16 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Nuestras ciudades, playas y riquezas en el mar caribe están en serio peligro

Por Enrique E. Batista J., Ph. D.

https://paideianueva.blogspot.com/

Colombia es un país Caribe más que andino. Se intentó y se ha intentado crecer de espaldas al mar con gobernantes centralistas y excluyentes de la periferia, gobernantes a los que no les han importado mucho las inmensas riquezas culturales y naturales que encierra el mar, su valía estratégica en el contexto geopolítico y tampoco la suerte y progreso de los habitantes de las costas.

El imperdonable descuido centralista para defender la soberanía nacional y asegurar la posesión firme y perenne de nuestros territorios en los mares llevaron a la pérdida de Panamá y de la costa de Misquito con Nicaragua. Con la ligereza de un funcionario del Ministerio Relaciones Exteriores que, con un simple memorando, sin autorización del Congreso, se entregaron a Venezuela, en 1952, la posesión de los islotes llamados Los Monjes a sólo 19 millas náuticas de la Guajira. Aseguró el Ministro de Relaciones Exterioresque «los islotes de los Monjes son formaciones rocosas deshabitadas, sin valor económico aparente» (https://rb.gy/rv4xph). Ignorancia supina e imperdonable de un Ministro de Relaciones Exteriores que desconociera lo qué es ejercer la soberanía nacional sobre nuestro mar territorial e ignorara las ventajas geopolíticas de las posesiones en el mar, las riquezas en los yacimientos de gas y petróleo, además, entre muchos otros, de los recursos pesqueros. Un ninistro con mente de los que pensaban y todavía piensan que Colombia empieza en Girardot y termina en Ubaté.

No hemos podido siquiera hacer valer nuestros derechos soberanos en el Golfo de Coquivacoa, o de Venezuela, sobre los territorios marinos a los que tenemos derecho acorde con la legislación internacional; el vecino país ha tratado de imponer la insostenible idea de «costas secas»; es decir, que la soberanía nuestra no puede ir más allá del punto a donde a las playas llegan las olas.

Ha sido un proceso de negación frente a las riquezas y ventajas estratégicas y competitivas que tienen los países que sí conocen y valoran sus territorios marinos. Ha sido un conjunto de decisiones, recorridas también de intolerable etnocentrismo que, centrado en intereses regionales mezquinos, han rehuido el mar y promovido un desarrollo hacia adentro. Ha habido mucho apego a la consideración de que este es un país andino, en lugar de un país Caribe o de un país marítimo.

En efecto, Colombia es un país con una superficie de 2.070.408 km², de los cuales  1.141.748 km², el 55%, corresponden a la parte continental, mientras que 928.660 km² (45%) son sus ricas posesiones marítimas. (https://rb.gy/x3bzzs) La zona andina con 282,540 km², representa sólo el 13.6 % del territorio continental nacional. La sola región de la Orinoquia es más extensa que la andina. El archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, que tiene una extensión de 350.000 km2, es mayor que la región andina, siendo así el Departamento del país más extenso (frente a 109.665 y 100.242 km2 de Amazonas y Vichada) y es a la vez el que tiene mayor riqueza. Ese archipiélago nuestro es la sexta región natural de Colombia.

Desde Castillete, en el lado oriental de la península de la Guajira, hasta Cabo Tiburón, en la costa Caribe chocoana, (sí, el Chocó también es Caribe), el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina y todas las posesiones insulares con sus poblaciones costeras y playas están en inminente riesgo de ser inundadas y destruidas por el mar. Todo el litoral Caribe de Colombia región de valía para todos los colombianos está en peligro, como está en peligro la subsistencia de las personas con sus distintas formas de empleos formales e informales. Se precisa reconocer, así mismo, el agrandado efecto negativo sobre la creciente y muy importante industria del turismo, la que representó en 2019 algo más del 4% del PIB nacional y que en 2018 originó más de dos millones de empleos.

Los huracanes recientes, el «Eta» y el «Iota», con esos nombres de letras griegas, se acercaron de manera estrecha e inusual a las costas caribes de Colombia causando fatalidades con sus fuertes vientos e inundaciones, daños a viviendas, vías y cultivos, deteriorando las playas y muchas de las viviendas y negocios de los habitantes costeros. Daños que se acumularon sobre los que el mar ya venía haciendo sobre la línea costera, sus corales, playas y viviendas.

