23 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Marceau pasó por aquí

Por Oscar Domínguez G. (foto)
El 22 de septiembre, hace once años con sus días y sus noches, agarró el silencio y se fue.
Nacido un 22 de marzo de 1922 en Estrasburgo, Francia, Marcel Marceau, heredó la pantomima de los griegos quienes no sólo produjeron Demóstenes que masticaban piedritas para poder hablar de corrido, como ciertos oradores. También hubo Demóstenes y Platones del silencio, del gesto.
Marceau nos dio varias veces con su arte en Colombia: en 1957, 1989 y en 2005, cuando anunció su retiro definitivo del silencio que convirtió en otra de las bellas artes.
La última vez estuvo presente a través de la Compañía “Mr. et Mme. O” en el Teatro Colón y en un Taller de Teatro Gestual (Teatro Delia Zapata), convocados a instancias de la embajada de Francia. Algo empeñé para ver en acción al señor Marceau.
El mimo es el imitador por excelencia. El papel carbón de la realidad. Marceau es el silencio cuando éste es más elocuente que la palabra. Con un gesto suyo editorializaba en voz baja sobre los achaques de la humanidad.
“El silencio es algo que existe en el interior de uno mismo. Para mí el silencio es una música interior. Es necesario para encontrarse a sí mismo y para encontrar la paz”, filosofaba.
Como al «más grande mimo contemporáneo» no le peinaron mimos cuando estaba niño, se dedicó a ellos. Debe ostentar una marca mundial no reconocida por el Guinness, como el hombre que más ha hablado sin caer en la tentación pedestre de pronunciar palabras. Nuestros políticos criollos deberían hacer un cursillo intensivo de Marceau.
Después de perseguirlo por el escenario uno se pregunta: ¿La lengua para qué? Dan ganas de empeñar esa lengua. O de prepararla alcaparrada. O de imitarlo precariamente como lo hago en este retrato en el que estoy acompañado de un aprendiz de pirata, mi hijo Juan, en su fiesta de grado de bachiller. (Lea la columna).