
Por Iván de J. Guzmán López
El pasado martes 22 de abril de 2025, el gobierno dio a conocer 12 preguntas que serán incluidas en una posible consulta popular, iniciativa que Petro llevará el primero de mayo al Senado para pedirle que convoque ese mecanismo de participación popular, pues es la cámara alta la que debe dar el visto bueno. El embeleco de la tal consulta, no es más que una argucia costosa que desconoce al parlamento colombiano, en la medida que la reforma laboral que se quiere revivir mediante el mecanismo de consulta popular, ya había sido hundida quince días atrás, después de casi cinco horas de debate en la Comisión Séptima del Senado, con ocho votos por el sí y seis por el no. hundió la reforma laboral, uno de los proyectos. Los ocho senadores que radicaron la ponencia negativa, semanas atrás mantuvieron su postura y lograron darle fin a este proyecto, que entre otras cosas, sostenían los expertos, “es un golpe letal al empleo y aniquila a las empresas que generan 80% de los puestos de trabajo de la nación”; adicional, argumentan los detractores, “no hay ningún estudio que demuestre que ataca la informalidad”, por el contrario, lanza más informalidad a la calle.
Ante estas circunstancias, según afirma Petro: “el senador Sarabia -contrario a sus reformas-, insiste en frenarlas en el legislativo”. El mandatario aseguró, en una de sus apasionadas intervenciones públicas, que “las veces que se reunió con Cepeda, el presidente del Senado le proponía concertar las reformas, pero que una vez volvía al Congreso «las hundía».
Publicadas las citadas 12 preguntas de la tal consulta popular que pretenden revivir la abortada reforma laboral, Petro, nuevamente, y con la pasión desbordada de siempre, durante la instalación de los comités ciudadanos que impulsarán el ‘Sí’ en la consulta popular en el municipio de Soledad, Atlántico, vocifera:
«Decía Efraín Cepeda entonces: ‘Oiga, pero si esas son las preguntas que ustedes presentaron, pues ahora sí podemos discutirlas en el Congreso’. Yo no digo groserías, pero quise decir una: ‘mucho hp’ (hijo de puta)», refiriéndose al presidente del Senado.
Cepeda, líder del Partido Conservador, en respuesta al insulto vulgar e inadmisible, y más porque viene de un presidente, aseguró que Petro »aún no comprende la dignidad que ostenta y, como si estuviera en una riña callejera, recurre a la grosería y la bajeza». Y añadió:
«No pienso caer tan bajo, porque tengo clara la dignidad que represento. Nuestra institucionalidad merece un Honor Perenne, que es mi forma de entender el verdadero HP», expresó el presidente del Senado en su cuenta de X.
Días después, el jueves 24 de abril, como siguiendo al pie de la letra la lección de su jefe Petro, aparece en redes sociales el cuestionado (decenas de veces) ministro de Salud Guillermo Alfonso Jaramillo, insultando de la manera más vil y vulgar a la gerente del hospital de Puerto Gaitán, en el Meta, la señora María del Carmen Rodríguez, al reclamarle por algunos procedimientos de remisión, ante la incapacidad del centro de salud para atender a cierto tipo de pacientes:
“Ojalá le tocara a usted y se enfermara aquí y no tuviera familia, hijueputa (SIC) y la mandaran para Villavicencio o para Bogotá. Para que tenga que ir su familia a bregar detrás de usted”.
Estos dos episodios (por no citar otros igual de bochornosos e inadmisible por parte del gobernante y otros miembros de su equipo de gobierno), nos están gritando que estamos en el foso más oscuro de una administración pública que ya no gobierna, se erosiona cada día más y usa un lenguaje tan bajo e irresponsable que solo invita a la violencia, al caos y a la confusión cuando, por el contrario, debería estar llamando a la unidad, al respeto, a la solidaridad y al bienestar social de la nación.
Jamás en la historia de Colombia, gobierno alguno había dado este trato a un presidente del Senado, a una señora gerente de servicios hospitalarios o a un simple ciudadano.
Sin duda, estamos ante un matoneo vulgar e inadmisible, y más si proviene del gobierno mismo y de sus subalternos.
¿Es tan débil (o tan fuerte) nuestra democracia, que resiste semejantes bajezas?
Puntada final: la carta de Álvaro Leyva, en una democracia sólida, sería suficiente para tumbar a cualquier presidente del mundo. La indignidad en los altos cargos del gobierno, no tienen perdón ni excusa alguna.
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