6 julio, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Médicos influencers

Carlos Gustavo Alvarez

Por Carlos Gustavo Álvarez 

Volvía del Fruver caminando por la calle, como cuando uno vuelve del Fruver caminando por la calle, cuando de pronto: mi amigo Cecilio Rodríguez. Nos conocimos en el colegio hace más de 50 años y no entiendo por qué inextricable cábala del Universo nos seguimos encontrando en la calle, siempre para tomarnos un tinto y hablar las mismas pendejadas. 

No se llama solo Cecilio. Cuando nació, su padre quiso brindar un homenaje al prohombre, cónsul, poeta y gran orador romano Quinto Cecilio Metelo. No se lo cambió por respeto a la inspiración de su progenitor, pero se dejó el condensado Cecilio, aburrido de contestar que no sabía dónde estaban los otros cuatro y del Metelo, ni se diga… 

Ya íbamos a separarnos como Mickey Mouse cada uno pa’ su house, cuando Cecilio indagó qué llevaba en la bolsa del Fruver. 

–Frutas y verduras –le dije–. Fruver. Lo que las doctoras nutricionistas recomiendan comer a nuestra edad… Papaya, aguacate, tomates… 

–“¿Tomates?” –me dijo, poniendo una expresión similar a la del caballo “Incitatus”, cuando el emperador Calígula quiso nombrarlo Cónsul. Costumbre, por cierto, común desde antes de Cristo al designar animales en cargos públicos y que se conserva hasta nuestros días. 

Quedé lívido. Y entonces Cecilio me espetó que era cierto que los tomates ofrecían beneficios antioxidantes, diuréticos y servían para proteger los ojos, como las zanahorias (Bugs Bunny va a cumplir 94 años, y solo usa gafas cuando se disfraza). Pero que también producen ardor estomacal y reflujo gástrico y pueden afectar a personas con problemas renales, por más rico que sea comerlos en muchas variedades. 

–Tampoco –le dije–. Ni que me los fuera a empacar todos de un solo golpe. 

Cecilio obró con sabiduría ante la cruel incertidumbre. 

–Yo, de usted, Álvarez, consultaría al doctor Oswaldo Restrepo, al doctor Carlos Jaramillo y al doctor Bayter, por lo menos. Y con sus eruditas opiniones, me formaría una idea científica, académica, proba, antes de comérmelos. No estamos para jugar con nuestras vidas. 

–¿Quiénes? ¿Son de la Santa Fe? ¿De Marly? ¿De la Reina Sofía? ¿De la Cardio Infantil? ¿Están en el Directorio Médico de Colmédica? ¿Me atenderían un poco más de 15 minutos? 

Cecilio pasó a explicar que los tiempos digitales han traído a la vida de las personas comunes y corrientes, pero con un smartphone, una tablet o un computador, a los Médicos Influencers. Han puesto los abstrusos conceptos de los galenos al alcance popular (a quién no le tocado un facultativo que cuando explica lo que uno tiene, uno se queda en Babia), con solo consultar YouTube, Instagram, Facebook y otras redes sociales. 

–Gracias a ellos –dijo Cecilio–, se entiende mejor qué comer y que no, se conoce el cuerpo, se sabe sobre las enfermedades. ¡Qué sería de nuestras vidas sin los Médicos Influencers! 

Volví a casa. Lavé los tomates. Los puse a secar. Y mientras tanto, entré a YouTube a buscar al doctor Restrepo. Tiene 4.2 M de suscriptores en su canal, este cirujano de la Universidad Pontificia Bolivariana de Colombia. Y toda mi tranquilidad desapareció cuando él apareció en el vídeo titulado “Cuidado si comes tomates”. Preguntó si el tomate era una fruta o un vegetal, contó que era la más consumida en el mundo (fruta, por cuestión de género, aunque otro Médico Influencer dice que es una verdura) y previno que tenía un tóxico supremamente peligroso. ¿Quiénes podrían consumirlo y quiénes no? 

El tomate tiene nutrientes. Fibra. Grasa saludable. Proteínas. Agua abundante. Retinol. Betacarotenos. Vitaminas. Minerales. Antioxidantes. Tiene Licopeno, que reduce los niveles de colesterol malo. Y cuida las células de la retina. ¡Dios bendiga al tomate! Pero no. Nada es perfecto en el mundo. Pilas con las personas que tienen insuficiencia renal: tomate poquito por culpa del potasio. Aumenta la acidez. La sustancia poderosamente tóxica (sobre todo en los verdes) es la solanina (también la producen las papas y las berenjenas, como una forma de defensa natural). 

Cogí los tomates secos. Los guardé. Celebré lo que me enseñó el doctor Restrepo. Pero necesitaba más elementos clínicos. ¿Quién podría salvarme? El doctor Carlos Jaramillo. Tiene 4.4 millones de suscriptores en YouTube, 2.2 millones en Facebook y 1.8 millones en Instagram. ¿Qué decía el famoso doctor Jaramillo del tomate? Con 82.000 vistas, ahí estaba el reciente vídeo “¿El tomate acaba con el colesterol y la hipertensión?” Pues, sí. El doctor Jaramillo, hablando como de visita, ahí, en la sala, confirma lo dicho por el doctor Restrepo. Pero le agrega una llamada de atención sobre el ácido oxálico y la mezcla del licopeno con el hierro. Ustedes me entienden. 

A los pocos días, Paola, tan querida, que ayuda en la casa, me preguntó que esos tomates qué. Quieta, le dije. “Ya casi tengo la información completa”. Ella siguió en lo suyo, acostumbrada a que yo le conteste así. Y yo me fui a ver el canal del doctor Bayter superstar. Él creó el Método DKP. La Dieta Keto. Su página web no tiene nada que envidiarle a la de Taylor Swift. Y lo único que le falta es Taylor Swift. Ha denigrado de la yuca y del banano y glorificado el consumo de chicharrón. En Tik Tok tiene vídeos de tomate, pero no le vi nada en YouTube. 

Dolorido, fastidiado de este viaje de la vida y cansado de no saber qué hacer con el tomate, iba nuevamente por la calle cuando me encontré con mi amiga Nélida. Rápidamente pasamos al tomate. Nélida es una inveterada seguidora de YouTube, en donde ha aprendido muchas cosas, créanme, y me prometió consultar a dos lumbreras en sus canales: Nazareth Castellanos y Marian Rojas Estapé, comunicándome, a las pocas horas, que lo sentía mucho, pero no. Había hallado mucha neurociencia, en una, y mucho cortisol, en otra, pero nada del tomate. 

¿Por qué no estaba Hilda Strauss y cómo encontrar a Lucía Náder en quienes tanto confiaba cuando las veía en TV? 

Busqué por todas partes para saber si me comía los tomates. ¿Será que busco una cita con el presidente? Si sabe tanto de cambio climático y del aguacate Haas, tiene que saber de tomates. Pero no tengo paciencia para esperarlo cinco horas. Y que no llegue. 

–Se dañaron los tomates –me dijo Paola días después, mostrándome unos despojos frutales vino tinto negruzco, arrugados y adustos. 

–Afortunadamente no me los comí –respondí indiferente y sin ninguna convicción. 

Salí a la calle. Si me encuentro con Cecilio… Y, en fin, ¿qué culpa tiene el tomate que está tranquilo en la mata?