28 marzo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Pablo Escobar y el Cartel de Medellín no pudieron doblegar al periódico EL MUNDO

@darioarizmendi @anibalgaviria

Por Jairo León García Uribe

Cuando explotó aquel carro-bomba en la sede del diario El Espectador, el 2 de septiembre de 1989, los colombianos entendimos que nadie, absolutamente nadie, estaba excluido de los planes criminales de Pablo Escobar y el Cartel de Medellín.

Ese día cuando llegué a la redacción de El Mundo, la bella niña del conmutador, Liliana Zapata, me comunicó que había entrado una llamada de un tipo que dijo: – “El carro-bomba de ustedes viene por El Poblado”.

Esta llamada era el preámbulo de una serie de episodios que sucederían posteriormente y que condujeron a que el presidente Virgilio Barco protegiera al director Darío Arizmendi enviándolo al exterior.

La exigencia clara de Pablo Escobar, era que el periódico El Mundo tenía que pronunciarse editorialmente en contra de la extradición, una imposición que ni el Director ni la junta directiva estaban dispuestos a aceptar.

Hubo dos hechos espeluznantes que demostraron que el circulo contra el director se estaba cerrando cada día más. Uno, cuando un grupo de delincuentes encapuchados, y armados hasta los dientes trataron de secuestrarlo en su apartamento en Castropol, pero él por precaución el día anterior había cambiado de sitio para dormir, por recomendación del comandante de la IV Brigada, Harold Bedoya. Y el otro, cuando un hombre con un maletín lo esperó casi una hora en la recepción del periódico, con la disculpa que tenía una cita con él, la cual jamás se había acordado.

Cuando Darío viajó al exterior, asumió la Dirección del diario Martha Botero de Leyva, quien desde la fundación se desempeñaba como subdirectora.

Obviamente que el viaje del Director generó pánico entre todo el personal del periódico, aunque Martha Botero, una mujer inteligente, discreta, valerosa y decidida transmitía confianza, fortaleza y tranquilidad. Pese a las continuas llamadas agresivas, nunca dejó de ir al periódico, y siempre se mostraba serena.

Ante las frecuentes amenazas, especialmente a los directivos, la junta directiva debió trasladar su sitio de reuniones a las oficinas de Holasa. Sin embargo, para transmitirle confianza a todo el personal del diario, un día la junta decidió reunirse en las oficinas del periódico. Extrañamente la decisión se filtró. Y esa noche llegó una camioneta a la portería del diario.

Cuando el portero se arrimó a la ventanilla del vehículo, observó que sus tres ocupantes tenían ametralladoras sobre sus piernas. Le entregaron un paquete de ejemplares del libro “Los Extraditables”, cada uno con dedicatoria a cada miembro de la junta que estaba reunida.

A partir de ese momento, y por razones de seguridad, decidieron bajarse del cabezote del periódico. (Facsímil 1). Aunque se Mantuvo el cabezote de redacción. (Facsímil 2). 

Pero los efectos en la sala de redacción también se sintieron. Hay que decir que algunos periodistas pidieron que se les adelantaran las vacaciones, porque cada quien tiene el derecho a manejar el miedo como puede.

Era tal el nerviosismo que a las 3 o 4 de la tarde espantaban en la redacción. Todo mundo terminaba lo más temprano que podía para recogerse en sus casas.

Y no era para menos. En esa narcoguerra desatada por el criminal de Escobar, en forma indiscriminada, nadie sabía si regresaba vivo a su hogar. Se sobrevivía día a día. Recuerdo que cada 15 días explotaba un carro-bomba en la ciudad.

La carta misteriosa 

Muy difícil establecer fechas. Pero hubo otro episodio que demostraría la capacidad de penetración que tenía el Cartel de Medellín.

Martha Botero, directora encargada, regresaba de un viaje de Estado Unidos. El avión hizo escala en el aeropuerto Eldorado, pero los pasajeros en tránsito hacia Medellín debían permanecer abordo.

Entre los pasajeros que subieron a la nave, una señora de edad se le acercó a Martha Botero y le dijo: – “¿Es usted Martha Botero?”. Y ella respondió: – “Sí”. – “Me hace el favor y me le entrega esta carta a Darío Arizmendi”.

En la carta Pablo Escobar le exigía a Darío y a las directivas de El Mundo que se pronunciaran oficialmente en contra de la extradición o comenzaban a cobrar vidas. El Mundo no se doblegó jamás.

Muy difícil cuidar a El Mundo 

El gerente Carlos Mario Restrepo vivió otros momentos muy difíciles.

Cuenta que el “día de la bomba contra El Espectador se recibieron llamadas amenazantes a la sala de redacción de El Mundo”.

