Por Enrique E. Batista J., Ph. D.Â
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Quiso el Dios Creador que el paraÃso terrenal estuviese en tierra fecunda rodeada por dos caudalosos rÃos, el Éufrates y el Tigris, en «La Medialuna de las Tierras Fértiles». Desde entonces, amparados por los beneficios abundantes de los rÃos, surgieron y florecieron, nutridos de fertilidad, los primeros conglomerados humanos y también las primeras civilizaciones.
Como si fuese por mandato divino, los rÃos han sido esenciales para la vida en el planeta. Bien se puede afirmar que la historia se ha escrito alrededor del agua. Sin agua, la tierra es improductiva y también los humanos. Fueron los rÃos fundamentales para la creación de sociedades agrÃcolas y para conectar ciudades, crear y fomentar el comercio con los excedentes de alimentos. Desde los orÃgenes mismos de la humanidad, ellos han sido base del sustento alimenticio y del trabajo para grandes núcleos de la población.
Pero, los rÃos también han sido consumidos, sobreexplotados y agotados en la riqueza y bienestar que llevan en sus torrentes a lo largo de sus cauces. Han sido agotados los rÃos como vital recurso mediante insensatas acciones y decisiones reiteradas y prolongadas en el tiempo para privilegiar ciertos modos de vida en las ciudades, haciendo caso omiso, con ojos ciegos, oÃdos sordos, negligente entendimiento y olvido cultivado, sobre la riqueza de los rÃos y de la esencia vital que, en su rumoroso y constante fluir, tienen para la salud humana y el mejorestar general. Los rÃos no pasan con intención neutra por valles y praderas, no construyen meandros en vano, no avanzan a su conocida desembocadura de modo frÃvolo; ellos, a cada paso, muestran sus mensajes de plenitud y abundancia para todas las formas de vida. Los rÃos no se ignoran o se tratan con descuido o desdén; por el contrario, se precisa siempre agradecer su eterna presencia y su alegre y fructÃfera compañÃa.
Tan importantes han sido los rÃos que para muchas civilizaciones fueron, y siguen siendo, sagrados. Ellos tienen el mensaje de las divinidades. El agua es bendita; se emplea en las comunidades cristianas para formalizar, mediante el bautismo, el ingreso de los nuevos fieles. También es el agua bendecida para otra variedad de ritos y costumbres religiosas. El agua puede dar lugar a variedad de epifanÃas, como la que se dio con la conversión de ella en vino en la boda más conocida en la historia.
Pero, no solo los humanos se benefician con el agua de los rÃos, sino también los animales y plantas que viven en ellos o en sus amplias zonas de influencia. Los rÃos crean una variedad importante de ecosistemas que, cuando se les atropellan, se destruyen sus fuentes o se contaminan sus aguas, queda afectada por años incontables la calidad de vida de los humanos, asà como la extinción de las muy diversas formas de vida presentes en cada rÃo y en las muy extensas zonas sobre las cuales ejerce positiva influencia.
Fue, es y será insensato, perturbar el curso normal de la vida de un rÃo y trastornar también los ecosistemas, páramos, montañas nevadas, glaciales y manantiales de los cuales surgen para iniciar un curso de distribución nada egoÃsta con sus beneficios del agua. Un rÃo es una red extraordinaria de que aporta la naturaleza; a ellos se suman otros como tributarios; son alimentados por infinidad de quebradas y arroyos. Con sapiencia natural crean fructÃferos humedales en los que consignan transitoriamente sus aguas.
Los rÃos tienen vida; fallos jurisprudenciales han determinado que ellos son sujetos de derechos, como lo es la red acuática completa de quebradas, manantiales, ojos de agua y arroyos con las especies vivas que en ellos habitan. «Mi RÃo», «Tu RÃo», «Nuestro RÃo», tiene vida y es vital para la conservación de la nuestra.
Esa inmensa red de vida concurre con su generosidad para suministrar agua potable a una humanidad siempre sedienta; ella acoge a los animales que contribuyen a la saludable configuración de los ecosistemas que son básicos para todas las especies vivas, a la vez que, con el ciclo del agua, contribuye al régimen de lluvias que permite que los bosques crezcan, que las cosechas sean productivas, que la pesca sustentable satisfaga necesidades de la población, que animales de las diversas especies, acuáticas, anfibios, aves y especies terrestres crezcan, que los bosques, árboles y plantas den sus frutos y que otra amplia variedad de animales se beneficie del uso del agua y de los productos que ella facilita.
No se sabe de ningún animal que perturbe el curso normal de los rÃos, de sus afluentes o de la red acuática en su totalidad. Pero, la alegrÃa de vivir del rÃo, por el rÃo, al lado del rÃo, con el beneficio del empleo sensato de sus aguas, permite contribuir al bienestar y felicidad de todos los seres vivos en el planeta. Esa perturbación ha ocurrido, a guisa de progreso, con la canalización de sus cursos, asà como los de quebradas y arroyos. A estas intervenciones se agregan aquellas que, con el crecimiento de las poblaciones urbanas y de los procesos de industrialización, han llevado a que se hayan convertido en recipientes pasivos de desagües putrefactos, llenos de contaminantes quÃmicos, antibióticos, plásticos (y partÃculas de microplásticos), además de los desperdicios biológicos de los humanos.
