24 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Mi sermón de las siete palabras

Jorge Alberto Velasquez Pelaez

Jorge Alberto Velásquez Peláez 

Soy cura frustrado por dos razones: una, porque en mi casa no me dejaron ser sacerdote escolapio a pesar de haber sido un excelente alumno de las enseñanzas de San José de Calasanz, y la otra, porque si me lo hubieran permitido, quizás yo no hubiera aceptado la absurda exigencia de la castidad; no fui pues sacerdote, y lamentablemente por ello no tengo un bonito escarabajo Volkswagen ni una pequeña finca, tampoco una amiga monja que me acompañe en momentos de meditación, y el país tal vez perdió la oportunidad de tener el segundo papa latinoamericano. Pero tengo pasión cristiana, corazón generoso y sensibilidad social, y por ello, he querido en esta columna compartir con Ustedes mis propias Siete Palabras, como reflexión para la Semana Mayor. 

Primera Palabra, «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Perdónalos, son colombianos, y por ello conceden prioridad nacional a la búsqueda de candidatos presidenciales, con miles ya apuntados y haciendo fila, mientras el país es pandémico sin vacunas y nadie sabe cómo aplicar las poquísimas que existen, registrando hasta el momento más de 60 mil muertos que solo sus familiares lloran; la ineficiencia del presidente Duque y su pobreza como estadista han sido inspiradoras para que una gran cantidad de mediocres aspiren a reemplazarlo en ese cargo, quizás con el siguiente argumento: —si él pudo, ¿Por qué no yo?—.  

Segunda palabra, “hoy estarás conmigo en el paraíso”, le dijo Jesús a Dimas, uno de los ladrones que lo acompañó en la crucifixión. Esas mismas palabras son las que los gobernantes, congresistas y funcionarios colombianos dicen después de sus triunfos electorales a quienes los apoyaron con sus aportes económicos para la elección en un determinado cargo, no por ser inteligentes, decentes, o por estar dispuestos a servirle al país, sino porque aseguran que un peso invertido en campaña se pueda convertir luego en cinco pesos mediante contratos, posiciones burocráticas, juntas directivas, u oscuras concesiones. “Mañana estarás conmigo en el paraíso”, les dicen hoy los candidatos presidenciales a quienes estén dispuestos a llevarlos al más alto cargo nacional, y también los aspirantes al congreso, y más adelante, vendrán los mandatarios regionales. Esa es la democracia.  

Tercera palabra, “Mujer, ahí tienes a tu Hijo…, Hijo, ahí tienes a tu madre”. Es la herencia que se deja, L’ereditá, diría un italiano. Colombia, ahí tienes a los que te han robado, tú los conoces y sabes que lo siguen haciendo, y sabes también que después, en su retiro, cederán sus posiciones y altos cargos a quienes seguirán haciendo lo mismo, gracias a ti, Colombia, pues tu sabrás elegir a los nuevos como lo hiciste una y otra vez con los que se despiden. Ahora piden tus votos, y llámense Federicos o Mateos, todos son iguales, aunque aparenten disputas morales y éticas entre ellos. Y tú Colombia, tienes ahí a ese horrible hijo tuyo, ese monstruo político, al cual poco le preocupas tú, como madre.  

Cuarta palabra, “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me Has abandonado?” Es la voz del pueblo, la que no se escucha por ser la más débil, la de la desigualdad e inequidad, la de los trabajadores independientes y pequeñas empresas a quienes sí ha afectado la pandemia, la de los pobres con su permanente desempleo, la de los líderes sociales desprotegidos, la de los pensionados atropellados, la de quienes sufrirán más por la próxima reforma tributaria. Es la voz de aquellos cuyos votos para elecciones serán pretendidos en pocos meses por quienes representan a la perversa política que tiene herida de muerte a Colombia.  

Quinta palabra, “Tengo sed”. No es la voz de Jesús a la que me refiero, sino la voz de la corrupción en Colombia, de una corrupción que se encuentra muy bien alimentada, pero que, sin embargo, sigue teniendo hambre y sed, y quiere más pues es insaciable, y para satisfacerla hay que aprobar nueva reforma tributaria, pues es de la única manera que se podrá cumplir con compromisos previamente establecidos con quienes viven de esa corrupción, que nos roba a los colombianos el 17% del presupuesto nacional, o sea más de 50 billones de pesos anuales. 

Sexta palabra, “En tus manos encomiendo mi espíritu”. Es la expresión de la desesperanza, es la voz de una nación que parece olvidar sus enormes problemas sociales, su crisis económica, y el vergonzoso manejo al control de la pandemia, para concentrarse en la política, en histéricas palomas y pujantes delfines, en incompetentes mandatarios que fueron regionales y ahora quieren ser nacionales, en caudillos políticos que defienden sus latifundios electorales. Esta bella Colombia está herida y muere, no solo de coronavirus, y encomienda su espíritu a Dios.  

Séptima palabra, “Todo está consumado”. 7 de agosto de 2022: gracias a la pobre gestión del gobierno del presidente Duque, a la polarización política, al atropello a pobres y pensionados, a las reformas tributarias, a quinientas razones más, y a la mediocridad de los candidatos presidenciales, Gustavo Petro es el nuevo presidente de los colombianos. Todo está consumado.