Por Francisco Becerra
Frente a la pregunta ¿por qué la economía va bien a pesar de Petro? La respuesta es una: por la economía informal, que no se afecta con las medidas regulatorias.
Así de simple: Economía informal, el único sector que funciona sin pedirle permiso al Estado.
En Colombia, la economía informal no es una anomalía:
• Es una institución nacional.
• No tiene ministro, pero tiene experiencia.
• No tiene logo, pero tiene clientela fiel.
• No tiene plan estratégico, pero siempre llega a fin de mes… milagrosamente.
Mientras la economía formal necesita cita previa, contraseña, token, firma digital y paciencia franciscana, la informal solo necesita una cosa: Que no la molesten.
Ventaja clave: Cero trámites, cero traumas. El informal abre negocio en cinco minutos:
• ¿Y aquí se puede vender?
• Siempre se ha vendido.
Listo. Apertura oficial.
El formal, en cambio, comienza su emprendimiento con una peregrinación: Cámara de Comercio, DIAN, banco, contador, seguridad social, ARL, parafiscales y un curso virtual obligatorio que nadie entiende. Cuando por fin abre, ya debe impuestos del próximo año.
El informal no factura electrónicamente. Factura de memoria. No paga impuestos… pero tampoco cree cuentos.
El informal no evade por maldad; evade por instinto de supervivencia. Sabe que si paga todo lo que le piden, quiebra antes de vender la primera empanada.
Además, el Estado promete mucho, pero cumple como el amigo que siempre dice “yo pago la próxima”:
• Salud: Cita para el año entrante.
• Pensión: Fe.
• Seguridad: Recomendaciones.
Conclusión lógica: Mejor me administro yo.
Flexibilidad laboral nivel Dios. El informal trabaja cuando hay clientes, descansa cuando no hay y cierra cuando la policía está de mal humor. No hay horario fijo, pero hay olfato económico.
Si llueve, vende paraguas. Si hay trancón, vende agua. Si hay protesta, vende café. Si hay elecciones, vende de todo… menos conciencia política.
La informalidad no hace estudios de mercado: Lee la calle. Economía sin discursos ni ruedas de prensa.
Aquí nadie habla de “reactivación”, “resiliencia” ni “transformación productiva”. Aquí se habla de:
• Hoy estuvo flojo.
• Mañana repunta.
• Si Dios quiere.
Tres indicadores macroeconómicos infalibles: Dignidad sin subsidio. El informal no espera que el Estado lo rescate. Se rescata solo. No hace filas eternas, no llena formularios emocionales ni manda papeles que se pierden misteriosamente.
Trabaja. Cobra. Come.
Eso sí: Cuando hay crisis, todos descubren que el país se sostiene gracias a esa gente que “no existe” en las estadísticas.
Conclusión políticamente incorrecta: La economía informal no es el problema; es el síntoma. El problema es un Estado que cobra como país desarrollado y responde como país en mantenimiento.
Mientras formalizar sea sinónimo de pagar más y recibir menos, la informalidad seguirá floreciendo como palo de mango en andén.
Porque en Colombia, el negocio más rentable sigue siendo no creerle al Estado… y seguir trabajando igual.
Ñapa: Por lo dicho, el salario mínimo solo beneficia a un pequeño porcentaje de trabajadores formales, porque para los informales no hay mínimo ni máximo; hay subsistencia.
Ñaputa: Para que los economistas no me vayan a masacrar, también los giros de los colombianos en el exterior y el dinero del narco han ayudado a los resultados económicos. (Opinión).
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