
Por Francisco Becerra
Soy, por formación, respetuoso de los fueros; soy incapaz de tutear a un magistrado o de llamar por su nombre al presidente, menos de usar adjetivos calificativos obscenos contra quienes presiden cualquier rama del poder o de las Fuerzas Armadas.
Como anécdota, puedo contar que, siendo ministro o contralor general, por más amigo que fuera del presidente y que en privado nos tutiáramos, jamás dejé de decirles “Señor Presidente”. Incluso con el actual presidente, con quien tengo tanta lejanía, siempre he tratado de usar adjetivos que no atenten contra la dignidad del Primer Mandatario.
Hoy me salgo de este patrón de conducta a raíz de lo dicho por el presidente ayer, donde se declaró libertario sexual porque nombró a un degenerado cualquiera como embajador en Tailandia; un personaje que escribe todo tipo de mensajes denostando la dignidad femenina y se ufana de consumir sustancias psicoactivas. Además, Petro se refirió al Congreso con frases dignas de un gamín, del cual habló maravillas hace dos años cuando le aprobaron la “mejor reforma tributaria de los últimos 200 años”. Ahora no los baja de malditos hampones.
Hoy le tengo que decir al presidente Petro que es un vulgar patán, indigno de ostentar la presidencia de este país. Me avergüenzo ante la comunidad internacional y con todos los colombianos de tener un presidente tan soez, quien visiblemente perturbado en su psiquis es capaz de declararse defensor y practicante de conductas antisociales, como las de su nuevo embajador Mendoza.
Su actuar en los últimos días es el de un perturbado mental, no el de un estadista. Todos los gobiernos han tenido reveses con el trámite de leyes; en lugar de maldecir y gritar que no quiere volver a ver a los congresistas, los invitan a concertar otras propuestas. El poder legislativo no es un apéndice del ejecutivo, aunque muchas veces actúe como tal. El Congreso fue elegido con 17 millones de votos, 6 más que los que sacó el presidente; por tanto, representa al pueblo igual que Petro. Se deben, por eso, un trato respetuoso.
Solamente un atarván es capaz de amenazar a los pequeños empresarios de este país, que emplean el 85% de los trabajadores con salario mínimo, con aumentar desmesuradamente el valor del salario en venganza porque el Congreso no le aprobó una nueva reforma tributaria. Eso no lo dice un mandatario serio. Si lo piensa, es totalmente absurdo decirlo públicamente; un país no se maneja con venganzas presidenciales.
Ñapa: Muy oportuno sería que el vulgar ministro de educación aclarara si es verdad que fueron encontrados unos dineros no declarados en bancos de paraísos fiscales a su nombre.
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