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Por Jorge Alberto Velásquez Peláez
Hacer ejercicio, recuperar amigos, y conseguir dinero, son algunos de los más comunes propósitos de los colombianos para este nuevo año, mientras los mandatarios que ahora estrenan puesto nos emocionan con sus propios propósitos, promesas de obras y de acciones, las cuales, probablemente dicho por todos ellos, harán que nuestros municipios y regiones sean ejemplos mundiales de desarrollo, de modernización, y de crecimiento económico, para bien de todos y de la gloria inmarcesible nacional. Los titulares de los medios de comunicación son hermosos y alentadores, y contagian con su optimismo. Pero hay un grupo de silenciosos personajes que nada prometen, que nada dicen, y que en poco tiempo, cuando se les pregunte por sus pocas acciones y pobres resultados, responderán como siempre lo hacen y lo han hecho durante los últimos años, para no decir décadas; me refiero a los exportadores criollos, quienes todavÃa no le conceden prioridad a las ventas externas, no invierten para producir más y exportar, y se conforman con el crecimiento vegetativo de la demanda doméstica; empresarios que no investigan mercados externos, ni proponen joint ventures o alianzas estratégicas, y que nada hacen para que el sector externo sea motor del desarrollo nacional. Justificarán su casi inexistente presencia internacional por la guerra comercial de China con EE.UU., o tal vez por los recientes incendios en Australia.
En 2019 las exportaciones totales colombianas sumaron un valor inferior a 40.000 millones de dólares, la misma cifra de hace diez años; qué vergüenza. Y tenemos todos esos tratados de libre comercio que se firmaron durante los últimos veinte años -quizás esos mismos apáticos pero exigentes empresarios pidan nuevos TLC, con el Vaticano, con HaitÃ, o con el Principado de Mónaco-; estamos, como dicen algunos, en «la mejor esquina del mundo», y con emoción histérica celebramos hace poco haber mejorado tres puestos en el ranking de competitividad del Foro Económico Mundial, sin olvidar que, como insiste el gobierno nacional, todos los inversionistas del planeta quieren estar en Colombia. Curioso que con todo lo anterior nos enemistemos con las exportaciones.
¿Qué harán nuestros gobernadores y alcaldes que quieren promover producciones para conquistar mercados externos, al no encontrar empresarios que decidan invertir en ello? Aguacates, truchas, joyerÃa, confecciones, productos alimenticios, agua envasada, cafés especiales, chocolates, fresas y arándanos, espárragos, miel de abejas, y todos los etcéteras que queramos agregar con potencialidad exportadora, serán simplemente sueños imposibles que paÃses como Perú o Ecuador hacen posibles, o expectativas falsas pues falsa es la disposición a exportar de parte de empresarios e industriales divorciados del mercado internacional, ausentes de la realidad determinada por miles de millones de consumidores que concurren en el nuevo mundo de la Globalización 4.0. Excepciones tenemos, claro está, tan pocas, que cabrÃan en un pequeño párrafo de este artÃculo, y que no incluyo por ser de todos ampliamente conocidas.
Pero hay una opción que se puede intentar y que, contrario a lo que se podrÃa creer, no es tan difÃcil: importar empresarios. Cada alcaldÃa, cada gobernación, tiene unas ideas sobre las potencialidades exportadoras de su municipio, de su región, y ellas pueden plasmarse en algo en lo cual los colombianos somos campeones mundiales: un estudio, que, para nuestro caso, lo llamaremos proyecto. Muchas organizaciones en el mundo colaboran para que proyectos viables para el mercado internacional puedan desarrollarse con recursos de cooperación y/o con aportes de inversionistas públicos y privados, y debo reconocer que también en Colombia hay abundancia de recursos para apoyar apuestas productivas, siempre y cuando el mandatario tenga acceso a uno de los miles de lobbistas que por mÃnimas comisiones de éxito colaboran con los trámites ante las correspondientes entidades, y todo ello por el bien de la patria. Otro argumento a favor de la importación de empresarios es que ellos saben de comercio internacional, saben de innovación y son creativos, saben que en las tierras se puede cultivar legumbres y hortalizas, y que con las frutas se producen jugos, mermeladas y jaleas; saben para qué sirven los TLC, e increÃblemente, saben también que un metro cuadrado que antes cultivaba coca, ahora podrÃa albergar tomates larga vida; en definitiva, y qué envidia, los extranjeros son inteligentÃsimos. Y lo más importante, invierten para exportar, exportan para ganar, ganan para producir más, y producen más, para exportar.
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