14 octubre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Las superestructuras urbanas del desorden

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Descripción: escritor

Por Darío Ruiz Gómez

Desde cualquiera de los miradores de Medellín al Occidente o al Oriente cuando se contempla la ciudad ultracompacta alrededor de las orillas del río y cuando se asombra uno de la cantidad de invasiones que han seguido ascendiendo por las laderas sin reglamentación alguna que lo impida y cuando sobre los cerros emblemáticos se ciernen las heridas de las canteras, la tala de los árboles, entendemos que lo que llamábamos hace veinte años aún, cota urbana para aclarar que hasta donde podían llegar los servicios de luz, agua, pavimentación podíamos considerar que se daba la ciudad humana.

De ahí en adelante lo indeterminado, lo sin nombre, la invasión agresiva de lo rural como resultado del diario arribo de desplazados del campo impulsados por los llamados coyotes. Ya hemos comprobado sobre el terreno que esta población ha ido desestabilizando las laderas, haciendo de las quebradas verdaderos estercoleros infectos y construyendo un deshilvanado laberinto de callejuelas con puentes, trampas, garitas mediante las cuales las Bandas siguen dividiendo los territorios y estableciendo nuevas fronteras invisibles a pesar de que hoy se diga que ya no existen. De hecho la centralidad de Medellín dejó de ser hace más de una década lo que llamábamos Centro Histórico alrededor de los Parques de Bolívar y Berrío, de la Playa, ya que hoy esa centralidad la ha ocupado la Comuna Trece, lo cual constituye una bofetada contundente al urbanismo que planteó una ciudad moderna planificada, sectorizada con  parques, calles arboladas y una tipología magnífica de la Arquitectura Moderna. Junín como nuestra mainstream. Esa ciudad agredida y desfigurada por el desinterés o por intervenciones superficiales solamente logran verla quienes la vivieron y gozaron porque fue una gran ciudad. ¿Cuál puede ser el urbanismo que nazca del desorden y del reconocimiento de los nuevos contenidos espaciales? 

Desde hace treinta años otras ciudadelas sin planeación alguna fueron asentándose desordenadamente –algún imbécil la llamó “ciudad difusa”- hasta plantear a los urbanistas modernos una lectura que su racionalismo académico no pudo ni ha podido leer y ante la que la sociología seudomarxista se estrelló ya que a partir de las apabullantes economías del narcotráfico la histórica clase trabajadora –nuestro proletariado- desapareció con el modelo industrial y ahora el empleo surge precisamente de estas economías que han establecido formas de servidumbre social, espacios de segregación más inhumanos que los del antiguo capitalismo.

No nos enfrentamos entonces a marginaciones urbanas como las llamadas “ciudades miseria”, sino a formaciones que han estructurado  la presencia y la vigencia del desorden propio de grupos étnicos, de desplazados de economías precapitalistas, desconocedores de lo que llamamos el urbanismo moderno.

“Acosados por la privatización –anunciaba Richard Sennet- la planificación urbanística obsesiva, la vigilancia policial, la especulación, los espacios que habitamos se vuelven cada día recipientes cerrados que coartan la acción y limitan la experiencia vibrante que constituían la riqueza humana de las grandes ciudades”. La policía ha sido sustituida en estos territorios por la “seguridad” que dan los pequeños y grandes Capos, la especulación ahora en manos de capitales globales empezará a hacer la renovación urbana que nunca se hizo por las Oficinas de Planeación, decretando bajo un nuevo dominio territorial que los barrios de la malla urbana reconocidos por su uso del espacio, sus arquitecturas de vecinos, han entrado de lleno en el mercado de la nueva especulación urbanística.

De ahí la importancia de un Gabinete municipal compuesto por verdaderos expertos para recuperar la ciudad para todos los ciudadanos y no de muchachitos que con prohibir los vehículos e imponer el uso de las bicicletas creen que están resolviendo este desorden y esta violencia.