12 octubre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Los Susurros de Kico Becerra

Haga Click

Image Map

Francisco Becerra

Por Francisco Becerra 

La maravilla de los templos milenarios de Cambodia, lugar obligatorio de visitar en el sureste asiático, contrasta con su trágica historia de finales del siglo XX.

Entre 1975 y 1979, Camboya vivió una tragedia que el mundo tardó en mirar. Bajo el régimen de los Jemeres Rojos, dirigidos por Pol Pot, el país se hundió en uno de los genocidios más brutales del siglo XX.  En nombre de una revolución agraria, se ordenó borrar todo rastro de la ciudad, del pensamiento, de la historia. Lo que debía ser una “nueva sociedad” terminó siendo un inmenso campo de muerte.

En esos años, alrededor de dos millones de personas —casi una cuarta parte de la población— murieron ejecutadas, de hambre o agotadas en los campos de trabajo. Las familias fueron separadas, los templos cerrados, las escuelas convertidas en prisiones. En Phnom Penh, el antiguo colegio Tuol Sleng, conocido como S-21, se transformó en un centro de tortura por donde pasaron más de 14.000 prisioneros.  Solo una decena sobrevivió.

El horror se extendió hasta el último pueblo. Llevar gafas o hablar otro idioma podía ser motivo de ejecución. El país quedó arrasado, vacío de intelectuales, monjes y médicos. Cuando el régimen cayó en 1979, Camboya era una nación quebrada, con más fosas comunes que escuelas.

Hoy, más de cuarenta años después, el país intenta seguir adelante. La paz llegó, pero no la calma interior. Los campos de la muerte son ahora lugares de memoria; los visitantes caminan entre las calaveras ordenadas tras vitrinas y los árboles que sirvieron de verdugos mudos. En cada testimonio de los sobrevivientes, se repite la misma pregunta: ¿cómo fue posible?

Camboya vive su reconstrucción con esperanza, pero también con la carga del recuerdo. En sus jóvenes late el deseo de mirar hacia adelante, mientras los mayores aún callan. El pasado sigue allí, no como una herida abierta, sino como una cicatriz que obliga a recordar. Porque el olvido —dicen en Phnom Penh— sería el último triunfo del terror.

Ñapa: Lo increíble es que Pol Pot, el carnicero de Campuchea, haya muerto libre en el monte, acompañado de cinco de sus jemeres, en 1998. Hace solo 27 años.

Ñapita: Para los no vagos, les recomiendo leer sobre este genocidio. Es una película de terror.

Sígueme en Facebook:

https://www.facebook.com/Susurros-de-Kico-Becerra-102919258686903

Sígueme en X (Twitter):

https://twitter.com/manuelfbecerra?s=11&t=Rmbv8CnCrpwi5qdyuP0L9w

También en:

Supernoticias • Juanpaz • Calitv • CNC+ • Oye Cali • News Full Cali • Caliweb.