Se acaba de hundir –en entierro de tercera–, el proyecto de ley de transfuguismo (o voltearepismo), precisamente en el segundo debate de la reforma política y a instancias de la plenaria del Senado (61 votos en contra por 18 a favor). Que yo recuerde, es el tercer revés consecutivo: En noviembre de 2012, no pasó el mismo proyecto de ley en la sesión plenaria de la Cámara de Representantes y en octubre de 2017, igualmente, no sobreaguó ese idéntico proyecto de ley. Cero y van tres, como dirían en el pueblo.
Las solas palabras producen repugnancia. Transfuguismo, viene de tránsfuga, que significa: “quien huye de una parte a otra”. Y voltearepismo, viene de voltearepas, que significa “quien es voluble y tornadizo”. El senador Roy Barreras, era el candidato ideal para presentar la ponencia del transfuguismo: primero fue “vargasllerista”, luego “uribista”, más adelante “santista” y ahora ni se sabe. Según Barreras, la ponencia la hizo a nombre del Partido Liberal pero que la apoyaba el Partido de la U. De sobremesa.
En Colombia, es muy frecuente esa pasarela partidista, esa romería para llegar de un partido a otro, ese cambio de toldas, esa migración política, ese fariseísmo y ese ir y venir, como si se cambiara de ropa. Todo se hace dizque en nombre del dinamismo de la política. La misma Claudia Nayibe López, lo ha hecho: fue “peñalosista”, luego “pardista” y ahora “verde”. Clara López, ni hablar: fue “galanista”, luego “pardolealista” y más adelante “polista”. En fin, unos van y vuelven, otros se marchan para otra orilla y así sucesivamente. Los ejemplos cunden… (Lea la columna).
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