29 octubre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Los Susurros de Kico Becerra

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Francisco Becerra

Por Francisco Becerra 

Cuando niño me crie en el barrio Versalles de Cali. Las palmas estaban pequeñas y empezaron a encementar sus vías; jugábamos fútbol en la calle con un balón Soria de pitón número 5, hasta las 7 p. m., hora en que debíamos lavarnos las manos y sentarnos todos en la mesa de nuestras casas para comer.

Por aquella época existían dos tiendas en el vecindario: La de Don Pedro y la de Don Isaac.  En ellas aprendimos a comprar y a contar bien las devueltas, para evitar los pellizcos por no saber sumar y restar.

La tienda era el primer club social y el tendero un educador de los temas de la vida, además de ser la mata del chisme del barrio.  Sentarse en el muro afuera de la tienda a conversar o intercambiar las vistas de los álbumes de turno (monas, las llamaban en Bogotá), era parte de la vida cotidiana.

Don Pedro era blanco, regordete y con bigote; tenía acento pastuso, pero no era nariñense.  Era amable y preguntón; le fascinaba saber quién era la novia o la vecina que a uno le gustaba y, después, él armaba el bochinche contándole a las empleadas o a las niñas que uno estaba enamorado de ellas. Más de un mierdero grande armó el caricolorado ese.

Don Isaac era alto y canoso; caminaba torcido, como Chencha, diría el Ronco, mi padre.  De muy mal genio, por eso atendía su señora, Doña Anita.  Él no vendía: Regañaba.  Según Olga Urrutia, la empleada y gerenta de mi casa materna, era más honrado que Don Pedro porque vendía cigarrillos Pielroja al detal. El muro de Don Isaac era más grande y, por eso, a los muchachos nos gustaba más ir allá.  El semicuasimodo era un putas para mandar a decirles a nuestras madres qué vecinos no nos convenían como amigos.  A más de uno de mis entrañables amigos mi madre me prohibió “la junta” con ellos, gracias al chismoso de Don Isaac.

El barrio, sin esas tiendas, no valdría nada.  Quiero evocar agradecido a esos tenderos inolvidables, donde compramos los bombones Charms, los frascos de goma, la Popular con salchichón, la Kolcana y la uva Canada Dry.  Nos dieron nuestros primeros créditos y nos reforzaron los principios de dar las gracias y no decir groserías delante de las mujeres.

¡Loor a las tiendas de barrio y sus tenderos!

Ñapa: Escribí este nostálgico susurro al pasar por el barrio Versalles, hoy convertido en la zona médica del norte de Cali.  La tienda de Don Pedro hoy es parte de la clínica Versalles y la de Don Isaac, un vetusto edificio.

Ñapita: Qué delicia era conversar largas horas con los vecinos de la misma edad, privilegio que no tienen los muchachos de hoy, pues se los tragó el celular.

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