28 marzo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Montañeros en la corte del rey de Suecia

 

Por Oscar Domínguez G.

Dos paisas de tierra fría llegaron en diciembre hace treinta y seis años  a Estocolmo con motivaciones diferentes para asistir a la entrega del Nobel de Literatura a García Márquez. Lo hicieron con cargo a su caja menor. Solteros cero kilómetros, no tenían zapato que los apretara en casa.

El fallecido coronel ® Nolasco Espinal Mejía, veterano de la guerra de Corea, nacido en san Pedro de los Milagros, quería tomarse fotos con el Nobel García Márquez. Retratarse al lado de los famosos era su forma de pasar a la historia. Era famoso por ósmosis. No importa adónde tuviera qué viajar. (En  la foto que acompaña estas líneas mi coronel es el de bufanda).

El otro paisa es Nacho Martínez (de sombrero y bigote, derecha), residente en Nueva York, «made in» Santa Rosa de Osos, tierra fácil para producir chorizos, pandequesos, poetas y monseñores, en ese desorden.

Fue a hacer las pertinentes relaciones públicas ante los rostros de madera de la Academia sueca con el argumento de que para ganarse el  Nobel al que aspiraba con un libro sobre monseñor Miguel Ángel Builes, primero había que echarse al bolsillo al severo sanedrín nórdico que adjudica la opípara bolsa. (Menos este año porque fueron descubiertos casos de abuso sexual y corrupción en la Encopetada Academia Sueca. Yo aproveché para adjudicarle un nobel honorario a Jorge Luis Borges). (Lea la columna).