20 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Moralistas en la clase política

Por Claudia Posada Son increíbles las contradicciones que se les oyen a los congresistas cuando quieren argumentar a favor o en contra sobre ciertos aspectos en discusión; prevalecen en algunos de ellos sus posturas moralistas por encima de la ponderación que exige la responsabilidad que se les dio de legislar para el bien común. Una cosa es insistir en los valores morales como fundamento para decisiones en el marco de la ética, y otra muy distinta es posar de virtuosos según la conveniencia política.

En este momento, algunas iniciativas ciudadanas, respaldadas o rechazadas por miembros de la clase política, piden retomar el tema del aborto y su despenalización. Por otra parte, una historia que se ha venido ventilando en redes sociales y otros medios, relacionada con el caso particular de un joven que quiere ver nacer y cuidar al hijo que supuestamente la madre -a quien él embarazó por común acuerdo- quiere abortar, ha motivado una fuerte controversia a raíz de la cual se discute si la interrupción voluntaria del embarazo es un derecho o debe penalizarse.

 Ante un tema tan delicado y polémico, es necesario escuchar, analizar y debatir profunda y ampliamente todos los aspectos que convergen en el tema; y esto le corresponde al Congreso partiendo de su deber y no de juicios a priori.

La Corte en el 2006, determinó los casos en los que está permitido a la mujer dar por terminado un embarazo, se esté en la etapa de gestación que sea y únicamente bajo esas circunstancias. Lo anterior ha sido intensamente criticado por sectores reaccionarios que lo ven como un “asesinato” y así se atreven a juzgar a quienes legítimamente acuden a ello. Por otro lado, están los grupos que argumentan la protección a los derechos de las mujeres, entre estos precisamente el de decidir su maternidad. En medio de la discusión es bueno recordar que los asuntos éticos son absolutamente individuales, corresponden a la escala de valores de cada persona en particular y en tal sentido es quien decide; o sea, actuar en concordancia con la conciencia moral, es como, cada individuo, asume el derecho a su libre determinación, y desde luego enfrenta las consecuencias; en cambio, conforme a nuestros preceptos, no se juzga a los demás.

Con respecto a las consecuencias de la interrupción voluntaria de un embarazo, se ha dicho que crea en la mujer remordimientos muy dolorosos; que otras se lo practican por temor a la familia, y en muchos casos porque consideran que no tienen la suficiente madurez para enfrentar el futuro con un hijo; pero de manera especial se asegura que es la Educación fundamentalmente la que evita embarazos prematuros, hijos no deseados, conflictos internos muy dañinos a la mujer que los padece, entre otros.  Sea entonces la razón que sea, sobre derechos, deberes y obligaciones en materia de salud sexual y reproductiva, al igual que con respecto a la maternidad y paternidad responsables, y el ejercicio sano de la sexualidad, recordemos el escándalo “moralizador” que vivimos hace algunos años en Colombia por cuenta de una cartilla y los contenidos pedagógicos que querían incluirse en los pensum académicos de escuelas y colegios para que un tema tan normal como las relaciones de pareja,  se abordara en las aulas con dignidad, respeto, seriedad y conocimiento, es decir, como debe ser.

En conclusión y volviendo al primer párrafo: Los mismos que se escandalizaron con la posibilidad de aprobar que se impartieran guías, orientación y se diera respuesta oportuna a inquietudes  sobre la sexualidad para niños y adolescentes, ahora se escandalizan por la incertidumbre de un chica que fue embarazada de manera  acordada y, estando ya en el séptimo mes de gestación, diga que quiere abortar, sin dar, supuestamente, ninguna explicación al papá de esa criatura, alegando además que tiene problemas psicológicos. No es extraño que sea cierto su trastorno, no sabemos qué enfrenta; querer  un hijo, buscar el embarazo, dejar que avance y de pronto insistir en interrumpir esa gestación cuando ya se está en una etapa tan próxima a un posible parto, no es sensato aparentemente; pero tampoco se le puede juzgar y menos decir, como se lo oímos a una congresista en micrófonos, palabras más, palabras menos que ¡cómo es posible que esta chica esté entre tener ese hijo o asesinarlo! Ese lenguaje violenta, discrimina, hiere. ¿Será ella la misma congresista que se rasgó las vestiduras cuando la famosa cartilla porque “su distribución entre los estudiantes, conducirá a tener sexo tempranamente y a tener relaciones homosexuales”? Es impartiendo formación integral desde temprana edad como evitamos decisiones erróneas resultado de la ignorancia, pero nuestra clase política parece que no quiere legislar bajo parámetros de Educación pertinente.