25 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Las quebradas del Valle de Aburrá 

Jose Hilario Lopez

Por José Hilario López A.

Antes de entrar a hablar de las quebradas y los problemas asociados, con la venia de mis escasos lectores quisiera hacer unas cortas reflexiones sobre lo que hoy más ocupa nuestro interés: el futuro político del país. 

Debemos empezar a aprender que el primer acuerdo que necesitamos es el compromiso de trabajar en el desacuerdo, educarnos para la democracia. Para Aristóteles: “Sólo una mente educada puede entender un pensamiento diferente al suyo, sin necesidad de aceptarlo”, la regla de oro de las democracias liberales.  Es que, en política, ni en nada de lo que corresponda a lo humano, hay verdades absolutas, ya que a lo único a que podemos aspirar es a llegar a verdades construidas mediante discusiones con nuestros pares, pero en especial con nuestros contradictores. 

Como enseñan los ideólogos de la democracia liberal, para que se pueda avanzar en la implementación de reformas hacia una sociedad más libre y equitativa, la verdad debe concebirse como un constructo, resultado de la fusión de múltiples opiniones, que reflejen la diversidad que caracteriza nuestra naturaleza humana. Cuando por primera vez en la historia los colombianos vamos a experimentar un gobierno de izquierda, espero poder agregarle el calificativo democrática, pidamos al Dios de Colombia que nuestras ilusiones no se frustren. 

Ahora si vuelvo a las quebradas del valle de Aburrá, uno de los temas que como ingeniero y geólogo me han ocupado y apasionado durante varias décadas, desde cuando en el año de 1987 el alcalde de Medellín, ingeniero William Jaramillo me llamó para asesorarlo en la creación de un instituto para la defensa de las laderas de nuestra ciudad, iniciativa abortada por la politiquería que imperaba en aquel entonces en el Concejo Municipal, del cual dependía la aprobación de nuestro proyecto. 

Mas tarde, gracias a otro alcalde, el también ingeniero Omar Flórez, se creó el Instituto Mi Río, desafortunadamente liquidado por una administración posterior, lo que conllevó a que la atención se centrara en priorizar los estudios de riesgo sísmico en el valle de Aburrá, una subregión caracterizada por los bajos niveles de amenaza sísmica, donde, tal como se demostró con la hasta ahora no superada investigación de Integral-Woodward Clyde Consultants, realizada para ISA en 1986. Hasta donde tengo conocimiento en sólo una década, durante el presente siglo se han hecho dos costosos estudios de riesgo sísmico en el valle de Aburrá, sin que ningún nuevo evento los justifique.  

Pareciera que nos olvidamos del riesgo hidrológico asociado a la alta torrencialidad de las quebradas que drenan las laderas del valle de Aburrá, agravada cada vez más por el Calentamiento Global, que hace que la intensidad de las precipitaciones (cantidad de agua lluvia que por unidad de tiempo cae sobre la superficie del terreno) sean cada vez mayores. Este olvido, por llamarlo de alguna manera, nos lo está cobrando Madre Naturaleza, tal como lo demuestran las graves afectaciones que actualmente está generando el desbordamiento de las quebradas en Medellín y demás poblaciones del valle de Aburrá. 

Después de la tragedia invernal de 2010-2011, con el mismo título de la presente columna, en el desparecido Periódico El Mundo publiqué un artículo, cuyos apartes, con propósito de reevaluar su actualidad, con alguna ligera edición, me permito retomar y resumir.     

En 2001 algunas firmas consultoras locales, junto con la Asociación Colombiana de Constructores ACIC – Seccional Antioquia, identificamos 18 quebradas que requerían la construcción de obras de control de inundaciones, con base en un modelo que además contribuyera a la descontaminación de nuestro emblemático río Medellín, mejor llamado río Aburrá. Este estudio no motivó ningún interés por parte del Área Metropolitana del Valle de Aburrá (AMVA), ni de sus municipios asociados.  

Para el control de la erosión en las quebradas en las áreas urbanas de vertiente, en el pasado en Medellín y demás municipios del AMVA se construyeron canalizaciones en concreto. Estas obras lo que hacen es incrementar la velocidad de la corriente, lo que da lugar a que aguas abajo se acelere la degradación del lecho y la consecuente desestabilización de las laderas aledañas, generando destructivos deslizamientos y aumentando el riesgo de inundaciones en las zonas bajas. 

Para el manejo de las quebradas desde hace varias décadas he estado proponiendo construir obras de recuperación del cauce natural de las quebradas, tal como lo ha hecho el Instituto Sabo de Japón, con quebradas de régimen torrencial similar al de las quebradas afluentes del Aburrá.  Las obras que he recomendado consisten en una serie de presas escalonadas y de poca altura, que bien pueden conformarse con muros de gaviones anclados con barras de acero al lecho de la corriente. Estas presas tienen por objeto retener los sedimentos que transporta la quebrada, con lo cual se logra levantar el fondo del cauce y ampliar la sección de este.  Por efecto de la operación de las presas se “aplana” el pico de la creciente, lo cual aumenta el tiempo de concentración de la escorrentía crítica, reduciendo así el riesgo por inundaciones y avenidas torrenciales (las mal llamadas avalanchas), aguas bajo de la intervención

La eficacia de estas presas se demuestra con la obra construida por el Municipio de Medellín en los años 70 del siglo pasado en la quebrada La Iguaná, inmediatamente aguas arriba del cruce con la Carrera 80, quebrada ésta donde desde el siglo XVII históricamente se presentaban avenidas torrenciales e inundaciones en su curso inferior, una de las cuales arrasó el caserío indígena de Aná, así como las recurrentes inundaciones de la antes denominada Otra Banda.  La referida obra, diseñada por la firma consultora Integral y galardonada en su época con el Premio Nacional de Ingeniería, permitió recuperar para la ciudad valiosos terrenos para proyectos urbanísticos, centros culturales y espacios púbicos, amén de la protección de antiguos asentamientos subnormales localizados aguas abajo en las orillas de la quebrada.