
Por Oscar Domínguez G. (Foto)
Nota: Este 4 de octubre, día de San Francisco de Asís, patrono de los animales, sugiero recordarlo con unas líneas sobre los gatos. El poeta Roca llama al gato “ese anarquista de los tejados”. En la foto, el gato Pecas, talismán o arma secreta de El Central, el granero o tienda más viejo de Antioquia, ubicado en la plaza principal del municipio de El Retiro desde 1916. od
El gato es el único cuadrúpedo que vive en vacaciones perpetuas. Nace y ya está jubilado. Es el indiscutido rey del “dolce far niente”. Lo llaman para que no haga nada y está durmiendo.
Gato es el otro nombre del silencio.. P Caminan con silenciador en cada pata. Por ese motivo, estas alfombras de silencio no se sienten. Al gato hay que sospecharlo. No inventaron el anonimato: le dieron estatus. Saben que el gato solo bien se lame. No solo el buey.
Cuando irrumpe un ladrón en casa, en vez de “ladrar”, los gatos asumen que el intruso es algún remoto amigo de la familia, o alguien próximo al árbol genealógico, y siguen durmiendo. Lo mismo les da. Acompañan al ladrón a que vacíe la casa.
Un gato es doméstico por convención, no por convicción. No marca tarjeta, no acata órdenes, no nada, como el grumete. En cambio, desde su óptica fosforescente, el hombre es gato para el gato. Lo manipula con un coctel de desprecio mezclado con desdén y gotas amargas. Es como una amante exótica que pide mucho y suelta poco. Un gato no da ni la hora de la semana pasada.
Escasamente, le permite al hombre vivir en su casa (en la del gato). El otro que pague arriendo e impuestos, barra, trapee.
Los gatos son la contraria del pueblo: empiezan haciendo el amor y terminan decretando la guerra; hombres y mujeres ven un ratón y se asilan sobre un taburete. Un gato arregla el asunto gastronómicamente: convierte al pusilánime roedor en bisté a caballo.
El gato es el logotipo de la pereza. Este felino no camina: se aburre sobre cuatro patas, las mismas que necesita para burlarse del mundo. Vive en la eternidad del instante, escribió Borges. En realidad, para los gatos todos los días es martes 13. De allí les viene la longevidad de sus siete vidas. Hay gatos marrulleros: se suicidan de una de sus vidas, pero siguen tan campantes disfrutando de las demás.
Los gatos no se condenan ni se salvan. Reencarnan en ellos mismos. Mientras van liquidando sus existencias siempre que caen, caen parados, como ciertos políticos. Imposible un gato con estrés. ¿Quién ha visto un micifuz de estos en un baño turco, al borde del infarto, yendo donde el siquiatra de la prepagada?
Pocón de gatos callejeros. Viven en buena casa, sin pagar siquiera en fidelidad a sus amos. Esas minucias subalternas se las dejan a los perros, sus genuflexos antípodas. Por eso se repelen.
No les duele una muela. Se burlan de la urbanidad del venezolano Carreño con su lavado del gato. Nunca han entendido por qué al bobo sapiens le dio por hablar de que no se debe meter gato por liebre. Las comparaciones les parecen odiosas.
Son mimados a morir. Un gato es una manifestación de pucheros. Creen que se lo merecen todo. Todos los gatos quisieran reencarnar en Garfield, el otro yo de toda la felinidad.
Hubo conclave de gatos cuando decidieron escoger su esperanto o grito de guerra. Entonces nació el miauuuuu…
Pies de fotos: 2. San Francisco y el lobo (Iglesia de La Porciúncula en Bogotá)
1. El gato Pecas se consiente en el parque principal de El Retiro antes del ataque aleve que sufrió por parte de un perro que iba acompañado de su mascota de dos pies. Calla la Sociedad Protectora de Animales del municipio.


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