17 octubre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

No más cháchara negacionista 

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Claudia Posada

Por Claudia Posada 

Con todo lo que ha vivido, conocido y leído Gustavo Petro en su agitada trayectoria y caminos recorridos, parece que poco echa mano de frases sabias; nada más un refrán popular como ejemplo, aquel que sentencia “De las aguas mansas líbrame Señor, que de las bravas me libro yo”, ésta, parece que le pasó por encima; como por encima le han pasado figuras que él mismo ha hecho públicas entregándoles mucho poder. Entre los preferidos por el mandatario de los colombianos los hay humildes y aguantadores, como alzados y soberbios que se pavonean por altos cargos con la bendición del presidente, siendo el bendecido mayor Armando Benedetti; aunque con personajes así, se sabe qué se espera pues resultan más abiertos y sinceros a la hora del té, que aquellos manipuladores soterrados o las manipuladoras “mosquitas muertas”. Desde la famosa reunión de gabinete con transmisión en vivo y en directo, en la que Petro presentó el cambio de funciones entregadas a Benedetti, en la que también hubo regaños y desplantes por parte del presidente y reacciones lógicas que hicieron evidentes desilusiones y mucho desconcierto, siguen apareciendo los análisis, interpretaciones y pronunciamientos de toda naturaleza: las posturas amañadas, las muchas tergiversaciones malintencionadas, los decires maliciosos, también planteamientos objetivos y los más sensatos. En todo caso, lo evidente es que, alrededor del presidente Petro, desde siempre y seguirá así, el ambiente no fluye con transparencia y buen clima, y no sólo por culpa de él. 

Desde su elección, el ambiente en el país se ha mantenido enrarecido. El ocultar realizaciones positivas (que las ha habido como lo testimonian desde los territorios)   a la vez que el magnificar traspiés, es claramente la consigna asumida por una oposición radical e inconveniente para el deseo de las mayorías ciudadanas, en cuanto al deseo de conseguir aplacar ánimos malquerientes que mantienen al rojo la polarización política, fenómeno que pone a la opinión pública en los extremos, impidiendo el razonamiento, por ejemplo, para comprender debidamente el porqué fracasan propuestas que han debido ser estudiadas juiciosamente para sacar adelante mejoradas. Asegurar que en el gobierno actual no ha habido nada bueno y, todavía peor, aseverar que Colombia entró en las peores crisis -las que además, dicen, se agraven día tras día- desde la llegada de Gustavo Petro a la Casa de Nariño. No debería ser estrategia de la oposición, si se quiere que pensemos en sus representantes como opción real de bienestar colectivo en el próximo mandato, mantener la confusión que impide el discernimiento y hace tanto daño. De ninguna manera se consigue alejar la desconfianza hacia la clase política con rajar del Presidente y de sus posiciones ideológicas, cuando en todo caso no tenemos a un dictador al frente de los designios del país. El buen camino hacia la solución de los grandes males de Colombia, padecidos por muchísimos años, es deber del Estado; y el Estado está compuesto por tres ramas del poder: Gobierno (en sus distintas instancias, nacional, departamental y municipal) legisladores (con iniciativas propias, o considerando los proyectos de ley que el gobierno les presenta) y la rama Judicial (de la que se espera poner por encima de cualquier otro reparo, el orden jurídico a la luz de la Constitución, las leyes y normas).  

En una emisora local, estaban entrevistando en estos días a una diputada -de la que no supe el nombre porque la despidieron así: “muchas gracias a la amable diputada”- decía ella, palabras más, palabras menos,  que el actual gobierno es desastroso porque no solamente el presidente Petro nos va a llevar a que Colombia termine siendo como Cuba, sino que además los ministros no son idóneos, no tienen trayectoria y son incompetentes, y daba como ejemplo al ministro de Educación que “no aprobó su maestría” ( se refería seguramente a Daniel Rojas) funcionario de un alto compromiso con su labor, a quien se le devolvió su trabajo de grado para que lo corrija o mejore, lo que ha pasado con miles de aspirantes antes de obtener su titulo académico, inclusive cuando esos estudiantes disponen de más tiempo que un ministro para cumplir ciertos requisitos. A la H. Diputada del ejemplo, se le olvida que tuvimos en el gabinete de Petro a una ministra de Educación de excelsas cualidades, Aurora Vergara Figueroa (Marzo 2023 a Junio 2024) con solvencia intelectual y académica a toda prueba; también, entre otros, podríamos recordar a Carolina Corcho, medica psiquiatra de larga trayectoria en el campo de la Salud y muy competente; o Susana Muhamad González en el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, de sobrados conocimientos; lo mismo cabe mencionar al anterior Canciller, Gilberto Murillo, con formación, competencia y criterio, todo un señor. (De origen afro como la exministra Vergara). Son varios aquí sin nombrar dignos de exaltar para contradecir a la señora diputada; y aunque de ningún gabinete de anteriores administraciones, pueda decirse que ha sido totalmente impecable e idóneo, los movimientos e improvisaciones de Petro son inéditos. En definitiva ¿quién o quiénes le hablan al oído al señor presidente que le hacen caer en determinaciones tan extrañas? 

Gustavo Petro no es un aparecido en la política colombiana, no es un sin méritos, o sin amplísimos conocimientos, no, a él no lo señalaron: “Éste es por quienes los electores míos, ahora deben votar”; no, él se ganó los votos que voluntaria y libremente le pusieron en las urnas. Y aunque sensatamente hay que decir que una cosa es hacer promesas de campaña que a la hora de gobernar encuentran miles de tropiezos y una realidad desconocida mientras no se está adentro, tampoco es entendible qué le pasa en esa trasegar de idas y devueltas sin criterio comprensible. Ojalá cuando las campañas a Presidencia y a Congreso entren a las etapas definitivas, oigamos enfoques y puntos de vista más allá de la cháchara que apenas se concentra en criticar a Petro.