25 octubre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Ni raja ni presta el hacha

Haga Click

Image Map

Carlos Alberto Ospina

Por Carlos Alberto Ospina M. 

Por encima de la reacción primaria de algunos fanáticos no queda duda que los regímenes de izquierda en Latinoamérica se convirtieron en una especie de “influyentes políticos” que exportan fórmulas mágicas para devastar economías, acobardar a las comunidades y sepultar cualquier posibilidad de prosperidad. Todo cubierto con un celofán ideológico acompañado de arengas sobre la lucha de clases, la justicia social y la creída superioridad moral progresista.

La primera estrategia está centrada en la destrucción de la capacidad productiva privada. “Ni raja ni presta el hacha”. Contrario a lo que algunos piensan, no se trata de un efecto colateral desafortunado producto de políticas públicas mal diseñadas, tan solo es la forma de ratificar la implementación de una metodología milimétricamente aplicada.

La doble moral de la izquierda consiste en nutrirse del esfuerzo de empresarios, emprendedores y generadores de empleo. Allí no será el diablo ni el pecado capital a la luz del dogma estatista. Tampoco, en virtud de los impuestos confiscatorios, las regulaciones asfixiantes, las expropiaciones maquilladas de ‘justicia social’, la pauperización del erario y la guerra retórica que señala a los capitalistas como enemigos del pueblo.

A escondidas, los pregoneros de la lógica progre se frotan las manos a modo de satisfacción a medida que la inversión emigra, la productividad se desmorona y el país queda a merced de la mediocridad y la burocracia ineficiente.

¿Por qué tanto afán por empobrecer a la gente? Un pueblo necesitado es atenido y más fácil de controlar o manipular en vista de sus apremiantes necesidades básicas. La inopia masiva no es una falla, únicamente es la legitimación del sistema socialista.

Cuanto más extendida es la miseria, también aumenta la posibilidad de ofrecer limosnas gubernamentales a cambio de fingidas lealtades políticas. De cualquier manera, el subsidio remplaza al salario, el abono alimenticio sustituye el empleo formal, y la fila para reclamar un exiguo mercado suple a la dignidad humana. En nombre de la equidad, el tal “poder popular” se construye a base de ciudadanos mendigos.

Por ahí van los tiros. La imposibilidad para dialogar o concertar con otros sectores, debido a que la lógica de la izquierda radical da por aceptado que negociar es traicionar. El buen sentido parte del fundamento que el consenso implica reconocer que el otro puede tener algo de razón. Es por esto por lo que los portadores sectarios de la ´verdad histórica´ consideran los acuerdos con el carácter de una debilidad burguesa propia de las democracias de derecha. Lo suyo es la imposición y los bloqueos, no la conversación con argumentos ciertos.   

El citado progresismo alcanza récords olímpicos de inmoralidad: mientras denuncian la corrupción de los neoliberales al mismo tiempo hacen del clientelismo su bandera, robándose hasta el apuntador. Por supuesto, ellos no sustraen, dizque, “redistribuyen la riqueza”. Al tenor de la presunta “inclusión social” direccionan contratos, promueven licitaciones amañadas y perfeccionan el método de los sobrecostos millonarios. Si alguien cuestiona semejante descomposición es tildado de “enemigo del cambio, vocero de las élites y fascista”. La izquierda ha usurpado la exclusividad de la franquicia moral; es decir, son corruptos, pero con ´causa´.

Los sobrados paladines del nuevo orden ético son pésimos administradores que ignoran la planificación, la técnica, los objetivos estratégicos, los procesos, los procedimientos y la rendición de cuentas. Desprecian esos enfoques esenciales con fervor casi religioso. Al momento del colapso siempre hay un culpable externo: la oligarquía, el FMI, el imperialismo, el gobierno anterior, los medios de comunicación o la dosis vinagrada.

Al final, la izquierda extremista promueve la desesperanza, porque en esta florece el autoritarismo con disfraz de liberación.

Enfoque crítico – pie de página. La marcha del silencio envió un mensaje contundente. Cada uno declare el sentido del aviso popular.