Por Claudia Posada
Pues claro que no es ningún misterio creernos con la verdad revelada. Pensamos en lo absurdo del pensamiento ajeno y el lógico nuestro. Tenemos la razón y los demás “estudien vagos”. Así somos. ¿A qué nos ha llevado semejante terquedad y el radicalismo reconocido como polarización ideológica? Obviamente a la discriminación, la intolerancia, las injusticias y todo tipo de violencias.
Para este 21 de noviembre las redes sociales se han disparado para radicalizar con mayor determinación, cargadas del rencor y la mordacidad propias de la perversa manipulación que ningún beneficio trae individual o colectivamente. Carentes de información ecuánime, razonablemente es difícil que los colombianos del común – quienes padecemos precisamente las consecuencias de las decisiones que históricamente y en todos los gobiernos golpean duramente a las clases baja, media baja y media- entendamos siquiera lo esencial de lo que significa una movilización ciudadana.
En las esferas de decisión, en donde se impacta favorablemente o no a cada sector de la sociedad, están representantes de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, en todas sus dimensiones, con todas sus buenas o malas intenciones, y competencias; así como presentes en las políticas y prácticas de los llamados entes de control. Y ni qué decir de los alcances de asesores y especímenes similares que le hablan al oído a los que firman. Si como colombianos del montón, estuviéramos debidamente informados, la marcha o paro del jueves 21 de noviembre tendría que ser monumental, valerosa y pacífica. Ojalá así lo sea. Todo brote provocador o incendiario, deberán controlarlo inteligentemente porque “el fuego no se apaga con pólvora”.
Entre tanto se carezca de los conocimientos necesarios para diferenciar derechos, deberes y obligaciones; mientras no tengamos claridad en lo que respecta a las distintas formas de participación ciudadana consignadas en la Constitución colombiana; en tanto el temor que nos infunden sea superior al discernimiento que permite al pueblo tomar las decisiones para el bien común, no nos vamos a zafar de la siniestra manipulación ejercida desde los extremos. Ya va siendo hora de actuar por criterio propio, respetar a los que piensan distinto, y por sobre todo, defender con argumentos sensatos, comprendidos y aprehendidos serenamente, en el marco de una paz que deberíamos entender como pacto de conciliación con independencia ideológica, sin señalamientos odiosos e injustos, sin humillar, sin violentar. Estamos hartos por culpa de unos y otros quienes con su radicalismo impiden logros inaplazables para Colombia, realidades suficientemente diagnosticadas, aunque hábilmente “envueltas en huevo”.
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