24 septiembre, 2025

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Los guardianes de la Amazonía

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Jose Hilario Lopez

Por José Hilario López (Foto)

La Amazonía juega un papel crucial en la captura de gases de efecto invernadero (GEI), especialmente dióxido de carbono (CO2), actuando como un gran sumidero de carbono. Su vasta extensión de bosques absorbe cantidades significativas de CO2 y lo almacena en la vegetación y en el suelo orgánico.  La deforestación y los incendios en la Amazonía están liberando a la atmosfera grandes cantidades del carbono almacenado, reduciendo su capacidad de captura y contribuyendo al cambio climático. El denominado bioma amazónico (suelo orgánico y vegetación arbórea) absorbe cerca de 1.500 millones de toneladas de CO2 al año, cifra equivalente al 4% del total de las emisiones que producen los combustibles fósiles en todo el mundo. En la Amazonía se generan los llamados “ríos voladores”, fuente de  las lluvias y del recurso hídrico, del cual depende gran parte de la población andina Pero este pulmón planetario está siendo degradado por la deforestación a un ritmo vertiginoso, sin que  las acciones para detener este ecocidio hayan sido contundentes.

La COP16  sobre biodiversidad, celebrada a finales de 2024 en la ciudad de Cali, aprobó la creación de un nuevo órgano subsidiario y el reconocimiento del rol de las poblaciones indígenas y afrodescendientes en el Convenio sobre Diversidad Biológica, resaltando su importante papel como custodios de la biodiversidad. La creación del este órgano subsidiario constituye un hito importante para los pueblos indígenas y las comunidades locales, con decisiones históricas que buscan fortalecer sus derechos, proteger sus conocimientos ancestrales y asegurar su participación en la toma de decisiones sobre biodiversidad.Si bien en Cali hubo avances significativos en estos propósitos, persisten desafíos en lo relativo a la implementación del Marco Mundial Kunming-Montreal para la Biodiversidad y la financiación de los proyectos.

La V Cumbre de presidentes de los Estados Miembros del Tratado de la Cuenca Amazónica (OTCA), a celebrarse en Bogotá  entre el 18 y el 22 de agosto del corriente año, será el mejor espacio para redefinir el futuro de la Amazonía. Se espera que, por primera vez, los sistemas de gobierno de los pueblos indígenas sean reconocidos como parte fundamental en las decisiones concernientes al manejo de sus territorios. No es un gesto simbólico: es la condición política, ecológica y ética necesaria para evitar llegar al punto de no retorno del proceso de degradación del bioma amazónico.

Hasta ahora  la OTCA ha funcionado como un mecanismo para explotar o proteger los ecosistemas amazónicos, pero rara vez ha reconocido la gobernanza del territorio por las comunidades nativas Esto empezará a cambiar cuando los estados miembros de la  OTCA tomen conciencia de que sin la participación de  los pueblos Indígenas no será  posible mantener una “Amazonía Viva”. Ahora, con la Cumbre de Bogotá, ese reconocimiento debe concretarse en acuerdos institucionales y operativos con fuerza jurídica y mecanismos de implementación efectivos. 

El Mecanismo Amazónico de los Pueblos Indígenas (MAPI), establecido en la XIV Reunión de ministros de Relaciones Exteriores de la OTCA en 2023, es una guía de lo que puede significar la gobernanza del territorio en cabeza de las comunidades nativas. No se trata de crear un órgano consultivo más, sino de establecer un mecanismo con autoridad política y legitimidad territorial, capaz de articular el mandato colectivo de los pueblos indígenas, sus expresiones culturales, sus sistemas de conocimiento y su derecho a la autodeterminación y a participar plenamente en las decisiones que afectan al bioma amazónica. 

Esperemos que la V Cumbre marque un punto de inflexión. Si la OTCA quiere transformarse en una verdadera plataforma de integración y cooperación regional, debe empezar por abandonar el centralismo estatal y reconocer la soberanía compartida con los pueblos que habitan y defienden la selva y la vida. Existen claros ejemplos, que muestran como la gobernanza indígena en la Amazonía no es teórica: en la práctica protege territorios y detiene la destrucción del bioma.

