Por habérsele demostrado violación a las inhabilidades para hacerse elegir senador, perdió su curul Antanas Mockus, después de haber obtenido a través de su fundación multimillonarias sumas del presupuesto nacional en el pasado régimen.
No es otra cosa distinta que la “crónica de una muerte anunciada”. Utilizaron sin la menor vergüenza su nombre para arrastrar la elección de varios escaños en su agónico movimiento, a sabiendas de que no podía ser elegido. Y resulta que Mockus, junto con sus socios políticos y amigos, Fajardo, Petro, Claudia López, Iván Cepeda y demás “joyitas”, fueron los impulsores de la inútil consulta contra la corrupción. Su contenido era y sigue siendo absolutamente inocuo pues, por una parte, omite referirse a las grandes causas generadoras de la corrupción y, por la otra, se queda simplemente en la repetición de normas que ya están consagradas en nuestra normatividad o que en nada contribuyen al saneamiento de la gestión pública.
Es una verdad sabida que el “mamertismo” (léase populismo de extrema izquierda), carente de mensajes racionales y constructivos, apela a enmascarar sus pretensiones de poder con engañosas palabras para pescar incautos. Primero fue “la paz”, con la cual, gracias a la complicidad de su aliado JMS, embarcaron al país en el fatídico pacto de La Habana. Desacreditada esta bandera con un aterrador post-conflicto, acudieron al expediente de luchar contra la corrupción. (Lea la columna).
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