24 septiembre, 2025

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Mis amigos, sí hay amigos

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Por Oscar Domínguez G. (Foto)

En la Día Mundial de la Amistad (julio 30, según leo en el periódico) propongo la siguiente definición de amigo: persona a la que invitamos a bautismos, almuerzos, comidas, primeras comuniones, matrimonios (o divorcios). No hay que invitarlo al entierro. Allá estará, así la noticia del “interfecto muerto” no aparezca ni en el pasa del periódico.

Hace tiempo, elaboré mi lista de amigos de los años sesenta. Nos conocimos en Envigado. En ellos rindo homenaje a todos mis camaradas, hombres y mujeres, que en mi mundo han sido:

Vasco. Exquisito a la hora de comer y vestir. Era de esos amigos que regalaba el pescado y enseñaba a pescar. Compartir fue el verso que decidió conjugar. Era tan buena gente que necesitó dos corazones. Cuando le implantaron el segundo, no resistió la tacada. Fue recogido por el silencio, dicho sea, con su paisano envigadeño, Fernando González. “La soledad es un amigo que se va…”, le cantamos el Día de Inocentes en sus exequias en la Iglesia de Santa María de los Ángeles, en El Poblado. Hace 52 años y monedas, con su esposa bogotana, Martica Fonseca, fue uno de los cuatro padrinos de nuestro matrimonio. Aunque pensándolo bien, don Álvaro, no hay vacíos porque nos quedamos con tu amistad, generosidad, integridad a prueba de balas, sonrisa a lo Harold, elegancia hasta para pelar un tomate, capacidad de trabajo, integridad. «Nos» dejó el restaurante, «La tienda del vino», en El Poblado, donde hay guardián en la heredad con  su hijo Álvaro Sergio y señora Liz. Mientras conseguía puesto en Bogotá viví en su casa y comía en su restaurante que era una delicia. Yo pagaba en especie, haciendo las veces de mesero. Limpiaba las mesas y estaba atento a que nadie se escabullera sin pagar la cuenta. Es mi alma gemela.  No olvide todo lo que le debe a Álvaro, me recordaba mi madre.

PARRA: Era tan buen amigo el de Uramita que terminaba enamorando a nuestras novias. Hasta que una muchacha de Robledo le puso el freno de mano. Íntegro, ético, nunca se dio licencias que desdijeran de su condición de hombre de bien. Con el mohicano Parra, fabricante de zapatos, se puede contar, no hasta tres, como en el verso de Benedetti, sino hasta tres mil. Trabajador incansable, es coleccionista de baipases. Nos unían los tangos de los bares del viejo Guayaquil como Armenonville, Rodríguez Peña y La Gayola. O los de Junín. Después del cuarto trago, el abuelo Parra reencarna en Óscar Larroca.

FLÓREZ: El “Candelo”, cerebro fugado a USA, es una rumba permanente. Se podía confiar en él como en una paloma. No inventó la alegría, la sonrisa, el empuje ni el optimismo, pero les dio estatus a estos sentimientos. Eran tantos en su casa   que quien no estuviera en la mesa la a hora exacta se queda sin almuerzo o comida. Para mantenerse en forma, su familia siempre vivió cerca de médicos prestantes como el doctor Restrepo Molina o Israel Santamaría. Nos unían bambucos y boleros y los versos de su pariente, Santiago “El Caratejo” Vélez, de Titiribí. Para tener con quien hablar en el bus de ida y regreso a casa, nos enamorábamos de hermanas que fueran bellas. Las feas nunca fueron nuestro fuerte. No fuimos profetas en Envigado.

URIBE: Nos aconsejaba para que no se nos fuera la mano en vida, o sea, en bohemia. A la hora de enamorar pipiolas, nos llevaba de ventaja a Elvis Presley y a Bill Halley y sus cometas. También nos aventajaba en bluyines Lee azules y blancos que él lucía, nosotros no. Era el único de la barra que tenía amigos platudos en El Poblado. Se abstenía de presentárnoslos.  Abstemio total de trago y cigarrillo. Nunca de mujeres que chorreaban la baba por el hombre. En momentos de vacas flacas económicas, era nuestro Banco de la República.

ESCOBAR: Siempre fue generoso con lo que tenía y con lo que le hacía falta. Obrero de Coltejer lo esperábamos en el Parque de Envigado para gastarnos su quincena. Éramos tan amigos que nos enamorábamos de las mismas pipiolas. Con su pinta no dejaba nada pa’ los pobres. Nuestro himno nacional era Satisfaction, de los Rolling Stones, que solíamos escuchar en el apartamento de su hermano Eduardo, uno de los fundadores del nadaísmo. A sus espaldas, nos enamorábamos de sus bellas hermanas que nunca se enteraron de que nos sacaban el aire. Para rendirles tributo al amor y a la amistad fabricó en una época eróticas camas y muelles sillas. Con Escobar jugué las más bellas e intensas partidas de ajedrez. No nos importaba del lado de quién estuviera el triunfo o el revés. Con su esposa Rocío, fallecida, hija del Loco Mejía, de Pereira, padres de Sarita, también fueron nuestros padrinos de boda. Con los Vasco Fonseca pagaron el almuerzo de bodas en Las Acacias de Chapinero. Nuestros amigos y amigas son septiembres que caminan.

Pie de Foto: Alvarovasco, al fondo, presidiendo la escena, y este aplastateclas, en La Tienda del Vino (foto de ADD, la mia figlia).