14 octubre, 2025

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Lunes del ajedrez: La herejía del sobrino

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Por Oscar Domínguez G. 

Don Héctor Juaquín Abad, salud.

Está bien que te consigas enemigos grandotes como William Ospina, Fernando Vallejo y Alvarado Tenorio para darte en la jeta con ellos.

Está bien que hayas tenido tío arzobispo de Medellín, tu tocayo Joaquín García Benítez. Le perdono que hubiera prohibido para todo católico a María Félix. (Luis Fernando Mesa, fallecido pintor paisa, me contó que un día se topó con “Ceja de Lujo” en París. Como se había visto todas sus películas se le acercó para confesarle que era un viejo admirador suyo. Cuando la diva se enteró de que era paisano de Nos García Benítez, de un desdén lo sacó de su ámbito).

Está bien que hayas ejercido el oficio de Borges como director de la Biblioteca de EAFIT cuando al frente de la tienda estaba el rector Juan Luis Mejía.

Me aguanto que tus libros se agoten y reediten mientras los míos se regalan bien. El último que leí de tu cosecha fue “Salvo mi corazón todo está bien”. Una delicia.

Me alegra, como dijiste en una entrevista para la revista Bienestar de Colsánitas con fotos de Juan Fernando Ospina, director del periódico Universo Centro, que quieras tanto a los hijos de tu novia como a los de tu propia inspiración que son unas lumbreras, según decía el finado Ricardo Bada. El documental de tu hija Daniela, sobre el escultor Tito Lombana, su abuelo paterno, es una maravilla.
Envidio que el Nobel Vargas Llosa se haya excedido en adjetivos después de leer tu libro “El olvido que seremos” que tengo autografiado por su autor.

Me alegra saber que figuras en la prehistoria de la librería Palinuro que estuvo de cumpleaños hace poco. Hubo brindis con Luis Alberto Arango, su mandamás actual, y recorderis del maestro Elkin Obregón, el otro nombre detrás de la librería.

Celebro informarte que el libro de cocina de tu mami, doña Cecilia, “Recetas de mis amigas”, se convirtió en el libro más leído en casa después del diccionario Larousse y la Biblia. Aunque no el más leído por mí porque desde niño me castraron como cocinero con este dicho: “Los hombres en la cocina huelen a rila de gallina”.

Está bien que seas un mal hincha del “perderoso” Dim y que seguramente le estás poniendo los últimos punticos y comas a tu próxima novela.

Te perdono que una de tus hermanas haya salido alguna vez con un expresidente que monta a caballo sin dejar derramar el tinto que suele llevar en su diestra mano, para no dejar dudas de sus dotes de chalán.

Envidio que cada ocho días le pegues al perrito en tus columnas dominicales de El Espectador. Del carajo tu obituario reciente por Ricardo Bada.

Cómo no celebrar que has sido traducido también al idioma de los inventores del pragmatismo, los chinos que dicen: no importa que el gato sea blanco o negro, lo importante es que cace ratones.

Lo que sí no te perdono es la mentira, grande como el sombrero-limusina de Melania Trump, que dices en la entrevista que le concediste hace tiempos a la revista Bienestar: “Me gustaba mucho jugar ajedrez, pero paradójicamente desde que las máquinas le ganan al hombre, jugar ajedrez es muy difícil”.

A otro perro con ese güeso, hombre Héctor Juaquín. Que te perdone la diosa Caissa. No tiene nada que ver una cosa con la otra. Es como no volver a escribir solo porque ya no lo hacemos en Olivetti Lettera 22, como la mía.

Así que a cambiar de argumentos para no jugar ajedrez. Es más, “te autorizo” para escribir una novela en clave de ajedrez. Ya lo han hecho, entre muchos otros, Stefan Zweig (Novela del ajedrez), Vladimir Nabokov (La Defensa), Arturo Pérez- Reverte (La tabla de Flandes) … A lo mejor, tu negativa a mover los trebejos sea una venganza por no haber podido encontrar nunca la belleza en una partida de ajedrez, como la Siempreviva, que también convirtió en novela Monique Savdié, colombiana de origen rumano. (Y aquí estoy pirateando a Bobby Fischer, personaje central en la novela La tarde que Bobby no bajó a jugar, de la cubana Mayra Montero, modelo 52).

HJuaquín, o escupís esa herejía, o te dejo de leer en El Espectador. Odg (líneas pasadas por latonería y pintura).

Pie de Foto: Un infiltrado de amarillo en el tablero de ajedrez. Al fondo, mi nieta Ilona quien juega a las muñecas con las piezas. (odg).

Jaque mate

Por Pompilio Iriarte

Manda aquel que no siente. Te avasalla

quien piensa con frialdad lo indispensable

para vencer. El triste es gobernable,

y alegre aquel que gana la batalla.

Hombre de acción, el gobernante acalla

cuanto queda en su espíritu de amable;

glacial ajedrecista y condestable,

en nombre de su rey calcula y calla.

¿Qué sería del mundo, jugadores,

si fuéramos humanos y, por tanto,

sintiéramos la vida? Si el que juega

para ganar oyera los clamores

de su reina que al enemigo entrega,

jaque mate le harían entre tanto.