Por Francisco Becerra
Tengo una admiración y afecto por un gran hombre vallecaucano, liberal auténtico y sin ambages, columnista sobrio y acertado, el doctor Jorge Restrepo Potes.
Veterano de muchas guerras, vivió en carne propia la violencia política en su patria chica, Tuluá. Dejó huella en su paso por la política activa y la política es un vicio que aún cultiva con esmero a sus 90 años.
Leí su columna de días pasados, en la cual manifiesta que, siendo seguidor y defensor de Petro por sus promesas de cambio y su manejo económico del país (punto que, como economista, no comparto), en defensa de sus principios democráticos y de la Constitución del 91, no comparte la actitud abiertamente inconstitucional del presidente al abrogarse el derecho de interpretar la norma máxima por medio del llamado decretazo.
Ser consecuentes con los principios y tener carácter para defenderlos, a costa incluso de enemistades cercanas, son cosas ahora bien extrañas. Por eso, es doblemente exaltable la actitud del doctor Restrepo.
Qué distinto sería el país si tuviéramos varios personajes así, con los cuales podemos discrepar pero, nunca, distanciar. Personas dignas, que defienden sus ideas con gallardía y no con improperios.
Si Restrepo Potes fuera miembro del gabinete de Petro, ya hubiera renunciado al escuchar del presidente la apreciación de que sus ministros no sirven para nada. Y, por supuesto, no hubiera firmado el decretazo, misteriosamente no firmado por el ministro de Justicia, quien lo preparó, ni por la canciller Sarabia.
Me gusta mucho coincidir con Restrepo en temas como la terminada del Partido Liberal en manos de Gaviria, su distanciamiento con Uribe —responsable, con la reelección, de la mayoría de los males que hoy padecemos— y su íntegra posición liberal frente a la necesidad de buscar mayor justicia social.
No coincidimos en su neocristianismo, adhesión a Cristo, el político nortesantandereano, ni en su esperanza en Petro. (No lo digo por sus ideas de cambiar muchas cosas de nuestra maltrecha sociedad, sino porque conocí de primera mano su perversa condición humana).
No he hablado con el doctor Restrepo Potes sobre su apreciación del debate entre el ministro Montealegre y el jurisconsulto Gaona, pero conociendo su formación de abogado externadista, estoy seguro de que coincidimos también en que Gaona le dio una clase magistral de Derecho Constitucional al ministro y nos hizo sentir orgullosos de que haya colombianos como ese eximio profesor.
Mi respeto con Restrepo Potes ha sido y será permanente. Nuestras discrepancias políticas engrandecen nuestra atávica amistad y mi mayor deseo es que lo tengamos por muchos años, con su envidiable vigor, incomparable contertulio y escritor prolijo.
Ñapa: Me alegran mucho las señales de recuperación que está dando Miguel Uribe. Que el destino nos prodigue el milagro de su mejoría, para felicidad de su familia y de la democracia colombiana.
Ñapita: Como hincha de fútbol, me alegra la llegada de Santa Fe y Medellín a la final del torneo. Si no es América, esos rojos lo merecen.
Ñaputa: La guerra entre Israel e Irán es una demostración más de lo salvajes que podemos ser los hombres cuando nos enfrentamos por razones religiosas o políticas. (Opinión).
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