25 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Mirando políticamente a Chile y sus reflejos en Colombia

Claudia Posada

Por Claudia Posada 

“»Hay una insatisfacción en general con la clase política y quien acaba pagando la cuenta es el partido que está en el poder», le dice Paulo Velasco, profesor de Política Internacional en la Universidad del Estado de Río de Janeiro, a BBC Mundo. Este cuadro de descontento podría completarse en 2022 con tres elecciones previstas en la región, dos de ellas en los países más populosos de Sudamérica: Brasil y Colombia””. Así plantea el escenario político, ad portas de elecciones presidenciales en Latinoamérica, un informe de la BBC Mundo tras el triunfo de Boric en Chile. 

Y continúa este medio internacional, bajo el título Las 3 elecciones de América Latina en 2022: cómo podrían confirmar el descontento en la región y dar impulso a la izquierda, diciendo: “Pero las dos elecciones que concentrarán la atención en la región este año serán las de Colombia y Brasil, por orden de calendario. (…) Con el telón de fondo de las enormes protestas callejeras de 2021 y varios retos económicos, la mayoría de las encuestas de intención de voto ponen al frente al izquierdista Gustavo Petro, un economista, exguerrillero y exalcalde de Bogotá que perdió el balotaje de 2018 ante el actual presidente Iván Duque”.  

La información de referencia presentada por la BBC Mundo, alude a una percepción ya común por igual en el sentir de los colombianos: “La derecha colombiana liderada por el expresidente Álvaro Uribe luce desgastada tras el gobierno de Duque y tal vez Petro tenga que competir con un candidato de centro como el exalcalde de Medellín Sergio Fajardo, el economista Alejandro Gaviria o el exsenador Juan Manuel Galán”. Por la trascendencia del triunfo de Gabriel Boric y el impacto en Latinoamérica, buscamos las opiniones del politólogo chileno Juan Pablo Luna, cuya reconocida solvencia intelectual y trayectoria, nos permite proyectar conceptos interesantes a la luz de opiniones que, con respecto a lo que se espera o se quisiera de la gestión de Gabriel Boric en Chile, podríamos transpolar para Colombia. Pero antes, miremos algunos datos de su perfil: Profesor titular en modalidad tiempo compartido con la Escuela de Gobierno UC (Universidad Católica de Chile) Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Carolina del Norte, Chapel Hill (2006), cuya tesis doctoral obtuvo el Premio Juan Linz a la mejor,  otorgado por la Comparative Democratization Section de la Asociación Americana de Ciencia Política (2008), al igual que en  el mismo año obtuvo una beca post-doctoral del Programa de Estudios Latinoamericanos del Woodrow Wilson Center for Scholars, lo mismo que es gestor del proyecto «Núcleo Milenio para el Estudio de la Estatalidad y la Democracia en América Latina».  

Sería demasiado pesado alargarnos más en la información biográfica del politólogo Luna, aunque la verdad sus méritos y trayectoria se extienden admirablemente, pero la dejamos hasta aquí para acercarnos a su visión; enfatizando la gran diferencia con juicios a priori de algunos opinadores colombianos que por anticipado reprochan al presidente electo de Chile.  

Gabriel Boric no se ha posesionado y  aquellos  que sin enterarse de pormenores fundamentales para construir opinión responsable con respecto a quien asumirá un mandato de muchas expectativas, ya se atreven a pronosticar “tragedia comunista”; de estos, en su mayoría, habría que decir que ni siquiera saben gran cosa sobre la historia política de Chile; por lo demás y peor, ni de lo que está pasando en Colombia se dan por enterados pues sus análisis no van más allá de preocuparse por los resultados de unas encuestas que dan porcentajes en cuanto a preferencias, más no se interesan por adentrarse en el porqué o trasfondo  de tales  resultados y proyectar objetivamente. 

Estos son entonces algunos apartes de los pronunciamientos del profesor Luna, fruto de sus análisis, según la publicación chilena Nueva Sociedad. 

“Además de lidiar con los poderes fácticos, el nuevo gobierno chileno debe salvar el proceso del estallido social y mitigar la chance de que Boric se convierta en el presidente que le entregue el poder a la ultraderecha o a un auténtico outsider dentro de cuatro años. Por los desafíos planteados, la presidencia de Boric debe asumirse como un gobierno de transición más que como un gobierno de transformación”. 