Para que la V Cumbre del OTCA marque realmente un punto de inflexión, se necesita algo más que buenas intenciones y declaraciones diplomáticas. Lo que está en juego no se resuelve con comunicados oficiales, sino con decisiones que reflejen la realidad de los territorios y las propuestas que los pueblos indígenas y sus organizaciones han venido sosteniendo con firmeza, a pesar de las amenazas, las exclusiones y las promesas incumplidas, tales como lo señala un articulo reciente publicado en la Silla Vacía, que resumo a continuación (https://www.lasillavacia.com/opinion/de-belem-a-bogota-hacia-una-amazonia-gobernada-con-los-pueblos-indigenas/:

1.  Reconocer gobiernos, no solo pueblos. La gobernanza amazónica sólo será legítima si reconoce plenamente los sistemas de gobierno indígena. Esto implica implementar el MAPI con poder de decisión real, garantizar la seguridad jurídica de los territorios colectivos, y establecer mecanismos regionales que aseguren la protección efectiva de los pueblos indígenas en aislamiento, respetando su decisión de no contacto con los colonos y su derecho a vivir en paz, sin ninguna imposición externa.

2.  Evitar el colapso del bioma, no solo mitigarlo. La agenda de la OTCA debe traducirse en acciones que aseguren la conectividad ecosistémica y cultural, la integridad de los ecosistemas y una transición energética justa. No basta con conservar fragmentos, es necesario mantener la selva como un todo vivo, funcional y entrelazado con los sistemas de vida de los pueblos indígenas.

3.  Mover el dinero hacia donde están las soluciones. Los fondos deben llegar directamente a quienes cuidan la Amazonía. Es urgente crear un mecanismo financiero regional que respalde las prioridades de los pueblos indígenas, sin intermediaciones que resten autonomía ni estructuras externas que excluyan sus formas propias de decisión.

4.  Curar la Amazonía con sus propias medicinas. La región necesita un sistema de salud con enfoque intercultural, que articule medicina ancestral, atención en frontera y soberanía sanitaria. Esto incluye una orientación decidida a la atención a la salud de las mujeres en la Amazonia.

5.  Proteger a quienes protegen. Sin seguridad para los pueblos y territorios, no hay conservación posible. Se necesita enfrentar las economías ilícitas -minería, narcotráfico, deforestación – con una estrategia regional basada en la justicia ambiental, la protección a defensores y el desmantelamiento de las redes que destruyen la Amazonía, o se benefician de su destrucción.

6.  Transformar la OTCA en una instancia con capacidades reales de gobernanza regional. Si la OTCA necesita estar a la altura de los desafíos del siglo XXI, debe superar el enfoque técnico y convertirse en una plataforma de articulación e integración política, diálogo intercultural, visión integral del territorio y respeto por la diversidad cultural, espiritual y política de los pueblos amazónicos.

7.  Ubicar la Amazonía en el corazón de las decisiones globales.  La OTCA 2025 debe estructurar una ponencia para la COP 30 que se celebrará a finales del presente año en la ciudad de Belén, amazonía brasilera, que oriente a los países amazónicos hacia la construcción de políticas unificadas en pro de la defensa de los pueblos indígenas, el reconocimiento de sus derechos y la protección de los ecosistemas. Sin una voz amazónica fuerte y vinculante, la transición climática será otra promesa vacía. No habrá mitigación climática global sin una agenda regional amazónica construida desde los territorios.

La próxima Cumbre de Bogotá no puede ser una más en el archivo de las declaraciones bienintencionadas. El momento exige coraje político y coherencia histórica. La Amazonía no se gobierna desde el escritorio ni desde los mapas abstractos: se gobierna desde el río, desde el territorio, con la palabra de vida de los pueblos indígenas que la han sostenido durante siglos. El reloj ecológico avanza, y el punto de no retorno ya no es una advertencia lejana: es una amenaza real que exige proteger grandes extensiones de selva continua, bien conectada, de manera sostenible y garantizando los derechos de quienes la habitan.

La historia recordará si la  OTCA Bogotá fue el momento en que los estados amazónicos decidieron caminar junto a quienes han cuidado la Amazonía por siglos, o si volvieron a dar la espalda a las voces que han sostenido este bioma con compromiso y sabiduría. Hoy, la responsabilidad es colectiva: de los gobiernos, de la cooperación internacional, así como de todas las instituciones que dicen defender la vida. Los ecosistemas amazónicos no esperan. Quienes habitan y protegen la Amazonía ya han trazado el camino.