26 septiembre, 2025

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Los Susurros de Kico Becerra

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Francisco Becerra

Por Francisco Becerra

Uno de los atractivos turísticos de Tailandia es el de convivir unas horas con los elefantes. No para usarlos como transporte, sino para disfrutar de su vida cotidiana: bañarse con ellos, ayudar a alimentarlos; realmente una experiencia única.

Los elefantes no solo impresionan por sus orejas de abanico ni por su trompa todoterreno que sirve de pitillo, manguera y excavadora. Lo más asombroso está en su cabeza: una memoria y una inteligencia XXL.

Recuerdan rutas de agua después de 20 años, reconocen al humano que los ayudó (o que los molestó) y hasta pasan la prueba del espejo, en el que se reconocen, mientras muchos animales se confunden creyendo que ese otro los está mirando raro.

Su comunicación también es digna de ciencia ficción: usan infrasonidos que viajan kilómetros por el suelo, como si tuvieran WhatsApp pero sin necesidad de wifi.

En el plano emocional son todo un poema: hacen duelo por sus muertos, consuelan a los tristes y adoptan huérfanos como si fueran propios.

Lo más bello es que estas emociones no son invento nuestro: en Kenia se documentó a una manada que, cada año, caminaba hasta la tumba de un guardaparques que los había protegido en vida. Permanecían un rato en silencio y luego seguían su camino. Un homenaje que ni muchos humanos hacen.

Además, son unos ingeniosos: usan ramas como abanicos, hojas como barreras y, en grupo, mueven troncos para liberar a un compañero. Las crías aprenden todo observando, como en la mejor universidad de la sabana.

En resumen: los elefantes son gigantes con corazón y cerebro colosal. Y después de conocerlos, queda claro que, si alguien dice tener “memoria de elefante”, en realidad está presumiendo con toda razón.

Ñapa: Increíble que el hombre tenga a estos singulares animales en la lista de los que están próximos a desaparecer. En tres generaciones quizás solo los verán en unas pocas reservas.

Ñapita: Una demostración del complejo de inferioridad es hacerse sentir con estridencias en el vestir y en el hablar.  Ejemplo claro de esto fue el discurso de Petro en la ONU. (Opinión).

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