De por medio ha estado el cambio climático con las consecuencias directas que tiene sobre la elevación del nivel del mar. De continuar el calentamiento global nos abocaremos a daños y efectos negativos cada vez mayores con más sufrimiento por parte de miles de personas debidos a la presencia de huracanes y tormentas tropicales cada vez más fuertes y frecuentes, fenómenos meteorológicos que no sólo inundarán y acabarán con las playas, sino que ahogarán de manera permanente a las ciudades costeras en todo el mundo con efectos severos sobre todas las poblaciones, costeras o no, en el mundo. De seguir el calentamiento global se predice que para 2050 nuestras ciudades en el Caribe y en el Pacífico estarán bajo el agua, lo que ocurrirá también en todo el mundo en ciudades como: Miami, Rotterdam, New Orleans, Luisiana, Bangkok, Venecia, Bangladesh, Houston, Lagos – Nigeria y Yakarta. Se agregan, en esta lista muy breve Andalucía, Londres,  Shanghái, San Francisco, Rio de Janeiro, Tabasco, Nueva York, Mumbai, Osaka y Guangzhou (https://rb.gy/1o9hdi, https://rb.gy/4srfjw).

Nadie estará a salvo de los efectos del cambio climático y de las arremetidas de huracanes, tormentas tropicales, elevación del nivel del mar, descongelamiento de los polos y de los glaciales y nevados, deslizamientos, recesión, erosión, pobreza, desempleo, enfermedades y pandemias asociadas a las catástrofes. El cambio climático hay que tomarlo en serio. Sus efectos son visibles ya y los seguiremos sintiendo con más intensidad cada año.

En la presente emergencia invernal el 80% de los 32 Departamentos de Colombia han sido severamente afectados por lluvias, inundaciones, deslizamientos, pérdidas de vidas y de viviendas, de cultivos y de animales en el sector pecuario. Hay que cuidar todo nuestro país. Los efectos del calentamiento global se sienten no sólo en los mares, sino que afectan cada una de las regiones con sus variados ecosistemas necesarios para la vida en el planeta.

Son todos desastres antropogénicos, resultados de la acción del hombre sobre el planeta y la depredación de sus recursos. El peligro crece. Se ha afirmado que por primera vez un huracán de categoría 5 golpeó a Colombia; ocurrió con calamitosos resultados en nuestra bella isla de Providencia. Si no cuidamos el planeta y reducimos el calentamiento global vendrán muchos más, más y más sucesivos y con mayor frecuencia.

Todos y cada uno de los territorios del país merecen especial atención para prevenir los efectos catastróficos que hemos vivido y sufrido en estos días. Se puede tomar, a guisa de ejemplo, a Cartagena de Indias por su condición de patrimonio histórico de la humanidad.

Algunas obras civiles realizadas en esa histórica ciudad frente a sus murallas coloniales han causado que estas hayan sido cubiertas por las arenas del mar hasta en un tercio de la altura original, obras civiles que, además, desestabilizan los cimientos de las distintas fortificaciones y construcciones coloniales. Es preciso realizar las obras urgentes de contención necesarias para evitar la catástrofe y la desaparición de una bella joya nacional, orgullo de todos los colombianos y patrimonio universal.  No se trata de simples planes de contingencia.  Se trata de la alta prioridad del «Plan maestro de drenajes pluviales» para salvar el valioso patrimonio que la ciudad encierra, incluidas las murallas ya ahogadas por la arena.  Es un proyecto macro que blindará a la ciudad de los embates del mar frente a las consecuencias del cambio climático. Proyecto que está formulado desde muchos años atrás, pero que su clase dirigente, «caterva de pendejos», como la llamó el poeta, no ha impulsado su urgente ejecución. La gravedad de las amenazas de los fenómenos naturales, sumada a la desidia y corrupción de la clase política requiere una consideración con mayor detalle, la cual abordaré en oportunidad próxima.

A todos los colombianos nos corresponde cuidar al planeta y también a nuestros mares, salvar a una ciudad patrimonio de la humanidad, al Caribe, a todo el país, a sus habitantes y a todos sus ecosistemas.