15 diciembre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Lo peor de hoy, lo terrible de mañana

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Por Darío Ruiz Gómez 

Prácticamente desde que tuve uso de razón lo que me ha rodeado a través de mi ya larga vida es un panorama de violencia política, de riñas en las calles, de asaltos sangrientos en carreteras y caminos.

Tengo la certeza de que la desconsiderada cifra de muertos desde las llamadas guerras civiles con sus cerros de calaveras hasta la llamada violencia de los años 48 donde ya la barbarie se impuso sobre la civilización y nada pareció quedar como referencia de las conquistas de justicia de la Cultura Occidental, tenemos entonces, como una herida escondida, la certidumbre de que a pesar del desarrollo económico, de grandes edificios, grandes centros comerciales, el asesino que está dentro de nosotros continúa ahí, agazapado tal como el libre accionar de los Calarcá y  los Mordisco  lo certifican.

¿Cómo pudo un pueblo civilizado como Alemania justificar en un momento dada la brutalidad del nazismo? ¿No ha llegado la sociedad colombiana a banalizar el mal haciéndose la de la vista gorda ante tanta brutalidad como la que diariamente nos refriegan en los ojos los eufemísticamente llamado “Alzados en armas”?

La espantosa cifra acaba de ser revelada y ya se trata de banalizarla considerándola como algo ajeno a la campaña electoral: en el gobierno de Petro han sido asesinadas en Colombia por los “alzados en armas”, 40.000 personas, la penúltima, una policía de 21 años en presencia de su hijo de tres años.

Recuerdo que durante el reciente gobierno de López Obrador fueron asesinadas en México 220.000 personas, aclarando que lo preocupante respecto al modelo de gobierno mexicano es el hecho de que en algunos Estados la presidente Sheinbaum ha aceptado el cogobierno con algunos Carteles.

Si esto no es un peligro para nuestra democracia, entonces ¿no debe ser rechazado tajantemente? Recordemos que un Congresista quinterista – y hay infinidad de ejemplos – se pasó los cuatro años “de su período, “estudiando” nuevas formas de masculinidad para la policía” y que ubicándolos en puestos claves de la administración – corrupción galopante – se ha dado paso – siguiendo el ejemplo del madurismo – a un proceso calculado de degradación del funcionamiento del Estado y de erosión de la justicia y sobre todo, repito, del significado de la política. Si hoy nuestro populismo considera que para ocupar un alto cargo en la Diplomacia internacional ya no se necesita ni del cartón de bachillerato, el silente objetivo no es otro que el de eliminar la meritocracia o sea de borrar la concepción de la política como la tarea de buscar mejores horizontes para el país a través de sus mejores dirigentes.

Recordemos. De nuevo,  la “ingenuidad” de la clase política de la cual se valió Chávez hasta dar el zarpazo,  mostrando su verdadero rostro de tirano, estrategia que su compadre Fidel Castro había utilizado para engañar a una clase política que fue incapaz de hacer frente con verdadera energía al golpe de Estado que instauró una dictadura tan trágica y dolorosa como la que vemos hoy con apagones continuos de la luz, donde las gentes solo tienen una comida al día y sin Salud Pública no pueden enfrentar una pandemia de chicunguña y dengue, gentes que gritan de dolor y se mueren en un escenario dantesco sin que puedan recibir ayuda.

¿No es este espectáculo denigrante el que por anticipado estamos viviendo gracias al odio de la Doctora Corcho hacia la “Salud capitalista”?

Cepeda Iván no es un adversario político respetuoso de las libertades democráticas ya que representa el intento de continuidad del totalitarismo que hasta la firma del mal llamado Acuerdo de Paz había eliminado la vida de 220.000 colombianos.

Recordemos lo que en plena guerra contra la barbarie dijo Camus: “Las civilizaciones se hacen con la confrontación de ideas, con la sangre del espíritu, con dolor y coraje”. Con lo cual le doy las gracias al ejemplo sublime de María Corina Machado al grito de ¡libertad! ¡libertad para Colombia!