¿Qué le espera a Gabriel Boric? (…) Durante la campaña, Boric desplegó características personales que, aunque son genuinas, eran desconocidas al grueso de la ciudadanía. A pesar de su juventud, su liderazgo parece desfasado de una época en que predominan narcisistas y mesiánicos. Se trata de un líder auténticamente dispuesto a dudar de sus certezas, a pedir perdón, a abrir diálogos incómodos e improbables, con todos. Es también alguien que entiende que su suerte dependerá de poder persuadir a quienes hoy le temen. Tal vez solo intuitivamente, pero en base a esa personalidad, Boric ha ido consolidando la capacidad de transmitir que se puede dialogar y negociar con quienes hay que hacerlo, sin necesariamente arriar principios ni el compromiso con los cambios que el grueso de la ciudadanía espera”.(…) A pesar de todos estos activos, el gobierno Boric será dificilísimo. La dificultad no deriva de la «radicalidad» de la demanda ciudadana, como afirma el latiguillo de una derecha desnorteada (la gente entiende que los cambios no serán inmediatos pero la elite chilena parece seguir sin comprender que en política lo simbólico importa tanto o más que lo estrictamente material), sino de otras características de Apruebo Dignidad (AD, coalición triunfadora) y del contexto que enfrentará el gobierno”. 

Sobre la coalición que llega al poder político chileno, Luna dice: “Más allá de sus fortalezas relativas, en términos de su estructura política, Apruebo Dignidad tiene las debilidades propias de un sistema de partidos socialmente desarraigado. Con algunas excepciones puntuales, sus liderazgos son mucho más de aire que de tierra y carecen de capacidad para vertebrar y canalizar intereses y conflictos que hoy cruzan a la sociedad chilena. Aunque pueden generar palizas electorales, como la que acabamos de ver en Chile, los liderazgos sustentados en el aire son por definición evanescentes. Más aún, cuando una fracción no despreciable de sus votos fueron más anti-Kast que pro-Boric. A su vez, Apruebo Dignidad llega a La Moneda (Palacio de gobierno) con una evidente escasez de cuadros propios para la acción de gobierno, por lo que deberá recurrir (evitando «contaminarse») a cuadros prestados o a independientes con know-how sectorial, pero carentes de oficio político y de experiencia en la gestión del Estado”.  

Miremos las evidentes semejanzas entre opiniones expuestas por fracciones de ideologías opuestas, visibles en el país austral y Colombia: “La economía política de esos proyectos de reforma también juega en contra. La construcción del imprescindible pacto social que se requiere para avanzar hacia un modelo de desarrollo que combine crecimiento económico, sustentabilidad medioambiental y un piso de derechos sociales garantizados supone amenazar a grupos de interés tan poderosos como miopes. El empresariado chileno, sus medios de comunicación y sus think tanks más influyentes, solo parecen vislumbrar dos escenarios posibles: o se mantiene «el modelo» o Chile se transforma en Cuba, Venezuela o Corea del Norte. Si bien tras el estallido social de 2019 el sector empresarial hizo una leve autocrítica y generó algunas señales de apertura, su posición durante la campaña electoral refleja que, ante el primer desafío, su tropismo los domina al punto de nublar toda racionalidad. Lo que para empresarios extranjeros y prensa internacional era un liderazgo de extrema derecha, para buena parte de los locales aparecía como la tabla de salvación ante la «amenaza comunista»”. 

Y aquí vienen conceptos que semejan o se enmarcan en un posible resultado para Colombia, suponiendo que no sean la derecha ni los centros, los triunfadores en nuestro país el 29 de mayo venidero: “La suerte del gobierno también dependerá, finalmente, de lo que tenga en frente. La derecha deberá administrar una derrota costosa. Con contadísimas excepciones, tras la primera vuelta, quienes hicieron gárgaras durante años con la centroderecha, la derecha liberal y la derecha social, abrazaron pragmáticamente a un liderazgo retrógrado y carente de profundidad en términos de su proyecto de país. Reconstituir la credibilidad de un proyecto de derecha comprometido con la democracia es clave, no solo para ella misma, sino para la estabilidad institucional. Pero hoy carecen de liderazgos que puedan hacer ese tránsito rápidamente. Quien abrace la autocrítica y entienda que es necesario participar constructivamente de la negociación de un nuevo Chile, podrá eventualmente erigirse como puntal de una derecha democrática. El gobierno de Boric tiene la posibilidad de habilitar esa opción, abriéndose también al diálogo y a la negociación con las fracciones constructivas de la oposición”.  

Para no quedarnos como en punta, hay que decirlo: Boric y Petro pueden representar un ideario semejante; pero sin duda, ni los orígenes de sus respectivas actividades políticas, ni la personalidad que se percibe en ellos, ni sus recorridos y trayectoria pueden compararse. No solamente los distancia la edad, también difieren en características determinantes que parecen definir un estilo de gobernar. Lo indudablemente semejante es el sentimiento que ha movido marchas en el país del sur del continente, como en Colombia; además, cómo las han enfrentado desde la institucionalidad para disolverlas; distintos sí, los logros alcanzados por el pueblo de Chile. Dos mandatarios, el de los chilenos, que entrega en pocas semanas, es el centroderechista Sebastián Piñera, dueño de inmensa riqueza, desde antes de llegar al poder, y dueño de sus decisiones; el nuestro, Iván Duque, preso de sus indecisiones e inmadurez política.