Escrito por Andrés Dávila
Razón Pública
*Politólogo, maestro y doctor en ciencias sociales de la FLACSO, México, profesor titular de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana.
Los primeros pasos del gobierno frente a la Fuerza Pública anuncian cambios de fondo en el papel de los militares y los policías, la concepción de la seguridad y la relación entre civiles y uniformados. Antecedentes, razones y tensiones del remezón que ya está comenzando.
La espada del poder civil
El triunfo de Gustavo Petro y su posesión como presidente de la República ha tenido múltiples, complicados, esperanzadores y contradictorios simbolismos y significados.
No obstante, un ámbito particularmente sensible en lo simbólico, lo ideológico y lo programático es el de la seguridad y las relaciones que se han establecido y se desarrollarán entre el actual gobierno, particularmente el presidente y su ministro de Defensa, la cúpula militar y policial, y el aparato militar-policial o de la Fuerza Pública.
Una primera constatación, incluso con los desafortunados trinos del general Zapateiro y su ejercicio de desnudarse, no en Soho sino en Semana ante una pseudoperiodista, es la de la subordinación de nuestras fuerzas y de sus cúpulas profesionales ante el poder civil, la democracia, la Constitución y, por esas vías, el presidente y su ministro de Defensa.
Esto se acabó de constatar el día de la posesión con el cumplimiento de la orden de llevar la Espada de Bolívar a la Plaza, contrariando la decisión del saliente presidente (¿cómo es que se llamaba?) y, después, con el reconocimiento en la Plaza de Armas, cuando marcharon al paso la cúpula vigente y el nuevo presidente. (Lea militares).
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