Yo recuerdo que nos reunimos porque los periodistas nos solicitaban que les garantizáramos seguridad. Y nos fuimos a la IV Brigada a pedir seguridad, pero el comandante nos dijo que no contaba con personal disponible, ya que en esos días estaban enfrentando ataques de la guerrilla por el municipio Carolina del Príncipe y que los soldados que veíamos en la Brigada eran bachilleres a quienes les acababan de entregar las armas y no tenían ningún entrenamiento.

Recuerda Carlos Mario que de esta situación le informó a Darío quien le sugirió que transmitiéramos la queja al Presidente de la República.

Llamé a Palacio y solicité hablar con el Presidente. Al final de la tarde pasó a conversar conmigo don Germán Montoya asesor del Presidente, quien me dijo: – “Saluda de parte del presidente Barco y en el mío a Darío y a todo tu equipo de periodistas… Les vamos a brindar toda la seguridad y si en 10 minutos no ha llegado un grupo de soldados al periódico, me llamas nuevamente…”

No habían pasado los 10 minutos, y en el periódico y en la calle del frente no cabían los soldados y hasta armaron barricadas de seguridad.

Después se presentó en mi oficina el general Bedoya, verraco conmigo, con el comandante de la policía, a reclamarme por qué había llamado a la Presidencia.

Las llamadas preámbulo de asesinatos 

Cuenta Carlos Mario Restrepo que “hubo un dato casual de la mesa principal en el evento del «Encuentro de la Antioqueñidad», en el cual Pablo Peláez pronunció el discurso contra la violencia y el narcotráfico.

Luego Pablo Peláez me pidió que montáramos su discurso en un cuadernillo para que circulara con el periódico, y que él se conseguía quién lo patrocinara. Pese a que se le advirtió sobre el peligro de publicar este cuadernillo, y aunque lo aplazó dos semanas, finalmente decidió hacerlo.

Me pidió el viernes, antes de su publicación, que si le podía regalar unos pocos ejemplares para el compartirlo ese fin de semana con su familia y unos amigos. Yo le dije que de paso para mi casa se los dejaba en la portería de Holasa.

Cuando llegué a Holasa, él salía en su BMW amarillo.

Se bajó del vehículo me recibió los cuadernillos me agradeció y nos dijimos mutuamente: «Chao cuídate»

El domingo circuló el documento y al otro día lunes lo mataron a bala en un semáforo…

Cuenta la esposa que el día que lo asesinaron hicieron varias llamadas al apartamento preguntando por Pablo Peláez. Que era para hacerle una entrevista de Caracol.

Repetían la llamada y le preguntaban… él ya salió o todavía está en casa… Pues finalmente todo esto estaba orquestado para matarlo a pocas cuadras de su apartamento.

Carlos Mario recuerda que vivía con sus padres. Y dice: un día mi mamá me dijo que habían estado haciendo unas llamadas muy raras al apartamento preguntando sobre mis horarios, que para hacerme una entrevista de RCN.

De esta situación informé al general Bedoya y no le gustaron para nada esas llamadas.

Me pidió que saliera normal en mi carro por mi ruta normal y que ellos estarían atentos a cualquier situación.

Yo le dije: General y por qué no se viene usted manejando mi carro por mi ruta normal o uno de sus hombres…

Durante el día se produjeron más llamadas al periódico y a mi apartamento.

La situación se puso tan tensionante, que esa tarde fue necesario sacarme del periódico en el baúl de un carro, para irme a dormir al apartamento de un amigo quien me recibió muy asustado, pero solo por una noche…

A primera hora del otro día salí para Bogotá como el judío errante sin saber qué camino coger…

En el Hall del hotel Tequendama veía pasar a muchos empresarios que salían despavoridos del país por continuas amenazas.

Ese día me contacté con Darío Arizmendi y su esposa Ana María, y nos reunimos en el Tequendama.

Me dijo que me tenía dos noticias. La primera, que acababa de tener una reunión con el presidente Barco y con don Germán Montoya y que por su seguridad él tenía que salir inmediatamente con su familia del país. Y la segunda, que desafortunadamente tú también estas corriendo mucho riesgo.

Por lo tanto y con autorización de la junta directiva te cubriremos los gastos para que permanezcas distante de Medellín.

Nos despedimos con un gran abrazo entre lágrimas en compañía de Ana María su esposa y Patricia mi novia.

Darío se fue a Estados Unidos y yo tuve que regresarme a Medellín.

Historias inolvidables. El periódico El Mundo se resistió al narcoterrorismo de Pablo Escobar y del Cartel de Medellín y gracias a Dios ninguno de su personal directivo y periodístico cayó bajo las balas de estos criminales.