16 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Minería en el Carmen de Atrato: Oportunidad o Réquiem 

Por Francisco Luis Valderrama A 

Opera en El Carmen de Atrato la empresa El Roble, propiedad mayoritaria de ATICO MINING, multinacional canadiense. Explota cobre oro y otros minerales. La familia del gobernador de Antioquia, Aníbal Gaviria, es propietaria del 5% de sus acciones. Este señor, que se duele, con razón, de los estragos causados por la minería en el bajo cauca antioqueño, no dice nada respecto a los que ocasiona la compañía de la cual es accionista.

En la actividad minera suelen concurrir características tales como precarias condiciones y tercerización laboral, afectación ambiental, social y visual, agotamiento de recursos hídricos, impactos en la salud, deterioro de infraestructura urbana, desprecio por estándares sociales, mínima valoración de personas y naturaleza, contaminación perpetua por acumulación de residuos tóxicos, y la peor de todas, dividir a la comunidad.

Muchas de ellas están presentes en El Roble. Es preciso reconocer que su actividad es legal, genera empleo y tiene reconocimiento del estado. Pero es una legalidad de papel. Legales eran la inquisición, la segregación racial y la esclavitud, como es legal hoy la guerra contra las drogas. Y en nombre de esa legalidad se cometieron y se cometen las peores atrocidades. La legalidad no nace de la justicia sino del poder. La minería responsable, si no está acompañada de un serio compromiso ambiental y social, no pasa de ser un concepto académico.

En la actualidad se adelantan actividades de prospección en el sector El Carmelo, que provee de agua al casco urbano, así como en la vereda La Argelia, despensa agrícola de la región. Si como resultado de esa exploración a El Roble la va bien, al pueblo le irá muy mal, porque su futuro será seriamente impactado.

Es nociva la minería que en el papel cumple las normas, pero en la práctica diaria las ignora o burla. La de El Roble tendría que significar beneficios para los dueños por supuesto, pero también un compromiso responsable con la región de la que extraen su riqueza. Si ha de existir, que por lo menos sea una producción limpia, pague regalías y no límite su responsabilidad social a limosnas y asuntos menores. El pueblo merece beneficios de largo plazo por la extracción de la riqueza de su subsuelo. La eventual ampliación de la concesión que hoy pretende El Roble jamás se debería dar en las leoninas condiciones que hasta hoy han imperado.

Muchos ciudadanos, bien intencionados, pero pobremente informados, apoyan una actividad que en las condiciones actuales solo va a dejar un Carmen de Atrato arrasado ambiental y socialmente. ¿Es esa una herencia deseable para las próximas generaciones? Vale la pena que se pregunten si la bonanza de hoy será sostenible en el medio y largo plazo.

Reviste especial gravedad la existencia de una puerta giratoria entre la mina y la alcaldía.  Desde hace tiempo, los alcaldes, casi sin excepción, son extrabajadores de la mina y/o reciben su apoyo electoral. Una condición mínima que la ciudadanía debería exigir de sus candidatos a alcaldía y concejo municipal es independencia frente a la empresa minera. El Carmen necesita lideres con vuelo propio, capaces de impulsar una cultura que permita al pueblo su supervivencia cuando los recursos naturales se agoten, lo cual ocurrirá más temprano que tarde.  Debería ser motivo de profunda reflexión el hecho de que el pueblo sea hoy minero dependiente.

Para resumir: en las propias goteras del pueblo, El Roble ha depositado cerca de TRES MILLONES DE TONELADAS de desechos industriales y residuos nocivos cerca al lecho del Rio Atrato, declarado sujeto de derechos por la Corte Constitucional pero convertido en rey de burlas por las autoridades e instituciones encargadas de hacer cumplir la sentencia. Imaginen los carmeleños 150.000 volquetas de veinte toneladas descargando desechos en la cuenca del rio, literalmente encima de sus casas.

Una ecuación perversa: La riqueza extraída va al exterior, los desechos se quedan en el pueblo y amenazan su propia existencia, no hay pago de regalías por el cobre extraído porque un inciso, hábilmente argumentado por quienes se lucran del negocio, ha permitido hasta el momento evadirlas y para completar el sombrío cuadro, El Roble pretende ampliar la concesión.

Sería terrible que con El Roble ocurriera hoy lo que ocurrió en su momento con la tristemente célebre Chocó Pacifico que arrasó con buena parte de la región del San Juan: Vino, depredó, destruyó, corrompió, se enriqueció y se fue.  Esperemos que la compañía minera recomponga su actitud empresarial frente a las necesidades colectivas. De lo contrario solo quedara elevar un réquiem por nuestro entrañable pueblo.