Siempre se ha dicho que el rÃo tiene memoria que, aunque su curso normal sea artificialmente alterado, el que han labrado por eones, buscará regresar a su camino tallado y trabajado con la fuerza de su movimiento hacia otros rÃos, hacia lagos o al mar. Los rÃos, en su sapiencia, generan los playones o llanuras de inundación, las que amortiguan los efectos que pueden tener las riadas en épocas de intensas lluvias; llanuras en las que, de manera impropia, se han construido poblados y ciudades en las que los rÃos causan grandes daños, como inundaciones, destrucción de propiedades y de cultivos, y pérdidas humanas, además de las cuantiosas pérdidas económicas. Sobre tales llanuras, que amortiguan con humedales o lagunas transitorias, se han sobrepuesto también carreteras, plazas de toros, campus universitarios, edificios estatales, barrios enteros, conjuntos residenciales multifamiliares, centrales hidroeléctricas, todo ello con profunda afectación de los ecosistemas y de la vida que estos albergan y sustentan.
Se precisa entonces hablar de «Mi RÃo», de «Tu RÃo», asà en primera y segunda persona del singular, y de «Nuestro RÃo», también en mayúsculas, en la primera persona del plural. No hará falta decir y destacar que los esfuerzos por la sanidad de los rÃos, de sus ecosistemas conexos y de la salud y seguridad de las poblaciones humanas y de los animales, implican actuación colectiva pronta y con conciencia plena para lograr las acciones y comportamientos que aseguren que se mantenga la sanidad de los rÃos y que se corrijan los terribles actos que se han cometido contra ellos, seguramente guiados por la ilusión de la llamada «modernidad» y del progreso.
Una modernidad que ha significado la destrucción de un patrimonio colectivo, fÃsico, ambiental y cultural, de valÃa para todos. Modernidad, que aparte de los daños ambientales, ha significado para muchos la tragedia, la pobreza, la pérdida de bienes materiales, de cultivos y, también año tras año, de muchas vidas, causadas por esa supuesta modernidad que se les ocurrió a algunos para transformar rÃos, patrimonios culturales e hidrográfico, en pequeños canales. El curso natural, que parecÃa molestar a algunos, dejó de serlo; fueron aprisionaron entre canales de cemento y se deshicieron de ellos y de toda la red de arroyos y quebradas afluentes. A continuación, algunos se apropiaron de las llanuras de inundación para proyectos de propiedad raÃz. En cada caso, se deshicieron de los rÃos, de la abundancia de vida en ellos y de su influencia en los vastos terrenos, de su provechosa influencia.
El «Fondo Mundial para la Naturaleza – WWF» destaca que algo más de la mitad de los 500 principales rÃos del mundo tienen altos niveles de contaminación. (https://tinyurl.com/363887mr). Contaminación que incluye toda clase de basura, electrodomésticos, aceites de motores, pesticidas, colchones, mobiliario, materiales de construcción, llantas, entre otros.
A toda esa basura que recibe y sufre de manera inmisericorde «Mi RÃo», «Tu RÃo», «Nuestro RÃo», se agrega la de los metales, como el plomo y el mercurio. De este último, en Colombia en un solo año se arrojaron 205 toneladas, afectando la calidad del agua que debe ser potable, para consumo y riegos y, con ello, la salud pública. A esto se agrega el envenenamiento de las especies vivas que ellos albergan. (https://shorturl.at/7JXRr, https://shorturl.at/DtyOa).
El rÃo se ha convertido en el rÃo de nadie; pasó al olvido, aunque haya estado ahà a la vista de todos, un objeto estorboso, propio para el desagüe de las inmundicias de la ciudad. No ha importado si el rÃo es sagrado para algunas religiones. Han dejado de ser «Mi RÃo», «Tu RÃo», «Nuestro RÃo».
Hay rÃos muy conocidos que tienen altos niveles de contaminación como el RÃo de La Plata, el Ganges, el Mekong, el Nilo y el Yangtzé. Todos con importancia crÃtica en los respectivos paÃses. En Colombia, se puede mencionar al rÃo MedellÃn
Un juvenil y muy exitoso alcalde de MedellÃn, con una visión clara de la importancia de preservar al rÃo con la red completa de todos sus arroyos y quebradas afluentes, para promover y conservar ecosistemas y el bienestar y la salud de la ciudadanÃa, creó una entidad de muy alto nivel bien denominada «Mi RÃo»; asÃ, con énfasis posesivo, para que todos, gobernantes y ciudadanos, entendieran que el rÃo es una posesión y un bien colectivo. Varias décadas después, el hoy exalcalde continúa invocando a gobernantes y a toda la ciudadanÃa para que cuiden y protejan todo el sistema acuático del rÃo que cruza por toda la mitad del valle en el que se encuentra la ciudad y que, con el conjunto de acciones colectivas, se eviten las recurrentes catástrofes y se mejore la calidad de vida de todos en la ciudad.
Ahora, en medio del descuido y del abandono del rÃo, desde hace un cuarto de siglo se ve, cada 25 de septiembre «El DÃa Mundial de los RÃos», a un solitario, idealista, quijotesco y algo quimérico defensor del rÃo, navegar toda su cuenca en una frágil barca, de endeble material, acompañado por centenares de paticos y pollitos amarillos, de lo que se usan en las bañeras, para significar con ellos la vida que se desea en el rÃo y, a la vez, clamar por la atención de gobernantes y de toda la ciudadanÃa sobre la necesidad de recuperar la salud del rÃo para que cada uno pueda llegar a decir que ese cuerpo de agua, con toda su cuenca, es «Mi RÃo», «Tu RÃo», «Nuestro RÃo». El rÃo de todos.


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