo se da luz verde, sí verde, a la fabricación de textiles, alimentos o bebidas a base de cannabis, así como a la exportación de la planta con fines medicinales. 

Al eliminar “la prohibición de exportación de flor seca”, según el Presidente, Colombia “entra a jugar en grande en el mercado internacional”. Insiste el Presidente en que “ya no estamos solamente en uso farmacéutico”, es más augura que Colombia entre en las grandes ligas de exportadores de cannabis para competir por un mercado abierto a nivel mundial que, según sus propias estimaciones, puede llegar a representar US $64.000 millones en 2024, que está a la vuelta de la esquina. (Opinión).  

Miami, julio 26 de 2021 www.amylkaracosta.net