
Por Francisco Becerra (Foto)
Hace unos meses, cuando salió la condena de Uribe en primera instancia, pregunté si los que en esos momentos estaban felices y alababan la justicia iban a decir lo mismo si en segunda instancia lo absolvía.
Hice el mismo cuestionamiento a los que decían que era injusto el fallo de la juez de primera instancia, al inquirir si en segunda instancia ratificaban la condena, ellos la acatarían.
Conocido el fallo de absolución, no queda más que acatarlo e interponer, por parte de las partes acusadoras, el recurso de casación y esperar los cinco años que se demora en salir.
No deja de ser curioso que se condene al abogado y no a su cliente, como dicen los que no están de acuerdo con el fallo, pero también es cierto que las pruebas deben ser válidamente obtenidas, como lo dice la defensa.
Políticamente, creo, cruel y deshumanamente hablando, que le favorecía más la condena que lo colocaba como víctima que su absolución, puesto que eso de decir que, mientras los asesinos de las FARC estaban en el Congreso, el expresidente estaba preso, era una muy buena bandera electoral.
Claro que meterse en la lista para el Senado sin duda ayudará a crecer el electorado del Centro Democrático.
La independencia de la justicia en Colombia queda demostrada en este polémico juicio no exento de tinte político. La Corte Suprema, en su Sala Penal, había aceptado las pruebas que el Tribunal Penal de Cundinamarca desestimó y que, sin duda, será uno de los argumentos de la casación. Lo que resalto es la independencia de los tribunales.
La candidatura presidencial de Cepeda, surgida del fallo condenatorio de la juez Heredia, sufre un revés con la absolución. Lo mismo ocurre con el Pacto Histórico, cuya existencia está ligada íntimamente a su pelea con Uribe. Aunque su estandarte de los falsos positivos sigue vigente, el paso de los años hace que ese horrendo tema se vaya perdiendo en la memoria liviana de la sociedad líquida en que vivimos.
Finalmente, este juicio queda en la historia judicial de Colombia como tema de estudio. En él se usaron todos los recursos establecidos en la ley, entre ellos: Renuncia al Senado y al fuero para escapar de la jurisdicción de la Corte Suprema; cambio de fiscales; apelación a todas las decisiones; fallos de centenares de hojas; recusaciones al por mayor; sentencia absolutoria dividida con salvamento de voto y llegada hasta la casación.
Ñapa: Se esté o no de acuerdo con la absolución, se debe respetar y continuar su trámite hasta el fin. Por tratarse de delitos que no comprometen los derechos humanos, no cabe acudir a instancias internacionales.
Ñapita: Este fallo debe servir para tolerar tanto a los que lo festejan como a los que se sienten defraudados. Así es la justicia: alguna parte debe perder.
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