8 noviembre, 2025

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La virtud: el poder inmanente para llegar a ser íntegro, feliz y justo

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Enrique E Batista

Por Enrique E. Batista J., Ph. D. 

https://paideianueva.blogspot.com

No existe mal alguno en recordar que la moral y la ética se fundamentan en las virtudes. El ser virtuoso es el humano ideal. Las virtudes no se heredan; se aprenden. Se aprenden por diversos medios, incluida la educación formal y también la informal, porque en la cotidianidad de la vida enfrentamos el dilema de las salidas fáciles o el comportamiento virtuoso que enriquece las relaciones entre humanos. Se ha llegado a creer que ser virtuosos es una condición reservada a la santidad, cuando es una atribución en la que los humanos deben ser formados como condición para forjar sociedades íntegras, justas y pacíficas.

Es una virtud amar a los demás; es una virtud promover los derechos inalienables, en especial el de los niños; es una virtud promover la igualdad social de hombres y mujeres; es una virtud proteger el medio ambiente; es una virtud disfrutar el goce de aprender a diario durante toda la vida; es una virtud enseñar las buenas costumbres; es una virtud usar de modo apropiado la lengua; es una virtud honrar a padre y madre. Cualquiera que sea el camino que se recorra en el diario vivir, se nos exige el comportamiento virtuoso hacia los demás, hacia la naturaleza y hacia sí mismo.

Ser virtuoso es una condición de identidad propia esencial. La supervivencia de las sociedades depende de la formación de seres plenos de virtudes. Estar lleno y pleno de virtudes es el comienzo del gozo de ser y de convivir. No cabe la existencia humana sin virtudes. Aunque no se desee o no se tenga consciencia de las virtudes, ellas están presentes, obligan para poder seguir viviendo en una sociedad armónica y para preservar y cultivar los rasgos esenciales de la cultura propia. La cultura de cada grupo humano forma o impone, por normas o costumbres, el conjunto esencial de virtudes. En ella se forma al ser virtuoso.

Una parte esencial de los procesos formativos, en el hogar y en la escuela, consiste en lograr que se vuelva consciente la posesión de virtudes, el carácter irrenunciable de ellas y su valía personal, social y cultural. La primacía de las virtudes define el rumbo de las personas, de los grupos sociales y de las culturas.

El ejemplo es el modo esencial de formar al ser virtuoso. Aun las personas más desalmadas demuestran poseer, contrario a muchos de sus comportamientos socialmente adversos, un conjunto potencial, esencial y determinante de virtudes. Por ello, desde una concepción positiva de la naturaleza humana y de los poderes formativos de la educación familiar y escolar, todo ser humano es capaz de ser virtuoso. La perseverancia, con los ejemplos, el acompañamiento formativo formal o la censura consensuada contra acciones impropias, crean efectos positivos deseados en la creación del ser virtuoso.

Ningún ser humano puede rehuir las virtudes. La sociedad con sus culturas forma las virtudes y las expresa como normas. Las virtudes se expresan en manifestaciones del espíritu humano. Por ello, se dice que una persona es virtuosa en la creación artística, en el uso del lenguaje, en las matemáticas y en multiplicidad de expresiones humanas.

Desde el pensamiento filosófico se ha expresado que la condición del ser virtuosos es esencial para alcanzar la plenitud de ser humano. En efecto, Aristóteles afirmó que: «La Virtud y la Felicidad (Eudaimonía), concebida como una vida plena y floreciente, son el objetivo último de la vida humana. La virtud es la herramienta esencial y el camino para alcanzar esta felicidad auténtica. El hombre feliz es el que vive y actúa de acuerdo con la virtud». Y Kant puso énfasis en la educación como el sustrato esencial de la virtud: «Tan sólo por la educación puede el hombre llegar a ser hombre. El hombre no es más que lo que la educación hace de él».

La virtud se define como: «Una cualidad positiva que una persona manifiesta a través de sus acciones. Las virtudes se consideran deseables desde una perspectiva social, ya que están alineadas con valores como la bondad, la justicia y la belleza. En algunos contextos, también pueden tener connotaciones religiosas». (https://concepto.de/virtud/). O sea, el ser virtuoso, abunda en valores que se reflejan en sus diversas acciones.

