18 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Los secretos de amor de la séptima ola y una escuela en el fondo del mar

Por Enrique E. Batista J., Ph. D. 

https://paideianueva.blogspot.com/

Ha sido un sentimiento humano permanente saber los secretos que nos guarda el mar, explorar sus profundidades y disfrutar de las playas que el mismo crea y consiente. 

El mundo sin el mar y sus playas no sería posible: es abiertamente inconcebible tal absurda consideración. Amar al mar y respetarlo en su integridad y en la inmensa y rica biomasa que encierra es un mandato de los dioses, de obligatorio cumplimiento por todos los humanos. 

El mar, por solo estar ahí, con su eterno murmurar, con sus relajantes susurros y con su ir y venir trayendo sus armónicos rumores, está en la vida física y espiritual, en  la cotidianidad de la vida  de muchos, por lejos que se encuentren de sus orillas. En él se originó la vida y es fuente de sustento para la fauna y flora marinas, que él mismo acoge en su seno y es de crucial importancia en la generación de sustento para toda la población mundial. Además, el mar con sus multifacéticas hijas, las playas, brinda momentos  gratos  para la recreación y el disfrute de todos, independiente de la edad. 

El mar también trae a sus playas, con sus nada tímidas olas, repletas de coquetería y en abierto celestinaje, mensajes lindos, encriptados para ser abiertos sólo por corazones repletos o añorantes del más puro amor; mensajes que llegan en la séptima ola, tal como lo dijo el cantor:  

¡Mírala como viene,  mira cómo te besa! 

la séptima ola de mi mar tropical, 

mira cómo viene, mira cómo te besa 

la séptima ola, la invitación a amar. 

La séptima ola nace en las profundidades abisales del mar, obedeciendo al diario mandato de Poseidón, el rey de los mares y de sus entrañas, mientras que arriba el bello, eterno y puntual lucero del amanecer le da la bendición para su matinal y cumplido recorrido. Todos los ríos, incluidos aquellos de débil cauce, aceleran antes del amanecer la velocidad de sus aguas para contemplar, con exacerbado éxtasis, el momento en que la séptima ola del amanecer besa la playa para  colmarla y abrumarla con las esencias  del amor. Es posible que cada  humano pueda asegurarse del privilegio de  llegar, con la misma prisa de los ríos,  para que la séptima ola arrope su cuerpo con la sanidad del amor  y de los buenos sentimientos. 

Ella, la sétima ola del amanecer, como todas las demás, son olas coquetas que mojan la arena en playas del amor; son olas de pasión mensajera que bañan esbeltos y anhelantes cuerpos e iluminan amorosos corazones. La séptima ola  es una ola coqueta que baña anhelantes cuerpos e ilumina cada amoroso corazón. Así, otro cantor pudo decir: 

Sobre la arena mojada y bajo el viejo muelle 

la besé con onda pasión. 

Porque era un amor perdido, 

perdido en la playa, perdido en la bruma del mar. 

Perdido en la playa, morena, perdido en la bruma del mar, 

recordando tu cariñito, recordando tu corazón. 

Perdido en la playa, morena, perdido en la bruma del mar 

Si tú vuelves mi cariñito, yo te doy mi corazoncito 

(Canción «Lamento Náufrago»: https://rb.gy/cfb7og). 

A cuatro voces el poeta cantó: «Playa, brisa y mar es lo más lindo de la tierra mía»; de ese modo, las playas y su mar forman parte de la inspiración amorosa, de tantos y muy numerosos cantos, incluidos los de la pena que deja el amor perdido, cuando de por medio se interpone un inmenso mar.  

Se va, se va la lancha,  

se va con el pescador. 

Y en esa lancha que cruza el mar, 

se va también mi amor. 

Quién sabe hasta cuándo 

la lancha no volverá. 

Y yo me quedo cantando aquí 

Se va, se va, se va. 

(Canción «Se va la Lancha» https://rb.gy/fms9l6

Bañado e iluminado por tan prodigiosa séptima ola y teniendo de testigo a Selene, la diosa de las noches, un inspirado y muy distinguido vate, con profunda inspiración, le cantó con sublime añoranza a un amor lejano:  

Noches de Cartagena que fascinan, 

por el suave rumor que tiene el mar 

porque la brisa cálida murmura 

toda una serenata tropical. 

Allí es donde quisiera estar contigo, 

con la luna y la arena y ese mar, 

Y que juegue la brisa con tu pelo, 

y las olas te vengan a arrullar. 

(Canción «Noches de Cartagena»: https://rb.gy/y9uhi4).  

La séptima ola convida a las demás para que con su ir y venir revelen a las almas escogidas los secretos abisales; esos que Poseidón con sus indomables 12 corceles, manifestación del muy superior poder de los mares, ha escondido desde los ya muy viejos años de la Grecia clásica. Secretos que deposita en las caracolas para que quienes puedan entender los mensajes ahí  encriptados,   que  con tono suave y susurros delicados se pueden escuchar. Tienen éxitos  aquellos que respetan al poder y majestuosidad del mar, y los que aman su belleza, bondad y generosidad. 

También con sus potentes oídos, con los que pueden escuchar todos los sonidos, aun de las bajas longitudes de ondas, todos los niños del mundo pueden  oír el clamor del mismo mar y de todas las criaturas que alberga en sus aguas, para que los protejan, los cuiden, no le arrojen basuras y cantidad de materiales tóxicos; es decir, para que muchos humanos suspendan sus destructores comportamientos al considerarlo como un  depósito de desechos, como si el mar no fuese  también sujeto de derechos. Las caracolas seguirán enviándoles mensajes de agradecimiento y el mar, devolviéndoles dichas, riquezas y amor a todos. 

En su alegría los niños de todo el mundo podrán cantar (https://rb.gy/mvhmee):  

Hay una escuela en el fondo del mar, 

donde los peces van a estudiar, 

bancos de perlas, pupitres de coral 

y un viejo barco para poder jugar. 

Es la maestra una sirena 

y guarda el orden un gran tiburón, 

y un pez espada afila su punta 

para escribir en el pizarrón. 

Un calamar un delfín y una tortuga, 

un cangrejito y un padre bigotón, 

una ballena y un pulpo enorme, 

todos atentos escuchan la lección. 

Hay una estrella en el fondo del mar, 

donde los peces van a estudiar. 

Van con témperas lápices de coral 

y un viejo barco para poder jugar. 

Hay una escuela en el fondo del mar, 

donde los peces van a estudiar.