Por Darío Ruiz Gómez
Mentir se ha convertido en una práctica diaria por parte de altos funcionarios de la vida pública que hoy dicen algo que la ciudadanía debe aceptar como verdad, pero que al demostrarse por parte de un contradictor, de un investigador que lo que el alto funcionario afirmó no corresponde a los hechos verdaderos vemos cómo el alto funcionario ni siquiera se desdice sino que impúdicamente “cambia de opinión”.
Y llegamos en esta farsa pública a un punto de saturación en que nadie parece tomarse en serio este juego de falsas promesas y embustes y prefieren dedicarse a otras labores, ir creando mediante las juntas de vecinos la solidaridad que tanto el gobierno como ciertos políticos le niegan.
En el toreo de hace décadas “el sobre” era una suma de dinero que un emisario del representante de los toreros repartía en algún bar para que, desde luego, si su torero fracasaba dieran al día siguiente la información comprada de que “había triunfado”.
Lo que suponía la entronización de una mentira, eso sí, muy bien escrita. ¿Hace cuántas décadas la manipulación que supone la entrega de un “sobre” a un corrupto informador desvirtúa el necesario ejercicio de la crítica deportiva para salvar, por ejemplo, el fútbol en manos de dirigentes que han convertido en un negocio privado lo que realmente a nivel de Selección Nacional es un Patrimonio común?
La permanente corrupción de la FIFA nos lo demuestra, nos lo demuestra la corrupción de infinidad de Ligas nacionales incluyendo el clamoroso caso de Colombia. El negocio del fútbol profesional se ubica en los reconocidos terrenos de la propiedad privada, pero bajo las legislaciones que combaten el tráfico de jugadores, la falta de respeto a la afición o sea mantenerse dentro de la más estricta ética.
Es una pregunta que un pensador se hizo y que llenó de pánico a las gentes: ¿Qué sucedería en las sociedades enajenadas al espectáculo y no al deporte del fútbol si de repente se prohibieran los tres partidos semanales? ¿Con qué llenarían estas muchedumbres enajenadas este espantoso vacío? Es por esto que la proliferación de improvisados cronistas de fútbol reclamados de urgencia por estas maquinarias del espectáculo ha destrozado la calidad y la ética que algunos grandes cronistas le dieron y hoy, opinadores de ocasión, se encargan de desacreditar.
Un caso: desde hace años vengo leyendo diariamente noticias que repiten la misma monserga según la cual un otrora gran futbolista supuestamente continúa deslumbrando al mundo con sus “fintas y sus pases gol”, todo esto cuando como lo sabe cualquiera ese crack hace cinco años entró en una crisis definitiva debido a una precoz inmadurez que lo ha llevado seguramente por imposición de su agente de mantener su imagen pública derrochando grandes sumas de dinero en un intento de no ser olvidado, pero recurriendo a estrategias publicitarias inescrupulosas que se han valido de los Fake News, de la desinformación, del descrédito profesional de aquellos(as) que hacen de críticos(as) a sueldo.
Rechazar una pauta publicitaria por parte de algún medio de información es prácticamente imposible lo sé, pero es aquí donde se mide la necesidad de contar con un criterio responsable ante un lector, un telespectador que no puede seguir siendo engañado mediante tanta publicidad subliminal.
Tratar mediante estas inmorales estrategias de imponer el nombre de un jugador al Director Técnico de una Selección Nacional constituye, además, una forma de violencia psíquica o sea un delito castigado por la ética periodística y la Ley para tratar de detener estas corrupciones que degradan las comunicaciones y destruyen la opinión pública.
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