La virtud, también se define como: «La disposición habitual y firme para hacer lo que es moralmente bueno». (https://shorturl.at/Rx2oH). Se dice que una persona es virtuosa cuando posee distintas cualidades morales. La etimología de la palabra virtud procede del latín, «virtus», que significa poder o potencialidad, y está relacionada con vis, que es fuerza o energía. (https://shorturl.at/7qq08).

Las virtudes humanas han sido clasificadas de distintas maneras. Una de esas clasificaciones es de origen aristotélico, agrupadas en dos vertientes: las éticas o morales y las intelectuales. Estas últimas denominadas dianoéticas (del griego «diánoia» = conocimiento basado en razonamiento lógico y no intuitivo; se asocia con la creación artística y científica). Las virtudes morales se adquieren con las costumbres y apuntan esencialmente al dominio de la irracionalidad en el comportamiento humano; entre estas virtudes se destacan: la fortaleza,la templanza (= moderación y autocontrol), la justicia y la generosidad.

Las virtudes intelectuales, de otra parte, contribuyen a la formación y perfeccionamiento humano asociado al conocimiento y a la verdad mediante procesos educativos; estas virtudes se contraponen a las anteriores en la medida en que reflejan el componente racional de los humanos; son las propias del intelecto o del pensamiento, son aprendidas y se manifiestan en la inteligencia (sabiduría) y la prudencia, las cuales reflejan la excelencia humana y permiten alcanzar la felicidad, que es«la actividad del hombre conforme a la virtud». (https://shorturl.at/3oG9R, https://shorturl.at/yOmAGhttps://definicion.de/dianoetica/). De otra parte, se destaca que: «Las virtudes morales son fruto de la libertad. El crecimiento en las virtudes es crecimiento en la libertad». Estas virtudes se alcanzan mediante la libre y consciente elección de comportamientos buenos. (https://tinyurl.com/m8hxc8ep).

Bien reconocidas, aunque olvidadas y empleadas con muy poca convicción como guía poderosa para el diario vivir, son las virtudes cardinales (cardinal = fundamental) y las teologales o teológicas (del griego «theos» = Dios), que para los cristianos son el fundamento básico de la vida espiritual. Las cardinales o naturales son propias de todo ser humano, no están asociadas ni tienen origen religioso; por el contrario, tienen origen en multitud de creencias y en las consideraciones de grandes filósofos de la antigüedad.

​Destacó el Papa Francisco que las virtudes cardinales responden a sabidurías antiguas, anteriores al cristianismo, asociadas a normas de comportamiento, a deberes ciudadanos, a la moderación y tendencia al bien. Resaltó, además, que: «Las virtudes cardinales están sembradas en el corazón de cada hombre y cada mujer, y desarrollan la capacidad de hacer el bien». Las cuatro virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza) se complementan con las tres teologales (fe, esperanza y caridad). (https://tinyurl.com/3xx88fbthttps://tinyurl.com/yh584wrr).

La condición de existir como humano es una virtud, un don divino. Una fuerza interior inmanente a la humano. Estar en esa condición es un potencial, pero no la realización material y espiritual plena. Para llegar a ser humano, y merecerlo, es preciso ser virtuoso, abundar en virtudes, ser bueno, aceptar ser formado para que con esfuerzo consciente se adquieran las virtudes. Las virtudes se adquieren con esfuerzo y gracias a la educación.

Los roles de la familia, de los maestros son de vital importancia, como lo son el medio social, la cultura de cada uno y todos los medios digitales que hoy modelan conductas. En el mundo de la virtualidad también se precisa ser virtuoso.

La virtud es la fuerza inherente para poder ser humano. Desde siempre el hombre ha hollado sobre el sendero de la virtualidad; o sea, con posesión de la potencia para poder ser. Ha tenido como atributo la fuerza interior, la fortaleza de la virtud, y con ella la añorada potencia de llegar a ser. Ser feliz, justo, natural, integral de cuerpo y alma, pero, con lamentable infortunio, no ha podido serlo a plenitud.